La sanidad pública, sentido y sensibilidad
«Ayuso debería tener más cautela en sus declaraciones y hacer un esfuerzo de comunicación y diálogo»
Pocas cosas hay de las que España pueda estar tan orgullosa como de su sistema sanitario público. Solo la maravilla del sistema nacional de trasplantes, que además está totalmente conectado con el sanitario, supera la fama de una sanidad pública que ha sido puesta de ejemplo muchas veces en todo el mundo. Para muchos es la considerada «joya de la corona» del estado de bienestar, ese logro y paradigma de los países europeos avanzados frente al resto del globo. A España venían a operarse jubilados nórdicos aprovechando un generoso sistema que siempre ha dado cobertura. A todos. También los inmigrantes, incluyendo los llamados ilegales, se han beneficiado de un derecho que para los españoles es sagrado.
Todo lo que tiene que ver con la sanidad pública tiene una especial sensibilidad para todos, y no solo para los madrileños. Aunque parece que solo los madrileños salen a la calle a manifestarlo. La pandemia de la Covid generó una ola de admiración hacia unos profesionales de la sanidad que lo dieron todo, algunos hasta la vida, para asistir y atender a millones de pacientes. Una pandemia que dejó en evidencia los pies de barro del sistema del que depende la salud de millones de españoles. Médicos y enfermeras comprobaron que su esforzado trabajo no era reconocido ni salarial ni profesionalmente en España, como sí lo era en otros países.
Este es el primer factor de nuestra tormenta sanitaria. La administración española no reconoce salarialmente la importancia de unos profesionales públicos que tienen que estudiar hasta doce años para poder ejercer su profesión. Dicen, cuando un país sabe pagar y reconocer socialmente a sus médicos y profesores, que es cuando ese país es avanzado. España no lo es. Y los profesionales sanitarios se sienten tentados a emigrar a países como Francia, Alemania o Reino Unido en donde se les paga hasta tres y cuatro veces más y cuentan con más tiempo y recursos para atender a sus pacientes. Una diferencia abismal. Muchos se van y no es fácil sustituirlos. Y a esta dificultad se suma el enorme número de profesionales que se están jubilando.
Esta realidad pone de manifiesto el fracaso de un sistema público educacional y sanitario, en el que con los impuestos de los españoles se han pagado unos estudios y prácticas a unos profesionales que de alguna forma deberían tener un compromiso de permanencia en algunos años con la administración pública, al igual que ocurre con los pilotos militares que tienen que permanecer unos años en el Ejercito antes de pasarse al sector privado. Y por el otro lado, deberían ofrecerles salarios y condiciones dignas de trabajo y así es menos probable que emigraran.
Faltan médicos. Cada vez más. Y sin embargo el número de plazas MIR, de plazas de especialización y residencia permanecen limitados por el ministerio de Sanidad. Decenas de facultades de medicina lanzando a la calle licenciados que no pueden acceder a la especialización. Se preguntaba el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo sobre las razones por las que el gobierno no crea más plazas de médicos, no amplía las plazas de los MIR y provoca que no haya médicos de atención primaria ni pediatras de atención primaria.
En este escenario de falta de médicos es interesante observar las cifras de listas de espera por comunidades. Con datos del ministerio de Sanidad los españoles, en atención primaria, esperan una media de 8,8 días. Por comunidades, las mayores esperas están en Cataluña con 11,6 días, la Comunidad Valenciana con 10 y Canarias con 9,7. En la Comunidad de Madrid la espera es de nueve días. Las esperas más cortas son en el País Vasco con 5,3 días y Asturias y Castilla y León con 5,6.
En el caso de las listas de espera para operaciones el tiempo medio de espera es 113 días. De nuevo los peores datos son para Cataluña con 151 días de espera. Los mismos que en Aragón. Por detrás Canarias con 144, Extremadura con 139 días y Cantabria con 132. Donde menos se tarda en operarse es en Navarra con 64 días, Madrid con 65 y País Vasco con 72.
Madrid es una comunidad con características muy específicas, con una gran densidad poblacional, con asistencia a miles de pacientes procedentes de las comunidades limítrofes y con la mayor red hospitalaria tanto pública como privada. Cierto es que, tras la pandemia de la Covid, las urgencias y la asistencia primaria en general han venido sufriendo necesidades y falta de recursos. No en todos los distritos, no en todas las localidades, pero sí en general. Problemas genéricos que han provocado las huelgas de los sindicatos médicos. Dicen desde la Puerta del Sol que en el resto de las comunidades españolas que también ha habido huelgas de médicos, los sindicatos han aceptado condiciones que en Madrid no aceptan y por eso acusan a la izquierda de manipular el sentido de la protesta. E insisten en que solo son 40 o 50 los médicos en huelga de los 80.000 que hay en la comunidad.
Acusan de ser políticas a las manifestaciones de decenas de miles de madrileños. Obvio. Toda manifestación contra la administración sea local, autonómica o nacional, es política. Pero, dicen los populares, que la diferencia es que esas protestas no se han producido con tanta intensidad y extensión en zonas con peores datos en la asistencia sanitaria, pero en las que no gobierna el PP.
Isabel Díaz Ayuso debería andarse con cuidado. Debería tener más sensibilidad y cuidado en sus declaraciones y hacer un esfuerzo de comunicación y diálogo. Su triunfo arrollador en las últimas elecciones vino tras una posición muy clara de enfrentamiento a Pedro Sánchez y por la defensa de la actividad económica de muchos sectores que sufrieron especialmente la pandemia, un mensaje que llegó a muchos votantes no populares. Eso pasó. Cierto que el electorado madrileño lleva años castigando al partido socialista. Tiene la suerte Ayuso, y Almeida, de que el PSOE presenta con Lobato y Maroto la peor dupla socialista para Comunidad y Ayuntamiento de las últimas décadas, y no era fácil. Los candidatos socialistas son grises y de bajo perfil. Además, indultos, sedición, malversación o la ley de solo sí es sí garantizan un volumen alto al PP de votos cabreados.
La única oposición real en Madrid a Ayuso y al PP, es Más Madrid, la opción ‘post Podemos‘ más eficaz, eficiente y persistente. Mónica García, y en menor medida Rita Maestre, han ejercido una coherente presión constante en el único sitio en el que pueden hacer daño a los populares y que llega a muchos ciudadanos para los que «la sanidad es lo que importa». Y eso también es política. Para eso está la política.