Tengo todos los embalses de España en la cabeza
«Quizá en un futuro próximo la escasez más preocupante sea más de conocimiento y de criterio que de agua»
Decían de Fraga que tenía todo el Estado en la cabeza. El Estado de las autonomías, se entiende, con sus planes hidrográficos, estatutos, configuraciones territoriales, segundas descentralizaciones, políticas lingüísticas, fiscales, forales, educativas, administrativas y pesqueras con Marruecos.
A mí me gustaría tener todos los embalses en la cabeza, no físicamente, pues soy dolicocéfalo estándar, pero sí el conocimiento actualizado de su situación. De ahí, y este no es un post de publicidad nativa patrocinado por embalses.net, que me haya suscrito a dicha web para recibir cada martes el informe correspondiente. El embalse como ese vaso que dejamos en el alfeizar y cuyo grado de llenado nos hace fruncir más o menos el ceño. O no.
Uno se suscribe a embalses.net porque es lo más cercano a una suscripción premium a obras.com o a vercrecerlahierba.org. Por el gusto de conocer la realidad desde otro ángulo, más gráfico, hidrográfico, acuático.
Recuerdo que mi abuelo Jean tenía, precisamente, un hidrógrafo en el que se guardaba constancia de las evoluciones de la presión atmosférica. Cada mes, extraía la hoja correspondiente y lo comparaba con la del año anterior. Quiero ser como mi abuelo. Y me gustaría que en los colegios enseñaran a España desde su lado orográfico, que a los niños les pusieran entre las manos un mapa físico, pero físico de verdad, tangible, con los distintos accidentes. Que tuvieran en su cabeza el tacto escarpado de los Pirineos y la mansedumbre agrícola de los campos de Castilla al pasar sus dedos desde Astorga a Buitrago de Lozoya. O que apreciaran la demoníaca altura de Madrid, con sus desafiantes 666 metros que la convierten en la capital más alta de Europa.
Me gustaría decir que tengo todos los embalses de España en la cabeza para no ser el más jeremías en las conversaciones sobre el apocalipsis ecológico que desertificará los desiertos y secará los secarrales de los páramos más yermos. Me interesa ese conocimiento por el placer inútil de saber que Extremadura es la comunidad con mayor capacidad de almacenar agua. Con 14.456 hectómetros cúbicos de capacidad y 8.046 hectómetros almacenados (más de la mitad), sería El Dorado hidrográfico de España, el Potosí acuático de la Iberia no sumergida, la reserva espiritualmente húmeda de Occidente.
«Murcia tiene 211 veces menos reservas de agua que Extremadura, algo que suena extraño en la región de los campos de golf»
El próspero País Vasco figura, en cambio, en penúltima posición, con solo 252 hm3, solo por delante de Murcia, farolillo rojo de la Liga de los Embalses, con 148 hm3 y solo 38 hm3 de agua conservada. Se podría decir, por tanto, que Murcia tiene 211 veces menos reservas de agua que Extremadura, algo que suena extraño en la región de los campos de golf, las urbanizaciones horteras y su famosa huerta nada hortera.
¿Cómo mantener esa inmensa superficie de regadío sin embalses? Como soy recién suscrito a embalses.net, ignoro la relación entre trasvases del Tajo-Segura, la sobreexplotación agrícola que ha destrozado el Mar Menor, la catástrofe ambiental de la bahía de Portmán y la relación embalsil en todo ello. Pero algún día tendré en la cabeza todos los embalses de España. Ya falta menos para el martes.
Mientras, leo a Miguel Delibes padre y Miguel Delibes hijo en La tierra herida, que me provee de nuevas preguntas a mis eternas dudas, por no decir lagunas. Porque, ¿qué pasa con toda el agua dulce que diariamente desemboca en el mar, diluyéndose sin que nadie haga nada por evitarlo en los vastos mares de agua salada? ¿Por qué no apresar esa agua en más presas y embalsarla en más embalses? Resulta que esa agua de río dulcifica las costas y su merca asolaría la fauna marina próxima y con ello la pesca, como paso en su día con el Nilo y la megalómana presa de Asuán.
¿De dónde viene el agua? ¿Del cielo? ¿La nieve? ¿Los manantiales? ¿Los ríos? ¿El espacio exterior? Solo sé que no sabemos nada. Ni siquiera cosas tan básicas como la que recuerda Delibes de Castro: «El agua dulce procede en su totalidad de la evaporación del agua del mar […]. El Sol es el motor de esa enorme y gratuita y factoría desalinizadora de agua marina».
Por tanto, en habiendo agua del mar para los próximos catorce milenios, ¿podemos hablar de sequía en estado puro y convivir con esa losa existencial del líquido elemento como el nuevo petróleo abocado a extinguirse y por tanto a provocar la Cuarta Guerra Mundial?
Yo quiero tener todos los embalses de España, y del mundo, en mi cabeza. Porque, si un reactor nuclear de sal en miniatura puede ser una nueva fuente de energía que elimine seculares dependencias, quizá en un futuro próximo la escasez más preocupante sea más de conocimiento y de criterio que de agua.