España no funciona
«La ausencia de calidad y la falta de cohesión de nuestro Gobierno son las causas que explican sus fracasos y las consecuencias negativas que sufrimos todos»
En la campaña electoral de 1982, aquella que llevó a Felipe González a arrasar en las urnas, el eslogan utilizado por el PSOE fue: «Por el cambio», idea matriz que el entonces candidato socialista desarrolló con esta frase: «El cambio consiste en que España funcione». Nadie podía oponerse a un deseo como el expuesto, pero la dimensión de su impacto hubiera sido irrelevante y electoralmente inútil si en aquel momento los electores no tuvieran como convicción plena que efectivamente España no funcionaba.
Los que vivimos aquella etapa sabemos que el principal motivo por el que España no funcionara era la intensa batalla interna existente en el seno del Gobierno y en la UCD, que era el partido que lo conformaba. La batalla se llevó por delante a Adolfo Suárez, que presentó su dimisión siendo sustituido por Leopoldo Calvo Sotelo, cambio que en absoluto logró que remitieran las batallas reseñadas. Y estando los componentes del Gobierno como estaban -también sus colaboradores- enfrascados en su lucha interna y en la de su partido, la atención a la gestión de la cosa pública pasó a un segundo plano en sus prioridades sufriendo la administración del Estado una significativa degradación.
Que pasados 40 años España ha vuelto a no funcionar constituye una afirmación difícilmente refutable. Como más reciente ejemplo, basta señalar el esperpento de la construcción de túneles ferroviarios carentes de las medidas necesarias para albergar el paso de los trenes. Semejante desatino daría para el mejor de los chistes de Gila si el gran humorista siguiera con nosotros. Es fácil imaginarle con su inseparable teléfono en la mano y diciendo: ¿es el conductor del tren? Que se pare al llegar al túnel, que lo hemos hecho muy estrecho. Lamentablemente, no es el único fracaso gubernamental pues pueden citarse bastantes más. Entre otros y en una relación evidentemente numerus apertus: el ridículo porcentaje de ejecución de los fondos provenientes de la Unión Europea; el atasco en la gestión de la Seguridad Social que está retrasando varios meses el reconocimiento de la jubilación de los nuevos pensionistas; el injustificado retraso en la implementación de medidas sociales como la relativa al Ingreso Mínimo Vital; el vertiginoso crecimiento de los delitos de violencia contra la mujer; la lacerante inutilidad de las medidas adoptadas contra la despoblación de la España vacía; los 14.000 millones de euros entregados a subvenciones ayunas de control; el sonoro y dramático fracaso de la pomposa ley del solo sí es sí…
«Los ministros dedican gran parte de su tiempo a batallas internas resultando preterida la atención a las funciones de su cargo»
Es significativo que ahora, cuando cuarenta años después España tampoco funciona, concurra también la existencia de dos intensas guerras en el seno de los que tienen la responsabilidad de que funcionara: la de Pedro Sánchez y los suyos contra Irene Montero y las suyas, y la de éstas contra Yolanda Díaz. Guerras dentro del Gobierno que se prolongan en sus respectivas fuerzas políticas, siendo evidentemente visible la que se libra en Unidas Podemos y menos perceptible la del PSOE dado el cesarismo habitual en este partido cuando coincide que su líder es presidente del Gobierno, práctica ahora acrecentada por el autoritarismo de los modos sanchistas. Sucede así que los ministros y sus colaboradores dedican gran parte de su tiempo a las batallas internas en las que están involucrados resultando preterida la atención a las funciones de su cargo. Lo peor es que el drama no acaba en lo expuesto, porque a lo anterior se le añaden otras dos circunstancias negativas. Una, que nuestros gobernantes andan también ocupados en propiciar el proyecto de ingeniería social y cambio institucional con el que sueñan. Otra, que su nivel de cualificación técnica y/o profesional no es precisamente el mejor. Las tres variables reseñadas configuran la perversa ecuación que explica por qué no funciona España.
Ciertamente, estando gobernada por unos gobernantes cuya preparación es manifiestamente mejorable, cuya aspiración primordial es promover un cambio socio-institucional en nuestro país y que andan enfrascados en luchas partidistas y de Gobierno, sería un milagro que España funcionara. Desgraciadamente, los milagros no suelen suceder y de ahí que, además de los fiascos citados anteriormente, andemos con nuestras cuentas públicas -déficit y deuda- descuadradas, con nuestra renta per cápita estancada en términos reales, con nuestro desempleo por las nubes pese a los esfuerzos estadísticos de Yolanda Díaz y de Escrivá, con la recuperación del PIB más atrasada de toda la Unión Europa, con una inflación subyacente más que alarmante, con la inversión privada bajo mínimos… No hay que buscar casualidades, todo viene explicado por la causalidad. La ausencia de calidad y la falta de cohesión de nuestro Gobierno son las causas que explican sus fracasos y las consecuencias negativas que sufrimos todos.