MyTO

Los Goya como ritual anticapitalista

«El establishment cultural no se quiere reconocer como tal y premia a las películas no por su calidad sino por el hecho de contar el tipo de historia que la ideología vigente requiere»

Opinión

Premiados Goya 2023 | EP

Si bien la vedette parece haber sido esta vez la Sanidad Pública, lo cierto es que resulta ya un clásico de eventos como los Premios Goya, ver a los referentes de la industria cultural del cine sentirse en la obligación de expresar su militancia de ocasión. Esto, claro está, siempre y cuando se trate de una reivindicación políticamente correcta en torno a alguna de las minorías incluida en la agenda progresista. De aquí se sigue que quien no abraza «su» causa justa establecida por el canon del neopuritanismo actual sea sospechoso y «facha» por defecto. 

Sin embargo, el fenómeno es mucho más profundo que las contradicciones de ocasión de un grupo de artistas del establishment cultural que protestan como si no lo fueran y son capaces de jactarse de su cara lavada al tiempo que lucen un vestido Armani y joyas de Rabat. 

Para dar cuenta de ello, me gustaría servirme de las reflexiones del crítico cultural británico Mark Fisher, quien en uno de sus artículos compilados en K-Punk Vol 1, escrito allá por el 2008, afirma: «La ideología del capitalismo hoy es «anticapitalista». El villano de las películas de Hollywood es habitualmente ‘la corporación multinacional malvada’».

Por el momento en que fue escrito, Fisher solo menciona, para graficar, los casos de Wall-E, Aliens, Terminator 2 y Avatar 1. Sobre esta última, por ejemplo, denuncia el modo en que su realizador, James Cameron, hace uso de todos los clichés ambientalistas necesarios para calmar la ecoansiedad juvenil contándonos la historia de unos seres de piel azul que viven en paz y armonía espiritual con la naturaleza. Para Cameron, la salida del actual momento civilizatorio capitalista sería un primitivismo idílico que sería tan risueño como ficticio hasta para los antiguos adoradores de la pachamama y que se expresa en una película cuya realización, seguramente, no ha compensado su huella de carbono. 

«Resulta ya un clásico de eventos como los Premios Goya, ver a los referentes de la industria cultural del cine sentirse en la obligación de expresar su militancia de ocasión»

Avatar es, naturalmente, solo un ejemplo, puesto que la lista de películas con este tipo de mensajes se ha multiplicado al infinito. La razón es que hoy la industria está en manos de plataformas como Disney, Netflix o Amazon, expertas en producciones anticapitalistas que compiten entre sí de modo capitalista y que, en casos como el de Amazon, por ejemplo, ofrecen toda la diversidad requerida en pantalla olvidando los derechos sindicales de sus trabajadores fuera de ella. 

Pero permítaseme una segunda referencia, en este caso literaria, para, al menos, avanzar en alguna hipótesis que explique el fenómeno. Se trata de un cuento de un escritor uruguayo que alcanzó cierto reconocimiento de manera más bien póstuma cuando figuras como Julio Cortázar o Ítalo Calvino lo reivindicaron. Me refiero al inclasificable Felisberto Hernández, un escritor que sin hacer ciencia ficción o literatura fantástica es capaz de encontrar «lo extraño» en lo cotidiano. 

El cuento, titulado ‘Muebles ‘El canario’’, perteneciente a Nadie encendía las lámparas, de 1947, cuenta la historia de un hombre que, andando en tranvía, de repente siente algo frío en su brazo y descubre que un individuo le ha inyectado un líquido desconocido. La zozobra inicial devino perplejidad cuando observó que el inoculador repartía jeringazos a los usuarios del tranvía, los cuales recibían el pinchazo con beneplácito.

Regresó a su casa algo ansioso, se echó a dormir y, a la mañana siguiente, comenzaron los síntomas: voces en su cabeza con mensajes que parecían los de una radio cuya programación era auspiciada por ‘Muebles ‘El canario’’.       

«¿No será que muchos de los artistas que la van de protoanarquistas al tiempo que lloran subsidios estatales, quieren recibir los beneficios del capitalismo pero con una, llamemos, «limpieza de conciencia sustentable»?»

Si bien al principio tuvo dudas, con el correr de las horas se disipó la preocupación por lo que parecía el principio de una esquizofrenia ya que se trataba claramente de una transmisión radial con tangos, radioteatro, sección de noticias y toda la programación común de la época con los avisos pertinentes de la mueblería, claro está. 

