THE OBJECTIVE
Enrique Cocero

La fuerza de la costumbre

«En el año electoral que se avecina parece que todos quieran jugar el rol de aspirante con pocos medios, incluido el presidente del Gobierno»

Opinión
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La fuerza de la costumbre

Pedro Sánchez, Nadia Calviño y Yolanda Díaz.

Moneyball tiene grandes momentos y uno de ellos es cuando Billy Beane (Brad Pitt) despide a Grady Fuson (Ken Medlock), se vuelve a la sala donde estaba y le dice a Peter Brand (Jonah Hill): «Somos solo tú y yo, Pete. Vamos a todo».

Beane, en ese momento, debía sentirse muy solo. Sin nadie que entendiera que, para ganar la liga de béisbol con un equipo entre los tres con menos presupuesto, no bastaba con fijarse en los jugadores guapos, altos y fuertes, sino que había que buscar allí donde el resto pensaba que no había nada.

Estas historias de salir desde muy atrás y triunfar o quedarte muy, muy cerca (en Un domingo cualquiera, también lo podemos ver) suelen ser inspiradoras y legendarias si terminan bien.

Aunque, como decían en En busca de Bobby Fischer: «Si lo apuestas todo y no triunfas, no serás más que otro fracasado de Brooklyn»… pero sin el glamour alternativo del barrio neoyorquino, en la mayoría de los casos.

Comento esto porque en el año electoral que se avecina parece que todos quieran jugar el rol de aspirante con pocos medios, incluido el presidente del Gobierno.

… o, especialmente, el presidente del Gobierno.

Pedro Sánchez lo tiene todo montado: agencias, aplicaciones, consultores, asesores y fotógrafos, cámaras y editores de vídeo más que de sobra, como vimos en su reciente visita a una pareja en Leganés para explicar, con un ejemplo gráfico, las bondades del Salario Mínimo Interprofesional.

«Los salarios deberían subir, pero de forma acorde a la economía»

No me malinterpreten. Creo que los salarios deberían subir, pero de forma acorde a la economía porque, de no hacerlo, se resentirán el empleo y los precios.

Pongan por ejemplo Estados Unidos. En enero han añadido más de 500.000 empleos a la economía, dejando la tasa de desempleo en un 3,4%.

Les garantizo que no ha sido ni por una mayor creación de puestos públicos ni por una regularización contractual masiva a causa de una reforma laboral.

Se han añadido porque la economía los necesitaba. Porque se están abriendo nuevas fronteras de conocimiento, tecnológicas y, también, porque el turismo vuelve a despuntar, claro.

Con ello, a una mayor oferta de puestos de trabajo, los salarios suben, porque la competición por encontrar al trabajador más adecuado se activa y el principal incentivo es el sueldo. Así que se han incrementado un 4,4% y uno podrá decir que es una buena cifra para ser un promedio.

Lo es. Pero como siempre hay que compararlo con algo y la mejor referencia es la inflación… pues nuestro gozo en un pozo, porque la inflación de aquel país está en un 8,5%, con lo que la media del incremento no cubre la inflación.

Pero en España no crecemos. De hecho, aún no hemos recuperado los niveles previos a la pandemia. ¿Que los datos son mejores que los del mes pasado? ¿Mejores que los del año pasado?

Pues… más nos vale, pero ya vemos que, superadas las actualizaciones a fijos discontinuos, el mercado de trabajo no crece y, es más, hay empleo que se destruye. Al tiempo la cesta de la compra sube y la inflación no baja tras notar los efectos de la retirada de la ayuda al combustible.

Pero soy un elemento de la derecha política y mediática, lo que me hace, a falta de un término mejor, un aguafiestas. Y aquí es donde entra el factor aspirante de la campaña que plantea Pedro Sánchez.

Hasta ahora le hemos visto en vídeos de cotidianeidad forzada con militantes pensionistas jugando a la petanca, con militantes ciclistas y con militantes que cobran el SMI.

Lo que persiguen estas acciones es potenciar por contraste, porque en campaña electoral todo es una cuestión de buenos / malos y ponerte del lado de los más desfavorecidos, o los más responsables con el medio ambiente, te hace a ti el bueno.

«El problema llega cuando eres el bueno y al malo lo tienes dentro y… esto es lo que le pasa ahora al PSOE con Podemos»

El caso es que el concepto bueno / malo es muy fácil de entender y tiene fuerte impacto. El problema llega cuando eres el bueno y al malo lo tienes dentro y… esto es lo que le está pasando ahora al PSOE con Podemos y la (pretendida) reforma de la ley del solo sí es sí.

Por ejemplo: escuchaba a la secretaria de Estado, Ángela Rodríguez Pam, atacar esta semana a Pedro Sánchez por compartir (en apariencia) tesis sobre la citada reforma.

A la secretaria de Estado le es más fácil, pues, plantearlo en términos de buenos y malos, que admitir la realidad: que la agresión sexual está saliendo redonda a los agresores. Pero ella insiste, al igual que Podemos, no porque la ley sea buena o mala o porque una reforma arregle el desastre. Insiste sólo porque la única reforma viable que vuelva las cosas a su lógica ya la ha formulado el Partido Popular.

Así que toca aplicar distracciones y estas distracciones abundan aún más en el modelo y esto siempre tiene una pauta: el PSOE, en tensión con Podemos, se mete en un problema grave.

Podemos no cede y argumenta identificando al PSOE con el PP. El PSOE, que no quiere parecerse al PP, busca alguna solución que vaya contra el Presupuesto o algún tipo de regulación que ponga en tensión a las empresas o a las clases medias (aquí cambiamos buenos / malos por los de arriba / los de abajo).

Entonces lanza una medida social, tan social, que se posiciona muy a la izquierda, pegado a Podemos. Queriendo desactivar a Podemos, la medida busca una adherencia en alguien que tenga más impacto en la misma izquierda donde está Podemos (Yolanda Díaz) y se capitaliza desde la Presidencia del Gobierno para volver a ser el Gobierno más social de la historia.

Pero, insisto, no es de buenos y malos. Ni siquiera de arriba y abajo.

El Gobierno se está preocupando de posiciones virtuosas cuando, en tres años, ha incrementado la deuda un 20%, la ha situado en el 118% del PIB (debemos bastante más de lo que producimos) y llegando a 1,4 billones de euros de deuda, de la que vamos a pagar 34.000 millones en intereses este año.

Un modelo que se aleja mucho de una realidad como la que presenta EEUU y otros «países de nuestro entorno» y que establece una clasificación de buenos y malos, sí, pero de buenos y malos gestores.

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