THE OBJECTIVE
Francisco Sierra

No, la ley no es buena. Es mala y tiene muchos responsables

«El Gobierno es un local de okupas donde los miembros de Podemos disfrutan de una impunidad desconocida en cualquier democracia seria»

Opinión
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No, la ley no es buena. Es mala y tiene muchos responsables

Irene Montero, Pedro Sánchez e Ione Belarra. | Europa Press

Servida está la reforma de la reforma de la ley del solo sí es sí. Cuatrocientas rebajas de condena después, el goteo interminable es insostenible para un Sánchez que solo por motivos electorales ha decidido reformar la que probablemente sea la mayor y más dolorosa chapuza judicial y de la democracia española. Esa ley que fue avalada por el presidente, Pedro Sánchez, por su Consejo de Ministros y en el Congreso de los Diputados y Senado por los votos de todo el grupo parlamentario socialista y el de todos los grupos de los socios de gobierno y de legislatura. Todos lo aprobaron sin mirar, sin analizar las consecuencias que iba a provocar. Hasta Sánchez dijo que la ley nos ponía en la vanguardia y que pronto sería copiada en todo el mundo. Ahora toca retratarse a todos con esta contrarreforma. De ERC a Bildu pasando por los Compromís o demás socios.

Una reforma a la que la soberbia infantil de Irene Montero, y su bien pagada guardia pretoriana compuesta por la secretaria de estado de Igualdad, Angela Rodriguez Pam y la delegada del Gobierno contra la violencia de género, Victoria Rosell, les impide no ya el mínimo ejercicio de autocrítica, sino incluso el más mínimo gesto humanitario para consolar el daño que han provocado y van a seguir provocando hasta que la reforma entre en vigor, a esas mujeres y niñas víctimas de los depravados sexuales de los que cuarenta de ellos ya están en la calle provocando de nuevo el miedo. 

Estamos en la España de Sánchez y por supuesto que no se habla de responsabilidades políticas. Eso es para otros. Ni ceses ni dimisiones. Pero responsabilidades haberlas, «haylas». Y además graves y dobles. Por un lado, están las responsables de Igualdad. Pero por otro, y quizás más grave, están la desidia, molicie y abandono de todo tipo de sentido de liderazgo y responsabilidad del presidente del Gobierno, que las mantiene en el cargo por el miedo a perder sus apoyos. Sánchez ha convertido el Gobierno en un local de okupas donde los miembros de Unidas Podemos disfrutan de una impunidad desconocida en cualquier democracia seria. Porque no olvidemos que hay ministros como el de consumo, un tal Alberto Garzón, por si se les ha olvidado el nombre, que lleva casi un año sin presentar ninguna propuesta al Consejo de Ministros. Y digo olvidar, porque a otros ni siquiera los conoce. Estoy convencido que, si en la calle se preguntara a los españoles de cualquier ciudad española, incluida Barcelona, el nombre del ministro de Universidades, nadie lo sabría. Más conocida es Ione Belarra, a la que hay que reconocer su maestría para estar siempre en primer plano. Hoy insulta a empresarios, mañana a banqueros y siempre a los populares a los que acusa de todo, olvidando que son ellos los que están en el Gobierno, no el PP.

No, no se me olvida esa vicepresidenta especialista en camuflajes, operaciones de distracción y grandes operaciones para sumar a nadie. Yolanda Díaz, la «elegida» por el dedo de Pablo Iglesias para ser su sucesora, en un proceso en el que se demostró que los deseos personales de un macho alfa son compatibles con un partido que dice llevar por bandera el feminismo y la democracia interna en forma de primarias. Tampoco la vicepresidenta es inocente en este escándalo de la ley del solo sí es sí. Siempre tan elegante con su sonrisa para evitar comprometerse con casi nada que tenga que ver con sus colegas Belarra y Montero. 

«Expertos en la manipulación intentan hacer creer que la anterior ley no condenó con severas penas a los autores de la llamada Manada»

Todos los citados hasta ahora han mentido en distinto grado a la hora de explicar el desastre judicial. Han llamado fascistas y machistas a los jueces. Han dicho que no buscaban la ejemplaridad punitiva de los condenados. Han intentado hacer creer que la reforma quitará el concepto de consentimiento, como si el consentimiento lo hubieran descubierto con esta ley. El consentimiento siempre ha estado presente en el Código Penal. Siempre. Y en su afán de intentar ensuciar la reforma que exige toda la sociedad y el sentido común y de la justicia, y que han preparado sus compañeros de gobierno, la llaman una «vuelta a la ley de la Manada». Expertos en la manipulación intentan hacer creer que la anterior ley no condenó con severas penas a los autores de la llamada Manada.

Dicen ahora los ministros socialistas en masa que la ley es buena, que solo necesita ajustes técnicos. Ahora. Casi cuatro meses después. La ley es buena repite la portavoz del gobierno, la ministra de Justicia, el siempre tan clarividente portavoz de grupo parlamentario socialista o el escondido ministro del interior. Todos aseguran que la ley es buena. Pero no es buena: ha soltado a la calle a cuarenta violadores y ha rebajado las condenas de unos cuatrocientos. Y lo que viene. 

Es indigno el silencio que ha mantenido Sánchez sobre el caos. Y que la primera vez que habla se hace él mismo la víctima. Afirma meses después, ante los sumisos diputados y senadores socialistas que le han aplaudido como si hubiera descubierto el problema, que «la ley ha provocado efectos indeseables y que corto se queda».

Pues es verdad. Corto se queda, porque la ley además creaba salvajadas judiciales como que se redujera la protección a los menores de edad víctimas de delitos sexuales. O que un menor de edad fuera condenado con más pena por el mismo delito sexual que un mayor de edad. Aberraciones a las que nadie parecieron de suficiente gravedad como para salirse del carril marcado por Sánchez. Vista la chapuza, sería recomendable que Sánchez escuche también a sus propias militantes feministas porque la ley trans puede provocar efectos dolorosos de igual o mayor gravedad.

Mayo y las elecciones se acercan y eso a Sánchez sí que le duele. Pide la reforma con urgencia. Cuanto antes. Lo mismo que hizo en diciembre con la derogación del delito de sedición y con la rebaja de las condenas de la malversación. Otro melón que vendrá cuando salgan corruptos a la calle. El tiempo avanza y se le puede juntar a Sánchez la tormenta perfecta. Quizás si ejerciera de presidente y cesara a toda la cúpula de Igualdad, recuperaría algo de imagen presidencial. Aunque solo sea por los votos. Y por dignidad.

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