El 'madero' Mata Hari
«Entiendo que las ocho chicas se sientan engañadas. En todo caso, apelar al ‘heteropatriarcado’ en esta situación no sé yo si es ir demasiado lejos»
En la película Infiltrados, de Martin Scorsese, el policía al que da vida Leonardo DiCaprio se convierte en topo de una organización criminal cuyos miembros no se andan con tonterías. Lo pasa francamente mal. Y le vemos toda la película dando gritos y con la cara desencajada. Para disimular, tiene que repartir alguna que otra paliza y, claro está, debe participar en algunos actos delictivos. Estos días hemos sabido que nuestros policías nacionales también se dedican a delicadas labores de infiltración. La cosa tal vez no da para una película, pero sí para una jugosa miniserie sentimental, tal y como ya aventuran por algunos hilos ladinos de las redes. En este caso concreto, Daniel, un policía que se pasó tres años investigando a grupos antisistema de Barcelona. Para ello, según han denunciado ocho chicas, mantuvo «relaciones sexoafectivas» con ellas como estrategia de infiltración. No sé la cantidad de información acumulada, pero ciertamente el hombre no perdió el tiempo.
El caso se puede leer extensamente en un meritorio reportaje y una entrevista con una de las afectadas en La Directa. A diferencia de aquel amargado policía de la película se Scorsese, nuestro infiltrado aparece siempre sonriente en las imágenes del reportaje. Los testimonios hablan de un hombre simpático, de amistad contagiosa y a una cerveza pegado. En su justa medida juerguista y con pocas tablas ideológicas. Se declaraba anarquista, que, lejanos ya aquellos años de plomo de 1937, es una manera plácida de vivir la fiesta sin polemizar con ninguna de las distintas facciones de la izquierda. De hecho, cuando preguntan a Clara, una de las chicas engañadas, explica que la dinámica general de Daniel era hacer bromas de todo y acabar dándole la razón a ella. Nos encontramos, pues, con un espécimen que lejos de la esgrima dialéctica y el debate de ideas, buscaba la aceptación por el método rápido de lo que actualmente se conoce como la empatía. Clara llega a afirmar que se trataba de un prototipo de «tío que crees que no existe».
«Tiene guasa que su camiseta predilecta exhibiera el lema MonoPoly y estampado apareciera un mono disfrazado de policía»
Puestos a crear una identidad, fabulemos a lo grande. Dani se presentó con la estética del buen antisistema. Ni el pañuelo palestino le faltaba. Tiene guasa que su camiseta predilecta exhibiera el lema MonoPoly y estampado apareciera un mono disfrazado de policía. Así se las gastaba nuestro hombre en Sant Andreu de Palomar. Cresta y aros en las orejas. Fue añadiendo tatuajes a unos brazos bien trabajados en el gimnasio, y sumando relaciones sexoafectivas como muescas en la culata del revólver. Se vino tan arriba en su activismo que fue multado por los antidisturbios de los Mossos d’Esquadra. 600 euros en aplicación de la Ley Mordaza. Pero no presentó recurso a la sanción administrativa y, según contó a sus nuevos amigos, no la pagó. De esta manera se fue forjando una identidad irresistible que, tal y como apunta La Directa, tenía como norma el «flirteo constante», el buen rollo, la discreción y un perfil político bajo.
Entiendo que las ocho chicas se sientan engañadas. Desconozco si sus quejas pueden tener el más mínimo recorrido legal. En todo caso apelar al «heteropatriarcado» en esta situación no sé yo si es ir demasiado lejos. ¿Cuántas veces se ha dicho que el hombre pierde el juicio ante los encantos irresistibles de una mujer? ¿Cuántos hombres han sido burlados por hábiles estratagemas de alcoba de mujeres?
Sea como fuere, en casos como el que nos ocupa, yo soy partidario de aceptar con dignidad la derrota; y no sin antes sacar una buena lección de la experiencia, despedirme con un admirado touché de quien haya vencido.