¿Y si Feijóo es un genio de la comunicación?
«En España existe una enorme confusión entre lo que un asesino es y los motivos por los que asesina»
Es posible que Alberto Núñez Feijóo sea un genio de la comunicación política. Y es posible que se haya equivocado. Al cronista serio le corresponde determinar qué es lo más probable y analizarlo. Como no me tengo por cronista ni por serio, voy a analizar la alternativa más improbable: Feijóo es un genio de la comunicación y las palabras que pronunció tras el asesinato del sacristán buscaban provocar dos efectos: eclipsar a Vox y retratar la inconsistencia de sus adversarios.
Les recuerdo sus palabras: «Hay personas que matan en nombre de un dios o en nombre de una religión y, sin embargo, no verán a un cristiano matar en nombre de su religión». Pura genialidad. Anula mediáticamente a Vox en su batalla predilecta, y de paso nos ahorra sus soflamas xenófobas. Después, lanza un cebo hacia su izquierda: pronuncia la palabra «cristianismo» y provoca el debate historiográfico más lerdo que recuerdo. ¡Los cristianos también matan! Presentadores de televisión «informando» con el retrato de Ricardo Corazón de León a su espalda, tertulianos abalanzándose sobre la Wikipedia para demostrar que el cristianismo ha matado y sigue matando, aportando referencias al IRA, a Yugoslavia, a Anders Breivik, y haciendo gala de un despiste conceptual que solo puede haber inducido un gallego.
En España existe una enorme confusión entre lo que un asesino es y los motivos por los que asesina. El asesino varón no necesariamente mata por machismo. El católico no necesariamente mata por Cristo, y el del Real Madrid no necesariamente mata por Ancelotti. Claro que hay hombres que matan por machismo, cristianos que matan por Cristo y ultras del fútbol que matan por sus escudos, pero la identidad no establece los motivos; los motivos los establece la voluntad. El IRA mataba por la República de Irlanda, ETA por la nación vasca y tanto la matanza de Srebrenica como el Holocausto se explican más desde la voluntad de exterminar una etnia que de castigar infieles. ¿Eran todos los perpetradores cristianos? Quizá, pero no asesinaban por cristianismo, sino por etnicismo. No pretendo absolver a los cristianos de sus pecados ¡Dios me libre! Cualquiera sabe que son muchos, y no hace falta remontarse a la inquisición o al franquismo, basta recordar el papel de la Iglesia en el País Vasco durante los años del plomo, pero conviene poner en orden las ideas.
Curiosamente, quienes han corrido a señalar el cristianismo como motor de crímenes no siempre religiosos se resisten a asumir lo evidente respecto al yihadismo. En el caso del crimen de Algeciras, es complicado no atribuir motivo religiosos a quien ataca al grito de «Alá es grande», salvo que aceptemos que gritó eso como podía haber gritado «Viva Kelsen» o «Aupa Athletic». No hay que criminalizar el islam, pero tampoco negar que hay personas que matan en su nombre. La corrección política es algo fantástico, siempre que implique tratar al prójimo con dignidad y respeto. Pero la corrección política no puede ser incorrección epistémica; la realidad, por definición, no puede ser políticamente incorrecta. Y la realidad es que, según Interpol, la mayoría de las víctimas mortales por terrorismo en Europa son consecuencia del terrorismo yihadista. La genialidad comunicativa de Feijóo está en decir lo evidente -que el yihadismo representa una amenaza para la seguridad que no representa el cristianismo- y hacer que sus adversarios se retraten intentando desmentirlo.