Sálvese quien pueda
«Es escandaloso que, sin juicio ni sentencia ni denuncia formal, Plácido Domingo no pueda despedirse de los escenarios españoles porque lo decida un ministerio»
Salvados, el programa de la Sexta, puso en antena hace unos días el resultado de un nuevo trabajo sobre las denuncias de abusos sexuales contra el cantante Plácido Domingo. Me pareció raro que un tema periodístico ya viejo -explotó en EEUU en 2019 y fue saldado sin juicio ni condena- mereciera otra larga investigación periodística. El equipo de Gonzo se tiró un año y medio entre España y EEUU. No es de extrañar que tardaran en estrenar. No tenían noticia, ni denuncia nueva con nombres y apellidos. Mostraron, eso sí, varios juicios sumarísimos de supuestas cantantes españolas, que acusaban desde el anonimato y la oscuridad. Salvados fue un sálvese quien pueda. Cualquiera puede cargarse tu vida, tu prestigio, sin dar la cara. Siempre habrá un altavoz al que llamarán investigación.
Plácido Domingo es el mejor cantante de ópera que ha tenido España. Madrileño, hijo de dos intérpretes de Zarzuela, tiene una voz muy versátil y una enorme resistencia física. Empezó en roles de tenor para pasar más tarde, en la madurez, a protagonizar papeles de barítono. «Puede con todo», me comentó hace años Montserrat Caballé, con quien actuó en memorables noches del Liceu. Recuerdo una Aida de fin de año, a la que asistí con mis melómanos abuelos: Plácido era Radamés y Montserrat Caballé hacía de esclava etíope. Al acabar, mi abuelo nos invitó a brindar por Plácido en el viejo bar del teatro: «No lo olvides nunca; has visto al mayor tenor de este siglo». Se quedó corto.
Ha sido todo en la música, también director de orquesta y de teatros, pero es, en esencia, un cantante excepcional, con un repertorio de hasta 140 papeles. No hay otro igual. Un día es Otelo, papel escrito para voz de tenor dramático, y al siguiente el tenor ligero de Pollione (Norma). En el Teatro Real no se le quiere, se le adora.
«No había pruebas de que hubiera abusado de su puesto de director en teatros americanos»
En agosto de 2019, el Sindicato de Músicos de Ópera de Estados Unidos (AGMA) y la Ópera de los Ángeles iniciaron una investigación a raíz de la información de la agencia Associated Press sobre presuntos abusos del tenor. Un año después, señalaron que las denuncias eran «creíbles» y que el malestar iba «desde las que se sintieron incómodas» hasta las que describieron «un significativo trauma». Plácido pidió excusas «por el dolor causado» por sí «su forma de ser» había ofendido a alguien. Finalmente, la investigación se cerró «sin encontrar evidencias de que Domingo estableciera un quid pro quo o tomara represalias contra las mujeres a la hora de otorgarles papeles o contratarlas». O sea, no había pruebas de que hubiera abusado de su puesto de director en teatros americanos.
Por eso entiendo que el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, le mantenga el título de hijo ilustrísimo de la ciudad, y no comprendo el persistente veto del Ministerio de Cultura en sus auditorios públicos. Menos aún porque no ha tomado la misma extrema decisión con otros artistas españoles. Plácido sigue actuando en toda Europa, tanto en teatros públicos como en festivales privados. En España sólo aparece en conciertos financiados por compañías o fundaciones particulares.
El tenor no fue acusado o sentenciado en juzgado alguno, aunque tuvo que abandonar sus cargos y afrontar la masiva anulación de actuaciones. En diversas entrevistas publicadas el pasado año, Plácido Domingo consideraba que la situación había quedado aclarada. Se olvidaba del Me Too español.
Los periodistas de Sálvame fueron a EEUU a poner cara a los nombres propios detrás de las denuncias. En realidad, solo entrevistaron a dos cantantes escasamente conocidas (la norteamericana Patricia Wulf y la uruguaya Luz del Alba Rubio) que ya habían aparecido en diversos programas americanos y europeos. Ambas volvieron a recordar y repetir sucesos de hace décadas.
El equipo investigador se propuso, luego, localizar a cantantes españolas abusadas por el tenor. Consiguieron, en ese año y medio, hablar por teléfono y anónimamente con 25 mujeres del mundo operístico que se quejaron de tocamientos y llamadas indeseadas. Solo una se puso delante de la cámara, aunque con el rostro tapado: «Estoy en activo y éste es un mundo donde ciertas personas tienen mucho poder», se justificó para no denunciar con su nombre.
«No he conocido a ningún director artístico o musical que pusiera en peligro su temporada eligiendo a una mala cantante»
He sido directora general del Liceu de Barcelona y no he conocido a ningún director artístico o musical que pusiera en peligro su temporada eligiendo a una mala cantante, menos aún escogida por su palmito o para contentar a un tenor. Puede que sucediera hace cincuenta años, pero dudo mucho que, hoy, alguien llegue a cantar en uno de los grandes auditorios sin tener una sólida carrera detrás, además de la voz adecuada.
Salvados no ocultó su sentencia. Plácido, un secreto a voces, así se titulaba el programa. La investigación solo daba para insinuaciones. He conocido y tratado a Plácido Domingo. Al margen de su extraordinaria carrera profesional, es un hombre excesivo, cordial, alegre y educado. El único secreto a voces es que le gustan las mujeres. También él, gustaba a muchas. Es o era un mujeriego, un hombre que se creía atractivo e intentaba conquistar. Pero el puritanismo actual, vestido de feminismo antipatriarcal, quiere acusar sin pruebas, cancelar a todo el que cometa un error. Se comporta como una nueva Inquisición. Las mujeres, la mayoría, no somos víctimas de ningún patriarca. Podemos hablar claro, con nombre y apellido.
«Es escandaloso que no hayamos tomado cartas en el asunto, incluso de forma institucional», señala una de las anónimas acusadoras de Salvados. Lo escandaloso es que, sin juicio ni sentencia, sin denuncias formales, Plácido Domingo no pueda despedirse de los escenarios españoles porque lo decida un ministerio.