La insoportable levedad de la izquierda derechista
«Cierta autocongratulada izquierda no ceja en su empeño por transformar cualquier demanda social que considere justa en la reivindicación de un derecho»
Quiso la casualidad, el misterio de la cronología tuitera, el algoritmo o vaya usted a saber qué que aparecieran en mi timeline, en estricto orden, dos tuits provenientes de la que me animo a denominar izquierda derechista (enseguida verán por qué): uno, el del diputado Íñigo Errejón, que encabezaba el vídeo de su comparecencia en la tribuna de los diputados el pasado jueves con la proclama: «El aborto es un derecho. Y dejen a las mujeres en paz». Errejón defendía, con enormes dosis de demagogia y deshonestidad intelectual, la reforma de la ley 2/2010 de salud sexual y reproductiva (la ley del aborto en la que se estableció un sistema de plazos para la interrupción del embarazo). El siguiente tuit, de un cómico que responde al nombre artístico de Bob Pop, arrancaba diciendo «el sexo no es un derecho», para a continuación censurar a Telmo Irureta, el actor que en la gala de los Goya recordó que los discapacitados como él también follan, y que días después reivindicó el sexo de pago para quienes, como él, «no resultan atractivos o deseables».
Este marasmo de aseveraciones me hicieron recordar aquello de Lewis Carroll en A través del espejo y lo que Alicia encontró allí: «‘Cuando yo uso una palabra’, dijo Humpty Dumpty en un tono más bien desdeñoso, ‘significa justo lo que escojo que signifique, ni más ni menos’. ‘La cuestión es’, dijo Alicia, ‘si tú puedes hacer que las palabras signifiquen cosas distintas’. ‘La cuestión es’ dijo Humpty Dumpty, ‘quién manda, eso es todo’».
Cierta autocongratulada izquierda, bien consciente de la enorme fuerza persuasiva que tiene el discurso de los derechos, no ceja en su empeño por transformar cualquier demanda social que considere justa en la reivindicación de un derecho (y si es «humano», mucho mejor); pero por otro lado actúa como una suerte de Humpty Dumpty en el reparto conceptual de aquellos intereses subjetivos que sí han de ser protegidos como derechos y otros que se rebajan a la mera categoría de «deseos», anhelos que además se categorizan como lacerantes formas de explotación. Tener relaciones sexuales o gestar un embrión ajeno a cambio de precio son los ejemplos más destacados.
El problema es que esa divisoria es frecuentemente arbitraria, puramente ad hoc, resultando muchas veces imposible desentrañar qué principio o fundamento racional le da soporte. ¿Por qué el contrato o acuerdo, no otra cosa es, por el que una mujer paga a un ginecólogo para que interrumpa su embarazo es el ejercicio de un «derecho sexual y reproductivo», y el contrato mediante el que accede a gestar un embrión ajeno no lo es? ¿Por qué el contrato o acuerdo mediante el que una mujer accede a mantener relaciones sexuales con Telmo Irureta no es el ejercicio de su libertad sexual que abarca, cómo no, satisfacer el deseo ajeno por cualesquiera razones, también la de ganar dinero, siempre que haya consentimiento válido? ¿Qué permite sostener que, así como toda mujer que aborta ha tomado una decisión libre para la que no requiere de ulterior reflexión ni asesoramiento, toda mujer que se prostituye o acepta ser gestante de sustitución está alienada o explotada?
«El aborto es un derecho de configuración legal, es decir, establecido en una norma con ese rango y sujeto a límites y requisitos»
Cuando Patxi López, aún más aspaventoso que Errejón, grita desde la tribuna: «… no hay ni Gobierno, ni Estado, ni dios que pueda decidir sobre el cuerpo y la vida de las mujeres», ¿cómo puede olvidar las muchas restricciones que su Gobierno y su partido están dispuestos a mantener sobre los cuerpos y las vidas de las mujeres, también sobre las que abortan? ¿Qué podría decir a las mujeres que están dispuestas a hacer de gestantes sustitutas en España?
