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Confinamientos: el fracaso chino y el nuestro

«España es quien más asumió la política china de controlar los movimientos de sus ciudadanos: solo nos sirvió para acumular una incidencia atroz»

Opinión

Jóvenes chinos con mascarilla y banderas de su país.

  • Elegí vivir de contar lo que acaece. De todas las ideas sobre cómo debemos convivir, la libertad no me parece la peor.

Los servicios funerarios prestados por la compañía Fu Shou Yuan International Group Ltd. en China han subido su precio en más de un 80%. La empresa no tiene medios suficientes para atender la oleada de muertes que se produce en el país. El aumento de los precios es posible por la apertura económica. Es una respuesta adecuada ante un importante aumento de sus servicios: por un lado, puede atender las necesidades más urgentes; y por otro, aumenta su renta y, con ella, los medios con los que puede prestar más servicio a la sociedad, justo cuando se necesita.

Pero este nuevo reencuentro de la vieja China con la muerte no se debe a ninguna apertura, precisamente. El régimen comunista ha impuesto una política de «covid cero». Esto supone adoptar una estricta intolerancia hacia la transmisión del virus; como si el virus fuera un soplo de libertad, y no el desencadenante de la enfermedad. 

De modo que el Estado chino, un ogro tecnológico, un panopticón totalitario y despiadado, ha puesto todos sus medios a aplicar la ciencia del socialismo al control de la pandemia. El resultado es uno de esos que sólo cabe esperar del socialismo: un fracaso colosal, que anula cualquier anestesia frente al asombro. Si Argentina ha tenido que importar carne, Venezuela petróleo y Chile cobre, China, que ha puesto todos sus medios para controlar al virus haciendo lo mismo con la población, ve extenderse al virus como nunca. Ni que decir tiene que la mascarilla es obligatoria en la calle, y que su efectividad ha sido allí la misma que donde se ha aplicado: ninguna. 

Sólo durante las tres primeras semanas de diciembre, se contagiaron con la última variante del covid 250 millones de chinos. Si ampliamos el período de observación a los 90 días, hablamos de 800 millones de personas contagiadas. Se calcula que mueren al día unas 9.000 personas; como si muriera Gijón todos los meses. Los crematorios tienen que trabajar día y noche. Eric Feigl-Ding, epidemiólogo, ha comparado la situación con el estallido de bombas termonucleares. 

El régimen no distingue entre súbditos. Ha provocado su muerte por millones, por decenas de millones, en sucesivas oleadas de socialismo. Así las cosas, estas estadísticas de contagio y muerte alimentan los departamentos de planificación económica, y no son un problema moral o político para el régimen. Pero las figuras públicas sí son reconocibles, y desaparecen del escenario de la opinión pública sin modo de esconder su ausencia. 

«Nosotros, como sociedad, debemos empezar a entender hasta qué punto los confinamientos han sido un estrepitoso fracaso»

Occidente está impregnado del espíritu chino. No es casual que Global Times, un periódico controlado por el PCCh, diga que China siempre ha estado en sintonía con el espíritu de Davos, y que llame al resto de gobiernos «compañeros de viaje» dentro de una visión de cooperación global. Más allá que ningún otro país, con la excepción de Nueva Zelanda, España es quien más asumió la política china de controlar los movimientos de sus ciudadanos. A nosotros nos sirvió para acumular una incidencia atroz de la enfermedad cuando más mortal era, y para sumir al país en una grave crisis económica: estamos a la cola en crecimiento en estos años, con muy pocas excepciones entre las economías desarrolladas. 

El fracaso de los confinamientos se puede observar a simple vista. Pero hay que mirar más allá para apreciar hasta qué punto su aplicación ha dañado gravemente la salud pública. Rob Arnott y Casey B. Mulligan han publicado un artículo en The Wall Street Journal que resume el fruto de sus investigaciones sobre los efectos totales de los encierros. 

