Disonancias cognitivas en el PSOE
«Desde la Transición, el PSOE ha pasado de ser un partido socialdemócrata serio a uno desnortado, errático, que avanza sin brújula, dando bandazos»
Aquella brillante frase de Ortega «no sabemos lo que nos pasa y eso es precisamente lo que nos pasa» no es aplicable a la realidad política de la España actual. ¿Por qué? Porque sabemos lo que nos pasa.
Hago esta afirmación (discutible, por supuesto) tras leer el artículo de Ramón Vargas-Machuca Adiós al socialismo liberal en España, publicado en la revista Claves de noviembre/diciembre de 2022. Allí se describe razonadamente lo que le pasa al PSOE pero, a su vez, cómo esto repercute en el sistema político español. Ciertamente, su análisis no puede decirse que sea original ni aislado, muchos has escrito sobre ello en los últimos años, pero pocos han tenido su capacidad de síntesis, su claridad expresiva y su altura intelectual para dar en el clavo de los aspectos fundamentales del cambio experimentado en el partido socialista.
Vargas-Machuca es un antiguo militante del PSOE, miembro de su comité federal entre 1976-1997 y diputado en el Congreso entre 1977 y 1993. En esta época decidió dejar su actividad política y reemprender su carrera universitaria, habiendo sido hasta su no lejana jubilación catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Cádiz.
Debe señalarse que fue pionero -junto a Sacristán y Solé Tura, entre otros- en el estudio de la obra de Gramsci, del que publicó en 1982 su estudio El poder moral de la razón. La filosofía de Antonio Gramsci (Tecnos, 1982), producto de su tesis doctoral. Un Gramsci, por cierto, leído directamente sin pasar por la versión de Ernesto Laclau, tan influyente en algunos dirigentes de Podemos. Vargas-Machuca es, por tanto, un socialista pata negra y un académico considerable y respetado, experto en pensamiento político.
«No se trata de adaptaciones justificadas por los desafíos tecnológicos , el capitalismo globalizado o la crisis ecológica»
Desde esta perspectiva, primero práctica en sus años de militante y diputado y después teórica desde la universidad, ha observado la transformación de su partido. En el artículo al que nos referimos, extrae algunas conclusiones, la principal de las cuales es que desde la Transición el PSOE ha pasado de ser un partido socialdemócrata serio, homologable a los partidos socialistas de su tiempo, a un partido desnortado, errático, que avanza sin brújula, «dando bandazos doctrinales, estratégicos y tácticos». Un PSOE irreconocible.
No se trata de adaptaciones necesarias y justificadas por los cambios acaecidos en tiempos recientes (desafíos tecnológicos y geopolíticos, capitalismo globalizado, crisis ecológica) sino, dice Vargas-Machuca, de una verdadera mutación que afecta también a los principios y valores del partido, que empezaron a cambiar con Rodríguez Zapatero y están siendo rematados por Pedro Sánchez.
En esta mutación destaca la condición de los militantes y dirigentes, incluso la relación entre ambos. Están en auge los que llama «políticos rampantes»: conservar el puesto en el partido y vivir de la política es su continua obsesión, guía todas sus actuaciones. Como le dijo un amigo con experiencia: «Desengáñate, Ramón, lo importante no es decir lo que tú piensas sino saber lo que el jefe quiere escuchar». Desgraciada realidad, no sólo en el PSOE: clientelismo, cooptación, ausencia de debate interno, cesarismo del líder. Quizás es el principal problema de la democracia española.
Pero lo nuevo en el PSOE son los incoherentes cambios políticos de fondo. Con Zapatero se empezaron a mezclar las ideas socialdemócratas propias de la posguerra mundial (el social-liberalismo de Bobbio, para poner un ejemplo de teórico ilustre e influyente en ese partido) con otras ideas, interesantes en sí mismas, pero mezcladas sin orden alguno de Rawls, Pettit o la tercera vía de Tony Blair, todos revueltos en un mejunje incomprensible y contradictorio, aderezado todo ello con el feminismo (no se sabía si el igualitario o el identitario, qué más daba si ello proporcionaba votos) y el ecologismo en sus muy distintas variantes. Politólogos, sociólogos y expertos en comunicación, agitaban con brío e ignorancia este cóctel sembrando una muy notable confusión.
«Sánchez ha llevado este caos ideológico al extremo porque las ideas de su partido se hacen depender de sus intereses de poder»
Sánchez ha llevado este caos ideológico al extremo porque las ideas de su partido se hacen depender de sus intereses de poder. Así, por ejemplo, la ley de memoria democrática sirve para blanquear a ETA, reescribir la transición (que es lo mismo que deslegitimar la España constitucional) y extender sombras de sospecha al PSOE de Felipe González al alargar incomprensiblemente su eficacia hasta el 31 de diciembre de 1983, como si la dictadura franquista hubiera durado hasta esa fecha.
El indulto a los que intentaron un golpe de Estado -cosa que no se hizo con los militares del 23-F- y después la supresión del delito de sedición por el que fueron condenados, la rebaja de la malversación, además de otras irregularidades institucionales de los últimos meses, no forman parte del artículo porque imagino fue escrito antes de que acontecieran tan graves hechos, pero son la continuación de las consideraciones del autor.
Quizás la frase clave está en la conclusión que encabeza el último párrafo: «Muchas veces el desorden epistémico precede a la catástrofe moral». En efecto, los desvaríos de la razón producen monstruos y los cambios ideológicos incoherentes, poco meditados y aún menos debatidos, solo producen bajeza ética, la de aquellos viejos socialistas que, a diferencia de Vargas-Machuca y muchos otros, padecen lo que los psicólogos denominan disonancias cognitivas, es decir, incoherencias entre sus ideas, creencias y emociones con su comportamiento político personal.
Saben lo que pasa pero han decidido ignorarlo, no sea que les comporte complicaciones no deseadas. Por ahí asoma la catástrofe moral.