THE OBJECTIVE
Jacobo Bergareche

¿Sustituirá la inteligencia artificial al escritor?

«Los ‘bots’ están programados para ser incapaces de crear personajes reales con conflictos profundos y, de momento, no podrán hacer literatura»

Opinión
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¿Sustituirá la inteligencia artificial al escritor?

Ilustración de Erich Gordon.

Uno pensaba que después de salir de la universidad se habría acabado por fin esa época de la vida en que cada uno de nuestros desempeños es evaluado con una nota. Siempre me pareció un fallo del sistema eso de que tu grado de competencia fuera expresado de manera inapelable por un número y un escueto comentario a modo de sentencia que por lo general solo leían tus padres (recuerdo varios: es estupendo pero ineficaz, no se esfuerza lo suficiente, tiene que aprender a organizarse). Luego te haces mayor, y pensabas que todo eso se había acabado, pero abres una cafetería, escribes una novela, o atiendes a clientes desde un call center y te das cuenta de que sigues sujeto al mismo sistema: solo que ahora cualquiera tiene autoridad para ponerte una nota y acompañarla de un comentario sentencioso, y además tu evaluación queda eternamente a la vista del mundo entero en Trip Advisor, Goodreads, Google, Facebook o Amazon.

Yo confieso –y probablemente me arrepienta de esta confesión– que me leo enfermizamente todos los comentarios que me hacen en cualquier medio que habilite los comentarios. Lo cierto es que lo hacen casi todos los escritores, productores, músicos o guionistas que conozco, y más de uno me ha pedido que contrarreste las críticas con un comentario anónimo de carácter laudatorio. Uno descubre cosas interesantes cuando lee con atención las notas de quienes le suspenden, a veces identifica gracias a ellas los aspectos de un texto donde puede mejorar mucho o entiende la debilidad de una opinión que ha expresado, pero las más de las veces encuentra que la crítica dice mucho más de aquel que critica que del objeto criticado. A este último tipo de críticas pertenece una que suelo recibir con cierta asiduidad sobre mi última novela y que me ha permitido elaborar una hipótesis sobre el futuro de la literatura en la época de la inteligencia artificial. Veamos extractos de cuatro críticas de Goodreads con notas que oscilaban entre una y dos estrellas de cinco.

«Básicamente tenía todo para gustarme, pero la forma en que el narrador describe a las mujeres que supuestamente quiere no me gustó, ni me terminó de calzar. Hay harta gordofobia disfrazada de humor irreverente que no tenía sentido».

«Es llamativa la cantidad de veces que el narrador utiliza los adjetivos gordo/obeso para describir a alguien, y me aleja tanto un narrador gordofóbico (sobre todo al no ser esto algo central en el tema, no es una novela sobre un protagonista gordofóbico)».

«Añadamos que cuenta como motivo del declive de una relación ‘la obesidad sobrevenida’ y que su mayor vergüenza fue follarse a una gorda de su oficina». 

«Abandono cuando, a partir de la página 58, empiezan comentarios gordófobos (…) Un libro publicado en 2021 con semejante punto de vista me parece innecesario».

«Si la conducta del protagonista fuera intachable no habría novela ni literatura»

Baste con estos cuatro, hay varios comentarios más que expresan su total rechazo y otorgan un suspenso al libro porque el protagonista, en una carta a su amante, llama gorda a una gorda. También hay muchos otros comentarios donde se rechaza que el protagonista sea infiel, si bien el libro va sobre una infidelidad. De todo esto se deduce que hay un número considerable de lectores que desearían que los protagonistas de un libro escrito en 2021 se ciñeran a una pulcritud política que les hiciera evitar cualquier sesgo o prejuicio en su manera de mirar a otras personas y cualquier conducta rechazable, como una infidelidad.

El problema, claro, es que si el protagonista observara el mundo sin prejuicio alguno (habría que determinar cómo es la mirada sin prejuicio) y si su conducta fuera intachable, no habría mirada singular, ni punto de vista, ni conflicto y en suma, no habría ni novela ni literatura. Esto por supuesto no parece preocupar a este tipo de lectores que le exigen ejemplaridad política a los personajes de novela, y aquí es donde engancho con una cuestión muy actual: ¿podrá la inteligencia artificial con sus chatbots escribir novelas y suplantar a los escritores? Entiendo que para lectores con la sensibilidad que muestran estas críticas, queda ya muy poco tiempo para que por fin puedan disponer de literatura aséptica y apta para su disfrute.

Los chatbots están calibrados por legiones de ingenieros que se aseguran de que jamás muestren sesgos ni perpetúen prejuicios sobre cánones de belleza corporal, estereotipos de raza o de género, que no respondan a cuestiones sexuales escabrosas y en general que eviten cualquier lío con este tipo de lectores propensos a sentirse ofendidos.

Por eso mismo, los escritores podemos respirar tranquilos por unos años más, sabiendo que la inteligencia artificial está programada para ser incapaz de crear personajes reales con conflictos profundos con los que nos podamos identificar, y que por tanto, de momento no podrán hacer literatura.

Mi amigo Nick Coronges, CTO global de RG/A, con el que he conversado mucho sobre la posibilidad de que el escritor sea suplantado por un bot, me recuerda que las limitaciones de la inteligencia artificial aplicada a la escritura no son en todo caso tecnológicas, sino que se trata de tabúes culturales que la sensibilidad woke ha incrustado en el código de la máquina para garantizar su visión del mundo.

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