Como advertí en un artículo en THE OBJECTIVE ya en octubre de 2020, interrumpir el ritmo normal de la vida en común tiene graves implicaciones para la salud pública. Estos dos estudiosos han podido medir hasta dónde han llegado esos efectos en los Estados Unidos: «En un artículo que acabamos de publicar en Inquiry, basado en datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, descubrimos que el exceso de muertes no-covid ascendía a casi 100.000 al año en 2020 y 2021 (…) ¿Qué es el exceso de muertes no causadas por la covid? Durante la pandemia, las muertes por accidentes, sobredosis, alcoholismo y homicidio se dispararon, al igual que las muertes por hipertensión, cardiopatías y diabetes».

Incluso estas estimaciones son pacatas, porque también allí se practicaban test a quienes ingresaban en los hoteles, y se contabilizaban como muertes asociadas a la pandemia, aunque la causa última de la muerte fuera otra. 

No es descartable que llegue una nueva pandemia global, y lo es aún menos que, si se produce, los políticos se aferren a sus políticas, ya fracasadas. Ahí está el keynesianismo para atestiguarlo. Pero nosotros, como sociedad, debemos empezar a entender hasta qué punto los confinamientos han sido un estrepitoso fracaso.

8 comentarios
  1. Casandro

    Aconsejo buscar video de
    EL VIRUS NO EXISTE – DR. ENRIQUE L. FERRACANI RISTENPART, para médicos y sanitarios .

    También aconsejo comprobar los electrocardiogramas de las revisiones médicas rutinarias de pilotos de lineas aéreas tras la vacunación.

  2. Casandro

    Cuanta mas fe en la ciencia mas peligrosa.

    Desde la epidemia de Constantinopla hasta el covid siempre se ha metido la pata.

    La unica manera de atajar una epidemia es descubrir su origen, o sea, el foco de la infeccion, bien sea este kas aguas estancadas de Constantino, lo animales enfermos ingeridos en épocas de hambrunas, la repugnante suciedad acumulada en casas y calles, epidemia Isabel II donde encerraron a todos en el foco de la infeccion hasta que decidieron al incrementarse las muertes sacarlos a pasear y desinfectar calles y casas con lejia, luego sigue n las enfermedades infecciosas producidas por palomares y gallineros, vacas, cabras, ovejas y cerdos,

    Como no podía ser de otra manera han vuelto a repetir el error perpetuo confinamiento producto de la ignorancia y el miedo, vaya mierda de ciencia sigloXXI.

    Primero se asume la epidemia, despues se descubre el origen, luego se elimina el foco, mas tarde se aprende oara detectar el origen y focos manteniendo la calma y la prudencia.

    Llueve, hace mucho viento, los aviones solo pudieron fumigar antes de ayer, los telediarios no han podido hablar de contagios ni ayer, ni hoy aunque las antenas de telefonía han estado emitiendo a todas pastilla. La lluvia limpia, el viento tambien.

    Cuando vuelvan a fumigar los aviones hablarán los telediarios del virus chino y notaremos una mayor carga radio electrica.

  3. Pasmao

    El problema principal de esos confinamientos inútiles es que no fueron tan inútiles para otras cosas.

    Y los Colegios de Médicos callaron como «puertas».

    Porque lo que usted podía intuir hace dos años y medio los profesionales de la salud lo sabían de manera holgada, y muchos de ellos no se atrevieron a abrir la boca. Y a los que se atrevieron les cayó encima la del pulpa en forma de censura mediática y carrras proscritas.

    De la misma manera que sigue sin poderse decir de donde salió el bicho. Que no fue por una zoonosis está claro, y que fue un experimento de ganancia de función en el que no solo andaban enredados los chinos, y que o se fue de la mano o lo fueron de la mano; pues también.

    Sigue habiendo muchos silencios sobre todo lo que pasó. Y que sigue pasando.

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