Nongratismo para los más gratos
«Tiene gracia que dos ministras hayan buscado foco mediático en dar la brasa contra el supermercado favorito de las personas a las que deberían pedir el voto»
El nongratismo es esa estúpida y totalitaria afición de señalar a alguien como indeseable (como «persona non grata») para intentar excluirle de su normal ejercicio de ciudadanía. Siempre se delata por fijar su dedo acusador contra aquellos que son más gratos a los ojos de la gente. Raro sería el caso de un nongratismo que señalara, por ejemplo, a un terrorista excarcelado con especial celeridad el día que regresa su pueblo. Lo habitual, ahora y por estos lares, es que a ése -precisamente a ése- la minoría señaladora le monte sonoros homenajes de bienvenida.
El nongratismo no es para los non gratos: está pensado contra los más gratos. Se exhibe con el evidente propósito de desprestigiarlos en medio del resignado silencio de quienes no quieren líos. El objetivo es amilanar a unos y a otros: al grato non grato y a los silentes temerosos de gritar su gratitud.
Los dos ejemplos de esta semana son paradigmáticos. Lo es la turra, sin venir a cuento, de las ministras de Podemos contra Mercadona y contra su presidente, Juan Roig. Y lo es también el escrache, con insuperable discurso de alumna ejemplar incluido, que regalaron en la Universidad Complutense a Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid. Ambos, eso sí, tienen cierta gracia.
Tiene gracia que dos ministras de cuota hayan buscado foco mediático en dar la brasa contra el supermercado favorito de las personas a las que, en teoría, deberían pedir el voto. Pero no. Los clientes de Mercadona son demasiados, les gusta comprar barato pero quieren cierta calidad a buen precio, y las dos ministras de cuota saben (deberían ya saber) que hoy, en solitario, su marca (Podemos) está en condiciones de retornar a los exiguos mínimos de los partidos de izquierda extraparlamentaria de los que proceden.
Sería demasiado doloroso contar su realidad: que no son nada si no disimulan para integrarse en el conglomerado de partidos Frankenstein que está intentando hilvanar Yolanda Díaz (a la que aborrecen), bajo la complaciente mirada supervisora de Pedro Sánchez, y que todo lo fían a la crédula esperanza de que VuELva a su rescate su padre fundador, Pablo Iglesias. Ni son ni serán nada. Por eso, mejor ocupar el espacio catódico con un ataque impostado contra El Corte Inglés de la Alimentación de estos nuevos años veinte. Porque sí, al igual que en los años sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado el centro comercial de la clase media (con aspiraciones) era El Corte Inglés, en estos años veinte del nuevo siglo el supermercado de alimentación de los hijos y nietos de aquella clase media (hoy, sin aspiraciones) es Mercadona.
Y, al igual que entonces el cliente más avispado de El Corte Inglés pudo buscar con la mirada en alguna planta de caballeros para, quizá, imaginar que andaba por ahí Isidoro Álvarez vigilando que todo estaba en orden, hoy su nieto podría mirar de reojo una cámara de seguridad de Mercadona pensando que, quizá, esté viendo esas imágenes Juan Roig para asegurarse de que «los jefes» (los clientes, en su retórica) van bien servidos.
«El «capitalismo despiadado» de Juan Roig es tan fake como el ‘asesina’ y el ‘fascista’ que gritaron a Isabel Díaz Ayuso»
Porque Mercadona es una empresa española de empresario español que hoy cuenta con la mejor medida del éxito: el respaldo en ventas en España de una creciente clientela patria. Puede dejar de crecer, claro, pero es poco probable que tal cosa ocurra porque a dos improbables ministras se les llene la boca con la cantinela de «capitalismo despiadado», cuando además su modelo imita más bien a una suerte de socialdemocracia empresarial que emplea a casi 100.000 personas, ofrece contratos indefinidos con sueldos por encima de la media del sector, y ajusta salarios a la inflación.
El «capitalismo despiadado» de Juan Roig es tan fake como el «asesina» y el «fascista» que gritaron a Isabel Díaz Ayuso en su Facultad de Periodismo de la Complutense. Por cierto, una digresión: con todo el respeto para los que hayan cursado esos estudios, al ver y escuchar la indescriptible intervención de la hoy célebre alumna modelo Elisa María Lozano me pareció aún mejor idea que hace más de 35 años el proyecto de Juan Luis Cebrián para dirigir la formación académica de Periodismo a un máster de posgrado con prácticas para estudiantes que hubieran terminado su licenciatura en cualquier otra cosa, pero en otra cosa. Al fin y al cabo, el periodismo es un oficio que se aprende practicándolo, con alguna cualidad innata para contar las cosas y cantidades ingentes de vocación. Lo de la alumna modelo que dice «tener claro que se tiene que hacer cine político y se tiene que hacer cine políticamente, ¿vale?, pero políticamente de verdad» seguro que es algo radicalmente distinto.
Lo que no fue nada distinto, sino lo de siempre, es el escrache contra Ayuso. Se trataba de dejar meridianamente claro que los señaladores la han señalado como «persona non grata», también en la Facultad en la que estudió de la Comunidad Autónoma que preside.
El nongratismo busca amedrentar, desprestigiar y esquinar. ¿Puede lograrlo? En mayo de hace dos años todos esos abundantes ataques contra Ayuso rebotaron en la cara de sus promotores en una suerte de efecto boomerang que acrecentó el respaldo ciudadano hacia la presidenta madrileña. ¿Por qué insisten? Posiblemente porque piensen que lo que falló fue la dosis. Que el error no fueron los variados intentos de nongratismo contra Ayuso sino la (¿¡escasa!?) medida de esos ataques. Posiblemente crean que hace falta más. Mucho más. O quizá no se les ocurra ninguna otra cosa.
El hecho cierto, y comprobado, es que es costumbre en la izquierda atacar los puntos fuertes de la derecha como estrategia de desgaste. La derecha, más conservadora, se limita a buscar los puntos débiles para concentrar en ellos su acometida. Es la estrategia del derrumbe de la viga maestra frente a la de la erosión continuada de los puntos débiles. De ambas, ¿cuál es más eficaz? Pues depende de si se logra o no que sucumba esa viga maestra, claro.
El nongratismo contra los más gratos es una fórmula evidente para intentar demoler las vigas maestras, se llamen Mercadona o Ayuso, en las empresas y en la política. Como es también otra fórmula evidente acusar de extremismo a quien, como Alberto Núñez Feijóo, es epítome del centrismo. El plan es muy simple: si cae la viga maestra se desplomará sobre sus escombros todo lo demás. En eso estamos.