Un derecho no es más, ni menos, que una «posición normativa» de los individuos: una pretensión de que otro haga algo, una inmunidad que se traduce en que otro se abstenga de intervenir, una capacidad para modificar los derechos y deberes de otros o una mera libertad que no conlleva obligación de hacer o no hacer por parte de nadie. Perdonen la petulancia del recordatorio. Y sí, claro, el aborto es un derecho de configuración legal, es decir, establecido en una norma con ese rango y sujeto a límites y requisitos. Que las mujeres en España tengan «derecho a abortar» hasta la semana 14 y en ningún caso a partir de la 22 es el resultado de una composición de intereses y valores relevantes: los de las embarazadas pero también el respeto que debemos a la vida humana prenatal. Si abortar significa no sólo la posibilidad de no ser madre sin desearlo, esto es, de establecer ese vínculo jurídico, sino también acabar con la vida del embrión o feto, en un contexto en el que la gestación fuera extrauterina sería extraordinariamente difícil, si no imposible, proclamar «derecho al aborto» alguno; es decir, no habría interés relevante de nadie que se sobrepusiera justificadamente a la continuación de la vida humana.
Del aborto tampoco cabe decir, a mi juicio, que se trate de un «derecho humano», una subcategoría de los derechos mediante los que protegemos intereses o necesidades particularmente perentorias de los seres humanos. Cuando decimos, por ejemplo, que el régimen iraní o afgano vulnera los derechos humanos de las mujeres porque las obliga a llevar una determinada vestimenta o les impide educarse, estamos afirmando que esas mujeres ven sus derechos vulnerados precisamente porque el Derecho iraní o afgano cercena legalmente que no lleven velo por la calle o que acudan a la escuela o a la Universidad. Un Estado, como hay tantos, que pusiera muchas más restricciones que España a la práctica del aborto porque da un mayor peso al valor de la vida humana prenatal no vulneraría ningún derecho humano sexual o reproductivo de las mujeres. Y a la inversa: quien compara la legislación en materia de aborto de Colombia o del Estado de Massachusetts, por ejemplo, con la española, no podría colegir que en España se vulnera el «derecho humano al aborto» porque, a diferencia de Colombia o Massachusetts, donde el plazo para abortar alcanza la semana 24, en España no sobrepasa la 14. ¿O sí?
Permitir el aborto con límites, o prohibirlo salvo muy contadas excepciones; regular o no la asistencia sexual para discapacitados o el trabajo sexual en general o la gestación por sustitución altruista o comercial, involucran, obviamente, derechos últimos pues son especificaciones de libertades genéricas (autonomía de la voluntad contractual, salud mental que es condición para la vida equilibrada, auto-respeto, libre desarrollo de la personalidad mediante la procreación). Así y todo, reconducir toda esa compleja discusión política y moral a los estrechos canales de la retórica de los derechos humanos, incluso cuando esos canales son purgados del ad-hoc ismo de la izquierda derechista, es contraproducente por empobrecedor y degradante del ideal moral que encarna la atribución de derechos humanos con carácter universal.
Olvida el autor que estas leyes que aprueba la, según él, «izquierda derechista», no obligan a nadie. Simplemente permiten hacer determinadas cosas a quien quiere hacerlo. En cambio, tantas leyes que aprueba la ultraderecha, prohíben a todo el mundo hacer determinadas cosas. Hay una gran diferencia, que los fachas se resisten a ver. Estas leyes de la izquierda no se meten en la vida de nadie. Si usted no quiere abortar, no aborta. En cambio, las prohibiciones de la derecha sí que se meten directamente en la casa de todos.
¿Puede darnos por favor algún ejemplo de esas prohibiciones que comenta, aprobadas por la derecha o ultraderecha?
Dice este miserable que los dictados de la izquierda no se meten en la vida de nadie: hombre, el aborto en la vida del feto algo se mete. Despenalizar el asesinato de los tuertos tampoco obligaría a nadie, pero no por ello dejaría de ser una salvajada, aunque si usted no quiere matar al tuerto no lo mate.
