Sí es (Jenga) sí
«La horadada torre de nuestras instituciones y nuestra convivencia está hoy tan desvencijada y desparramada como las piezas del Jenga presidencial»
Cuando Pedro Sánchez era aún niño hacía furor el Jenga, un sencillo y fantástico juego de habilidad motriz y estrategia creado en los años 70 por una de las fundadoras de los Oxford Games, y lanzado a todo el mundo a mediados de los 80 por Hasbro. Es una torre formada por 54 bloques de madera (tres por piso), y el juego consiste en ir horadando la torre para elevar su altura (desde los 18 pisos iniciales) sin que el sencillo rompecabezas se desmorone. Se trata, simplemente, de que la torre vaya ganando altura mientras pierde solidez y estabilidad. Pierde quien quita la pieza que hace que la torre se desplome.
Quizá tengan algún Jenga aún por casa y, seguro, se seguirá vendiendo. Cuando se cumplieron 30 años del lanzamiento, Hasbro había vendido más de 80 millones de estas torres de bloques de madera. Y pocos juegos son tan sencillos de copiar, plagiar y comercializar con éxito.
En estos años, al contemplar la determinación del aún presidente del Gobierno por ir horadando las instituciones y, a la vez, utilizar esa afición tan suya por la carcoma para elevar su posición personal al coste de deteriorarlo todo un poco más, cabía imaginar que tuvo que ser un consumado jugador de Jenga, y no solo un aficionado al baloncesto. Al menos, así lo ha sido en sus ya casi cinco años al frente del Gobierno y en los otros tantos que le permitieron llegar a dirigir su partido y forjar desde allí la moción de censura de 2018.
La torre del Jenga presidencial se ha desplomado sin remedio con el fiasco del ‘Sí es Sí’ podemita. Había aguantado de todo: el torreón de su mandato ha soportado desde las reformas a la carta de los delitos de sedición y malversación a los cierres inconstitucionales del Parlamento; del sologripismo del inicio de la pandemia a tirar -sin que nadie mueva una pestaña- cantidades ingentes de vacunas sin usar… para seguir comprando otras no validadas; desde el incomprensible Pegasus al insondable cambio de posición con el Sáhara Occidental; de los altivos desplantes al Rey Felipe a la obsecuente visita a la tumba del Rey Hassan; de la pérdida del gas argelino al regalo a los consumidores franceses de energía subvencionada por los consumidores españoles; desde la demonización de los empresarios españoles a la incapacidad para gestionar los fondos europeos en beneficio de alguien más allá de los muy amigos; de la retórica de apoyo a Ucrania a la abierta financiación a la guerra de Putin con mayores compras de gas ruso; desde presumir de milagro económico a olvidar que seguimos siendo el único país europeo que aún no ha recuperado el PIB pre-pandemia; de usar el Falcon hasta para ir de Sevilla a Málaga (como ayer) a las olvidadas maletas venezolanas de Delcy-Ábalos en Barajas… Todo eso -y mucho más- sin mencionar el último multimillonario fiasco de trenes que no caben en los túneles: ¡multimillonario e incomprensible desaguisado sin que nadie asuma responsabilidad alguna!
«El torreón de su mandato ha soportado desde las reformas a la carta de los delitos de sedición y malversación a los cierres inconstitucionales del Parlamento»
El Jenga presidencial ha aguantado de todo y por su orden. El desplome ocurrió con los “efectos indeseados que nadie previó” (sic) de la pésima ley del ‘Sí es Sí’. “Que nadie previó”, según el ministro Bolaños, porque nadie escuchó a los que saben ni leyó informe experto alguno. Y hoy (de momento) parece haber un rotundo consenso en sostener que ésta ha sido la pieza que ha desbaratado sin remedio la siempre frágil conexión de un líder con su electorado. En este caso, de Pedro Sánchez con el muy baqueteado votante socialista de toda la vida. ¡Sí es (Jenga) Sí!
