THE OBJECTIVE
Francesc de Carreras

¿Desinflamados? Al contrario

«El poder, el ansia de cargos, ha corrompido a los socialistas catalanes y, cuando tienen influencia en el PSOE, también ha corrompido políticamente a éste» 

Opinión
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¿Desinflamados? Al contrario

Oriol Junqueras.

Parece ser que Pedro Sánchez está persuadido de que la situación en Cataluña se ha «desinflamado», por utilizar sus propios términos. Lo repite una y otras vez con tono triunfalista y lo atribuye a su política de apaciguamiento consistente en conceder los indultos a los condenados por el fallido golpe de Estado de 2017, suprimir el delito de sedición (equivalente en la práctica a una amnistía para quienes fueron condenados) y la rebaja de penas en el delito de malversación. No estoy seguro de que los deseos de Sánchez coincidan con la realidad, más bien pienso todo lo contrario. Y no es una intuición, menos aún un deseo, son hechos y razones. Vamos a examinar unos y otras.

El 8 de enero pasado, el ministro Bolaños declara que la tensión que se vivió en Cataluña y en España en 2017 «ya es historia», una opinión indiscutible pues de ello hace más de cinco años. Pero añade: «El proceso soberanista ha terminado (…), eso no lo dice el Gobierno de España ni lo dice el PSOE, lo dicen los líderes independentistas». Y prosigue Bolaños: para el Gobierno «se ha pasado página» y hoy el futuro es «el entendimiento, es que seamos capaces de mirarnos a los ojos y de buscar lo que nos une. Y, en este camino, avanzar». 

Por estas declaraciones, la portavoz del Gobierno de la Generalitat Patricia Plaja ha tildado a Bolaños de «provocador» y la portavoz de ERC Marta Vilalta le ha replicado, desde un atril oficial y de forma solemne, con estas palabras que reproduzco en su integridad porque no tienen desperdicio.

«El Gobierno de España se equivoca con su interpretación de la situación, de la realidad. En este sentido [debo] decirle al Gobierno del Estado español que el independentismo no ha desaparecido, que seguimos vivos, que seguimos aquí. El movimiento para construir una República catalana, y una mayoría aún más amplia, quiere votar nuestro futuro como pueblo y no hay una situación de normalidad en Cataluña. La normalidad existirá  cuando podamos decidir, cuando no exista la represión política por defender lo que defendemos los independentistas. Este es el primer mensaje al Gobierno español».

«Y segundo mensaje. Es evidente que en ERC estaremos, como siempre hemos estado, en todas las movilizaciones, manifestaciones y reivindicaciones que nos permitan defender cuál es nuestro proyecto. Nuestro proyecto es defender una República catalana que garantice los derechos y libertades para todo el  mundo. Y, por tanto, estaremos también el día 19 de enero [el día de la cumbre hispano francesa que se celebrará en Barcelona] para defender esta República catalana, para defender la autodeterminación, para defender la amnistía y para recordarle al Gobierno español y también al francés que no hay una situación de normalidad en Cataluña y que la situación de normalidad será el día que podamos votar libremente nuestro futuro colectivo y que se termine la persecución política a todos aquellos que defendemos un futuro mejor a toda la ciudadanía». 

Estas palabras, este proyecto, no es el de Puigdemont y de su partido, de las asociaciones más radicales del independentismo (que sostienen lo mismo), sino que es el de Esquerra, el partido que gobierna en solitario la Generalitat y es socio parlamentario del Gobierno español en el Congreso. Es el partido con el que Bolaños espera entenderse, mirarse a los ojos y buscar lo que les une. La respuesta del Gobierno de ERC ha puesto en ridículo al ministro de la Presidencia. 

«El aparente pragmatismo de ERC acabará cuando los sondeos otorguen más votos al Junts de Puigdemont»

Podría alegarse que todo es una escenificación necesaria para empezar un diálogo que debe concluir en un fructífero acuerdo que no conduciría ni a la independencia, ni a la autodeterminación ni a la República. También lo dudo y, tras el relato de los hechos, ahí van mis razones.

Primero, ERC es un partido cuyo objetivo es la independencia de Cataluña y nunca ha mentido sobre esta cuestión -como sí lo hizo CiU- desde 1989. Para alcanzar este fin todos los medios son legítimos, también la mentira como táctica. Lo expliqué con más detalle en un artículo reciente.

Segundo, el PSC, con la excusa de que se autodenomina «Esquerra», blanquea su objetivo último y considera que es un partido de izquierdas, por tanto, un justificado aliado. Desde el año 2000, el PSC ha sido el «colaborador necesario» en la deriva hacía las posiciones independentistas del conjunto de las fuerzas políticas catalanas, con mucha menos legitimidad moral que ERC. El poder, el ansia de cargos políticos, ha corrompido a los socialistas catalanes y, cuando tienen influencia en el PSOE, también ha corrompido políticamente a éste, como es el caso actual. 

«En Cataluña no hay una oposición relevante por la dimisión del PSC de encabezarla»

Tercero, la pugna entre ERC y Junts, el partido de Puigdemont, hace que ERC esté maniatado para no dar la apariencia de que es menos nacionalista. Así sucedió hace veinte años, cuando de una «reforma» del Estatuto de 1979 se pasó a un «nuevo» estatuto, sin tener ni idea hacia donde conducía todo aquello pero como un «nuevo estatuto» parecía más nacionalista que una simple «reforma» se optó por esto último con el objetivo de no perder votos. La frivolidad es un elemento para entender las posiciones de los políticos. Ahora estamos en situación parecida: el aparente pragmatismo de ERC acabará cuando los sondeos otorguen más votos al Junts de Puigdemont y empiece otra espiral sobre quien es más nacionalista.

En medio de todo esto, y de ello no se es consciente en el resto de España, especialmente en el mundo político madrileño, entre los catalanes no nacionalistas cunde el pánico. En Cataluña no hay una oposición relevante por la dimisión del PSC de encabezarla: lo que desean los socialistas catalanes es gobernar en los ayuntamientos y en la Generalitat y, para ello, han escogido la opción de formar un nuevo tripartito con ERC y los Comunes de Ada Colau. El desastroso final de Ciudadanos ha dejado un hueco difícil de llenar. No olvidemos que en las últimas elecciones autonómicas el porcentaje de votantes fue del 51% frente al 79% que dio el triunfo a Arrimadas en las anteriores de 2017. El vacío es enorme. De momento, hay desencanto entre los no nacionalistas. 

¿Desinflamados los catalanes como dice Pedro Sánchez? Nada de eso. Los nacionalistas dispuestos a ganar de nuevo por incomparecencia del contrario y la colaboración socialista. A menos, claro, que surja un partido que suscite las esperanzas hoy fallidas que en su momento infundió Ciudadanos.

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