Las embarazadas y la información
«La natalidad no se fomenta manipulando emocionalmente a quienes no desean ser madres, sino haciendo posible que puedan serlo quienes sí lo desean»
Un padre y su hijo de unos seis años caminan por el pasillo de un supermercado. El niño agarra una bolsa de caramelos y la mete en el carro. El padre lo reprueba con la mirada y recoloca la bolsa en el estante. El niño repite el gesto, esta vez acompañado de un puchero desafiante. Cuando el padre agarra de nuevo la bolsa el niño comienza a berrear: «¡¡Quiero los caramelos!!». Y chillando a pleno pulmón recorre los pasillos, histérico, tirando todo lo que encuentra, para terminar pataleando en el suelo ante la desesperación de su padre y la mirada atónita del resto de clientes. Así concluía el mejor anuncio de preservativos de la historia. Si se trata de que las mujeres embarazadas tengan toda la información, no le veo sentido a quedarse en el latido.
Hace unos años, la ciudad de Nueva York lanzó una campaña para prevenir el embarazo de adolescentes. En uno de los pósters aparecía un bebé con lágrimas en los ojos y el texto: «Tengo el doble de probabilidades de no terminar el instituto porque me tuviste de adolescente». Y otro: «Sinceramente, mamá… lo más probable es que él te deje. ¿Y qué pasará conmigo?». El ayuntamiento respondió a las críticas apelando a la necesidad de mandar un mensaje contundente sobre las consecuencias de convertirse en madre en circunstancias adversas.
También la maternidad deseada de una mujer adulta es sacrificada, costosa y puede ser motivo de arrepentimiento. Si realmente queremos que las mujeres tomen la decisión más informada, organicemos seminarios para que todas las madres, especialmente aquellas que quieren llevar a término su embarazo, escuchen -con la nitidez de un latido- los llantos de madrugada, los gritos y hasta los desprecios del futuro adolescente. Apuesto por un seminario inmersivo, donde las futuras madres puedan experimentar la privación de sueño, el deterioro físico, la falta de libertad y los números rojos. Estos seminarios serían, claro, durante las primeras 14 semanas de gestación en las que la ley permite la interrupción voluntaria del embarazo. ¡Deben tomar una decisión informada!
«A los promotores de la campaña del latido no les interesa que la decisión sea libre, sino que coincida con sus creencias»
Absurdo, ¿verdad? Igual de absurdo que considerar que la mujer que pretende abortar está desinformada mientras que la mujer que pretende dar a luz tiene la información precisa. Sospecho que a los promotores de la campaña del latido no les interesa que la decisión sea libre, sino que coincida con sus creencias. La campaña no es informativa. Se parece más a lo que el economista Richard Thaler llama un nudge, algo así como un empujoncito para influir en el comportamiento. La teoría del empujoncito pretende provocar una conducta sin recurrir a la imposición. Esto no es necesariamente malo -piensen en la mosca pintada en los urinarios de caballeros- pero en ningún caso es un arma de libertad, sino de desincentivación. Y en el caso del aborto, resulta osado jugar a desincentivarlo cuando suele ser resultado de una decisión difícil y meditada.
Claro que otros dicen que la medida busca favorecer la natalidad. Pero la natalidad no se fomenta manipulando emocionalmente a quienes no desean ser madres, sino haciendo posible que puedan serlo quienes sí lo desean. Ayudas directas, incentivos fiscales, políticas de conciliación… los políticos dirán. Porque su trabajo es facilitar que los ciudadanos puedan construir la vida que desean, no imponerles, ni siquiera a empujoncitos, la vida que no quieren.