THE OBJECTIVE
Carlos Rojas

Sánchez, ante el espejo y el reloj

«Lo más grave del presidente no es que no sepa dónde está el interés de los españoles, lo más grave es que lo sabe, pero no lo defiende porque no le conviene»

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Sánchez, ante el espejo y el reloj

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

 «Sr. Sánchez, usted no es el Sr. Sánchez del 2019», así le resumió Feijóo al presidente del Gobierno su giro de estos años en un cara a cara en el Senado.

Que la trayectoria de Sánchez está marcada por la mentira es de sobra conocido. La mentira es la materia prima de la coalición actual que preside. Pero decir eso no basta para entender la gravedad de lo que ocurre. Los compromisos incumplidos no son sobre asuntos periféricos o de segunda fila, sino cuestiones esenciales que afectan al núcleo de la política española: el rechazo a coaligarse con Podemos o pactar con Bildu; la calificación jurídica del golpe en Cataluña; la defensa de la integridad territorial…  

Entre esos compromisos y su abandono no han mediado circunstancias que justifiquen el cambio. González modificó posiciones políticas importantes después de su victoria de 1982, para asumir el atlantismo y la ortodoxia europea, por ejemplo. Y también se comprende que un compromiso sobre impuestos adquirido antes de que estalle una crisis mundial deba ser ajustado a un entorno financiero sobrevenido y urgente. Es decir, se puede entender -y la sociedad española lo hace- que un compromiso electoral se matice y se adapte a las circunstancias cuando eso se hace a la luz del interés general. De hecho, es lo que se espera de un político responsable. Pero ese no es el caso de Sánchez.

Sus contradicciones, sus palmarias falsedades, su absoluta falta de respeto hacia sus votantes y al Parlamento ante el que expuso su programa de gobierno al solicitar su investidura, carecen por completo de justificación. 

«Sánchez finge no ser lo que es: un oportunista que sacrifica el interés general por el interés personal»

Lo único sobrevenido fue el resultado de unas elecciones forzadas con el propósito de mejorar su resultado y no tener que hacer lo que finalmente hizo en apenas unas horas, sin dejar opción alguna a un acercamiento con el PP. Pero esas elecciones empeoraron su resultado hasta ponerlo en una encrucijada personal: explicarse ante su partido por convocar elecciones y tener peor resultado, o ignorar sus propias palabras para poder ser presidente del Gobierno. Eligió lo segundo. Nadie le forzó. Sánchez, como político, es esa decisión. 

Después de hacer eso y por eso, Sánchez ha buscado una coartada muy gastada ya: «La necesidad de evitar que la derecha llegue al poder». De este modo finge no ser lo que es y no saber lo que sabe: un oportunista que sacrifica el interés general por el interés personal. Y acredita un desconocimiento sorprendente sobre la madurez y sobre la inteligencia de la sociedad española, inmunizada hace mucho tiempo frente a ese tipo de artificios retóricos grotescos y fuera de tiempo y lugar en la España de 2023. Una España que acaba de registrar con alivio y con satisfacción una mayoría absoluta histórica para el centroderecha andaluz. Porque los andaluces no solo no temen al PP sino que ya conocen al PSOE. 

Lo más grave de Sánchez no es que no sepa dónde está el interés de los españoles que prometió defender, lo más grave es que lo sabe, pero no lo defiende porque no le conviene. 

Hay una posibilidad más inquietante: que cuando declaró aquello a lo que luego ha faltado no estuviera expresando una convicción sino adoptando una postura de cara a la galería en período electoral. Es decir, es posible que en realidad no estemos ante un único ejercicio de hipocresía sino ante dos consecutivos. Y seguidos luego por algunos más. 

Quizás ha llegado a creer que en ese proceso lo iba a acompañar también la sociedad española, «la calle», como suele decir. Pero la calle, a diferencia del aparato socialista actual, ni le teme ni le debe nada, así que no se deja guionizar y le dice lo que piensa cuando tiene oportunidad de hacerlo. 

El Partido Popular ha rechazado siempre cualquier tipo de escrache o presión violenta sobre cualquier persona. Da igual el partido, la circunstancia o la razón. Cualquier razón que se pueda tener se pierde cuando se actúa de forma violenta contra alguien.  No queremos para nadie lo que tantas veces se ha querido para nosotros y habitualmente se justifica y hasta se alienta. Así acabamos de verlo una vez más con el acoso sufrido por la presidenta de la Comunidad de Madrid. 

«El presidente tiene un problema con la calle, que es tanto como decir que tiene un problema con la realidad»

Pero a reserva de esto, es evidente que Sánchez tiene un problema con la calle, que es tanto como decir que tiene un problema con la realidad. No hablamos ni de escraches organizados, ni de grupos convocados al efecto, ni de episodios aislados orquestados precisamente para tratar de contrarrestar en vano la evidencia de un respaldo público profundo y extenso, como en el caso de Isabel Díaz Ayuso.

Hablamos de un ruido de fondo permanente y espontáneo, real, que acompaña a Sánchez allí a donde va, razón probable de su aversión a los medios de transporte públicos, incluso cuando su uso parece no solo razonable sino obligado por la ejemplaridad exigible a quien ha hecho de la responsabilidad ambiental y del cambio de modelo energético el núcleo de su discurso. De nuevo, hipocresía fundada en la conveniencia personal. 

El miedo de Sánchez a la calle ha crecido en proporción directa a su alejamiento de la verdad. Y episodios tan abochornantes como el del juego de petanca de atrezo señalan un salto cualitativo en el problema esencial: la hipocresía. Hipocresía alimentada ahora por la convicción de que lo que hace, ni gusta a los españoles ni debería ser hecho, y la necesidad de fingir que eso no es así. 

Feijóo tiene razón: el Sánchez del 2019 no es el mismo Sánchez de hoy. No es sólo distinto, sino contrario: su enemigo político. De ahí que la esperanza de Sánchez sea la desmemoria, el olvido. 

Pero el cambio de rumbo llegará y vendrá de las urnas. Porque lo que ni Sánchez ni sus socios van a poder parar es el tiempo. Aunque quizás a esa secreta esperanza aludía su inquietante mención a la parada del núcleo de la Tierra en el Congreso de los Diputados. 

Carlos Rojas es diputado del PP por Granada en el Congreso de los Diputados.

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