¿Game over? Mejor será no lanzar las campanas al vuelo. La horadada torre de nuestras instituciones y nuestra convivencia está hoy tan desvencijada y desparramada como las piezas del Jenga presidencial. Pero aún queda tiempo de juego. Al menos, hasta el 28 de mayo, o quizá hasta el 10 de diciembre. Y otra de las acreditadas habilidades de nuestro baloncestista consiste en mutualizar daños y en endosar a otros el coste de sus propios errores.
Por ejemplo, y es sólo un ejemplo. El conteo de los agresores sexuales beneficiados por la célebre ley del feminismo podemita ya supera el medio millar, aunque se apunta al millar, de los 4.000 encarcelados por estos crímenes. Y se teme que la cifra seguirá creciendo. ¿A quién endosará Sánchez (y sus solícitos corifeos) cada nuevo beneficiario de la ley del ‘Sí es Sí’ de la pandilla de Irene Montero a partir del instante en el que el Congreso inicie la tramitación de su reforma?
«Por ejemplo, y es sólo un ejemplo. El conteo de los agresores sexuales beneficiados por la célebre ley del feminismo podemita ya supera el medio millar, aunque se apunta al millar, de los 4.000 encarcelados por estos crímenes. Y se teme que la cifra seguirá creciendo»
¡Acertaron! Se le endosará a Feijóo o, si acaso, a la derecha. A esa misma “derecha” a la que endosan, nada menos, que estar en el Gobierno en 2008, cuando estalló la crisis financiera que negaba el entonces presidente, José Luis Rodríguez Zapatero. Si Sánchez y sus ministras pueden aplaudir ufanos a un tal Lobato cuando afirma: “Menos mal que en esta crisis ha gobernado el PSOE, no como en 2008”, ¿qué no harán para desembarazarse del ‘Sí es Sí’? ¡Pronto será una ley de Feijóo a la que la izquierda -siempre feminista- se oponía porque ‘todo el mundo, menos la derecha, sabía que iba a reducir las penas a los violadores’! En eso consiste la (des)memoria democrática.
No es incomprensible que el PSOE quiera olvidar que el mandato de Zapatero llegó hasta finales de 2011. Y que quiera borrar cómo su anterior líder renegó de sí mismo en mayo de 2010 para aferrarse al cargo. De ahí a falsear la historia… Pues solo hay un paso. El mismo paso que el mismo PSOE dio el último octubre cuando decidió que la celebración del 40 aniversario de la victoria de Felipe González en 1982 equivalía a conmemorar 40 años de democracia en España. ¡Hombre, no! El arranque de este periodo democrático comenzó bastante antes. Hay que agradecérselo, también, a los procuradores en las Cortes franquistas que decidieron hacerse el harakiri en el otoño de 1976. Y, desde luego, a la inmensa mayoría de los españoles que respaldó el referéndum para la reforma política en diciembre de ese año… haciendo oídos sordos a la petición de voto ‘no’, es decir, del voto por la ruptura que propugnaban los socios del PSOE hoy en el Gobierno y en la coalición Frankenstein.
Pues bien, en esa tarea de endosar a otros errores propios y de mutualizar sus costes estamos porque de ella depende minorar la muy probable derrota de Sánchez en las urnas. No es novedad. Cuando la izquierda pierde rotundamente el respaldo de la calle, son multitud los analistas que se duelen por el muy preocupante desprestigio de la política: así, en general, y sin distingos.
«Cuando la izquierda pierde rotundamente el respaldo de la calle, son multitud los analistas que se duelen por el muy preocupante desprestigio de la política»
Por cierto, conviene no olvidar un pequeño detalle: Sánchez llegó al Gobierno con el peor resultado electoral de la historia del PSOE. Solo 85 diputados. Muy por delante (137 diputados) estaba Mariano Rajoy, el derrotado en aquella moción de censura. ¡A 52 escaños de distancia! Y, si Frankenstein lo permite, nada impedirá repetir la hazaña incluso con menos de 85 escaños socialistas y más de 137 populares. Su único problema, a día de hoy, es que la suma de Frankenstein tampoco da. ¡Qué le vamos a hacer!