Las prohibiciones de la derecha están recogidas en los códigos penales tradicionales y ni siquiera en tu casa puedes asesinar, violar o robar, es verdad, pero la izquierda no se limita a prohibir lo mínimo para garantizar la convivencia, sino que pretende planificar nuestra vida hasta el último detalle, porque para ella hasta cómo cagamos puede ser un asunto público de insospechadas consecuencias. Ejemplos, para aburrir, pero imposible intentar razonar con una acémila
Como se que el.presunto implicado de ultraizquierda (que a mí me parece un quintacolumnista facha de ultraderecha dispuesto a cualquier felonía con tal de que le lean sus rufianadas de pagafantas) no le va a dar ningún ejemplo porque es un indigente intelectual que no sabe lo que dice, y ni siquiera sabe lo que es ‘dar ejemplo’ porque el gachó no da ni la hora, lo voy a poner frente al espejo partiendo de la base de que las derechas y las ultraderechas, que dice el cenutrio se ocupan del gobierno y de la gestión de las cosas publicas, menos mal, mientras que las izquierdas y las ultraizquierdas tardoestalinistas se ocupan de quedarse con todo el presupuesto público para transformar a las personas en muñecos de ventrílocuo y para modelar un ‘hombre nuevo’ a su antojo como en la dictadura castrista.. Ahí va pues:
«Olvida el autor que estas leyes que aprueba la, según él, «izquierda derechista», no obligan a nadie. Simplemente permiten hacer determinadas cosas a quien quiere hacerlo. En cambio, tantas leyes que aprueba la [ultraizquierda rancia de Unidas podemos] prohíben a todo el mundo hacer determinadas cosas [por ejemplo cantarle las cuarenta al cuñado que ha mutado en cucaracha agarrada y te clava el aperitivo por la cara]. Hay una gran diferencia, que los fachas [como el que suscribe] se resisten a ver. Estas leyes de la izquierda [y la ultraizquierda] no se meten en la vida de nadie [en la de Nadia no, pero se meten en la vida de todos todas y todes y hasta en la cama si te descuidas]. Si usted no quiere abortar, no aborta [menos mal que a Irene y a la Belarra, las gemelas diabólicas de ‘El Resplandor’, todavía no le ha dado por hacer este derecho obligatorio, aunque todo se andará]. En cambio, las prohibiciones de la [izquierda y de la ultraizquierda como la de ganarse el pan con el sudor de la frente del vecino si se puede] sí que se meten directamente en la casa de todos [todas y todes, y te lo parasitan todo, dejándote la casa hecha unos zorros y con la hipoteca por las nubes].
Fin de la cita
Saludos
No hay derechos per se. Los derechos no vienen dados por naturaleza, sino que se crean y otorgan cultural y socialmente, de acuerdo a determinados principios y valores, que son cambiantes a lo de la historia. Los derechos son obligaciones o prohibiciones para con alguien que los demás debemos asumir.
Algunos derechos ya los tenemos muy asumidos, como los derechos humanos, afortunadamente para todos, pero con otras cuestiones podemos pasarnos la vida debatiendo si es o no un derecho. Acabará siéndolo para todos si al final hay consenso social.
Entonces, cuando había «consenso social» sobre el derecho a comprar y vender esclavos, es decir, durante la mayor parte de la Historia ¿era un derecho? Y en las sociedades en que hay (todavía hoy) «consenso social» absoluto sobre el derecho de los padres de escoger marido para sus hijas …
Gracias por ofrecer un ejemplo perfecto de la frivolidad a que me refería en un comentario anterior. Y encima con tesis ontológicas, nada menos.
Calvo «Una mayoría de hombres, 6 de 9, y que no pueden abortar porque no tienen útero, decidirán sobre cómo no podrán abortar las mujeres en EEUU. De esto es de lo que habla el feminismo». “A las mujeres hay que creerlas siempre“.
«La igualdad entre géneros llegará cuando las mujeres puedan cometer los mismos errores que los hombres y no se les insulte por ello» Amelia Valcárcel filosofa de género
Partido Feminista de España en coalición con el de Guillermo del Valle. Lidia Falcón lo deja muy claro en su «Discurso sobre el poder feminista» (página 41): «.. debemos decir de una vez por todas que feminista revolucionaria sólo es la que hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases entre el hombre y la mujer al reconocimiento [logro] de la DICTADURA DE LA MUJER».