Desesperado y temiendo volverse loco, volvió al tranvía para intentar encontrar una cura y tuvo la suerte de toparse con otro inoculador que a pesar de estar ocupado inyectando la sustancia a un grupo de niños, tuvo buena predisposición para ayudarle. Así fue que ante la pregunta acerca de cómo terminar con esta transmisión radial que sonaba en su cabeza y que era auspiciada por la mueblería, indicó: 

 «-Señor, en todos los diarios ha salido el aviso de las tabletas ‘El Canario’. Si a usted no le gusta la transmisión se toma una de ellas y pronto. (…) 

Después el hombre de la inyección se acercó a mí para hablarme en secreto y me dijo: «Yo voy a arreglar su asunto de otra manera. Le cobraré un peso porque le veo cara honrada. Si usted me descubre pierdo el empleo, pues a la compañía le conviene más que se vendan las tabletas».

El inoculador revelaba el secreto. A la mueblería no le interesaba vender muebles sino las tabletas que las personas debían tomar para que el líquido inyectado no tuviera efecto. La empresa que había creado el remedio había generado la enfermedad y el negocio estaba en otra parte. 

¿No será entonces que ese discurso anticapitalista de las corporaciones es la tableta que ahora quieren que consumamos? ¿No será que muchos de los artistas que la van de protoanarquistas al tiempo que lloran subsidios estatales, quieren recibir los beneficios del capitalismo pero con una, llamemos, «limpieza de conciencia sustentable»?

El imperio del bien no quiere que nos demos cuenta que es, ante todo, un imperio; el establishment cultural no se quiere reconocer como tal y, salvo excepciones, premia a las películas no por su calidad sino por el hecho de contar el tipo de historia que la ideología vigente requiere. Todo el tiempo se habla de libertad pero se cancela a aquel artista que se aleje del modelo de una obra que tenga «un mensaje comprometido acorde a los tiempos». 

El ritual anticapitalista con su liturgia se despide hasta el año que viene. Todo ha transcurrido como se preveía. Los malos son muy malos y los buenos son muy buenos. Por cierto: la nueva versión de la tableta ha sido un éxito y se ha agotado. 

11 comentarios
  1. Aquiles

    Goya ??? ….Se deberian llamar Premios «Ombligo»….

  2. Psilvia

    Así es, Dante. Los Goya como un ritual anticapitalista y snob, en que de palabra, obra y acción asumen engañosamente el monopolio de la cultura de este país. En ese patrimonio exclusivo de la cultura, desde la academia, su compromiso está siempre con los valores ideológicos y esencias identitarias que deben prevalecer en la sociedad.

    Por ello, premiar películas rompedoras de sus esquemas mentales, o que hayan sido reconocidas por su calidad en otros certámenes cinematográficos o que tengan un gran tirón comercial, no suelen estar entre las nominadas (tampoco sus directores), porque no responden al ideal snob de la academia , que se ve en la responsabilidad moral de premiar y promocionar «la calidad excepcional» de las pelis que complacen a una «inmensa minoría», como los documentales de la 2 TV. En su criterio ideológico y selectivo el cine que conecta con el público y atrae a una gran mayoría de espectadores no puede ser bueno.

  3. danif

    En una relación del año 2022 de “statista” sobre audiencia de películas las 5 primeras las vieron mas de 7 millones( 7.094.300) y las 3 siguientes As Bestas, Alcarrás y Modelo 77 , 1.335.500.
    El perfil de los productores nacionales de cine político-social parece extraño en el mundo empresarial. Cualquiera que dirige una empresa sabe que la base de su éxito son sus clientes. La primera norma que aprendes , si quieres sobrevivir a la competencia, es que no puedes pelearte con ellos ni insultarlos. Después de más de 40 años de cine , el que continúen con los desprecios a los ciudadanos que no opinan como ellos da la impresión que, a pesar de las votaciones anuales que los han reducido a cuotas mínimas de audiencia , continúan , sin autocrítica, repitiendo los mismos errores. Parece que tienen mas el perfil de funcionarios , que cobran del estado que de empresarios que tienen que convencer al mercado. Les queda , pues, la subvención que les proporciona su dependencia a la clase política dirigente a las que deben sumisión. Porque¿ cómo van a criticar la corrupción y la incompetencia de los políticos si reciben de ellos las subvenciones?

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