Ministerio de Igualdad ordena que todos los crímenes son machistas y no solo aquellos producidos en el ámbito de la pareja o expareja. A partir de enero de 2022 considerará como feminicidios todos los asesinatos de mujeres producidos por violencia sexual, familiar, vicaria y social. Esto significa que se contabilizarían casos como los asesinatos de Laura Luelmo o Diana Quer. De esta forma, el Gobierno cumplirá con una de las mayores demandas del colectivo feminista, el ‘feminicidio sexual se incluirán los asesinatos a mujeres sin relación de pareja ni familiar, vinculados a situaciones de explotación sexual, trata, mutilación genital o matrimonio forzado y aquellas comprendidas en el ámbito de la Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual». El siguiente es el ‘feminicidio social’, el asesinato por una agresión de carácter no sexual, por parte de un hombre con el que no se tenía una relación de pareja ni era familiar (un desconocido, un compañero de trabajo, un vecino, un amigo, empleador, etc.), se incluirán los asesinatos vicarios, «aquellos que se ejercen contra una mujer o los hijos e hijas menores de edad por parte de un hombre como instrumento para causar perjuicio o daño a otra mujer», «un avance incuestionable, tanto en el tratamiento judicial como en la reparación del daño y consiguientes indemnizaciones». Martínez Novo apunta que este cambio implicará para los acusados «la posibilidad del incremento de la pena y sus consecuencias, tanto a nivel de punibilidad como de responsabilidad civil (económica) derivada del delito cometido». La abogada feminista y directora del Instituto Balear de la Mujer María Durán, apoya la opinión de Martínez Novo y sostiene que «todo lo que haga visibilizar la dimensión de la violencia machista lo hemos de valorar como un avance». «Yo creo que si el movimiento feminista no hubiera hecho sus propias estadísticas a partir de la información que se obtenía de los medios de comunicación, seguramente hoy no estaríamos en un nivel de certezas como tenemos en España», añade que dentro de los asesinatos machistas faltaría incluir los asesinatos vicarios ejercidos contra hombres por parte de las exparejas de las mujeres, ya que actualmente se incluye solo a hijos menores de edad y otras mujeres. «Si por odio tu expareja mata a tu pareja actual también tiene que ser considerado un asesinato machista porque lo hace para hacerle daño a la mujer». Martínez Novo concluye declarando que, además de contarlas en las estadísticas, también es importante continuar con las campañas de sensibilización «lo que no se visualiza ‘no existe’». «Es importante que se hagan campañas visualizando estas cifras y su dimensión como violencia de género, entre otras cosas para generar un rechazo social y no quedarnos parados ante actuaciones que supongan cualquier tipo de discriminación. Si no, será imposible conseguir la igualdad entre las personas que proclama nuestra legislación».
Propaganda institucional, se ha publicado que en 2023 solo el gobierno central presupuesta más de 400 millones a repartir, 28 de junio a julio en 2022 Antena 3 por afamadas presentadoras de programas como ESP o noticias. Dijeron una frase sobre derechos de las mujeres cada una como esta “los derechos de las mujeres están para quedarse”
Hace tiempo que resulta casi insoportable la ligereza y hasta frivolidad con la que en la feria que por algún motivo seguimos llamando política y en los medios se maneja el concepto de «derecho». Como -por poner sólo un ejemplo- cuando una biliosa ministra, iracunda como acostumbra, amenaza a sus adversarios con «traer más derechos», como si de sacos de piedras o de caramelos se tratase. Inmersos en este magma se agradece que alguien con autoridad intelectual como el autor nos recuerde de vez en cuando que «un derecho» es un concepto profundo y complejo.
Cuando a la gente se le llena la boca de derechos conviene preguntarse de qué hablan, y no por preciosismo académico, pues la respuesta tiene consecuencias muy prácticas y muy importantes. Por ejemplo, yo tengo derecho a desayunar tostadas si así lo deseo, pero ¿alguien tiene el deber de proporcionarme tostadas? Se me dice que tengo derecho a una vivienda digna. ¿Está alguien obligado a proporcionármela? ¿Quién? ¿Los demás contribuyentes? ¿Incluso si he sido toda mi vida un vago o incluso un delincuente antisocial? Si tengo derecho a la reproducción o a la sexualidad ¿Alguien tiene la obligación de pagarme los tratamientos de fertilidad o la asistencia sexual? ¿Tiene algún contenido una ‘claim’ que no especifica a quién obliga a qué?
El autor nos ofrece un soterrado atisbo de análisis hohfeldiano sin citar a Hohfeld, como de puntillas, y a continuación ¡pide perdón por la petulancia! Pablo ¿está Hohfled cancelado y yo no me he enterado? Creo que lo que necesitamos es más de esto, más reflexión analítica seria, no menos, pues la retórica pueril desbocada no va a parar por sí sola y, aunque evidentemente es mucho más fácil y barato proferir un disparate que demostrar racionalmente que eso es lo que es, y siempre habrá más público para la proclama incendiaria que para la argumentación detallada (Beyoncé 5 – JS Bach 0, final del partido) pues… habrá que seguir intentándolo ¿no? Gracias por hacerlo y compartirlo con nosotros cada sábado.