Crisis, caos, corrupción
«El fiasco de los trenes representa la desdichada gestión del Gobierno de Sánchez, asentada en una aguda crisis, un constante caos y una soterrada corrupción»
Los últimos ceses o dimisiones forzadas habidos en el equipo de Sánchez, la secretaria de Estado de Transportes y el presidente de Renfe, constituyen de momento el último episodio vergonzoso de este Gobierno. Tras haber cometido la mayor chapuza del siglo, se pretendió aparentar la depuración de responsabilidad mediante la ficción de cesar a dos cargos intermedios que, en realidad, se correspondían con un empleado cuya jubilación era inminente y otro que la había comunicado. Semejante tomadura de pelo no podía prosperar y, en efecto, el intento ha durado tan solo unos días. No obstante, el increíble nivel de la chapuza adornado con el postre de la intentona frustrada que acabo de reseñar merecían –merecen- la defenestración de la propia ministra de Transportes. Lejos de ser un caso aislado, este fiasco representa fielmente lo que viene siendo la desdichada gestión del Gobierno de Sánchez asentada en un trípode maldito cuyas patas son una aguda crisis, un constante caos y una soterrada corrupción.
La escasa valía presente en el Consejo de Ministros, unido a la creciente incapacidad de su presidente para lograr la adopción de acuerdos entre sus diferentes sensibilidades ha generado un auténtico caos en la gobernación de España. Caos por el que primero se aprueban leyes con errores inconcebibles que comportan gravísimas consecuencias y después no se produce su rectificación con la rapidez que sería precisa. Caos por el que los socios de Gobierno andan cotidianamente a la greña, sin resolver sus discrepancias y, aún más, aireándolas en los medios de comunicación y en el Parlamento. Caos por el que una fracción del Consejo de Ministros protesta en la calle por decisiones adoptadas colegiadamente. Caos por el que los miembros del Gobierno, salvo su presidente, se enteran de decisiones trascendentes en política exterior a través de lo publicado en un diario extranjero. Aunque pueda parecer un relato de ficción, éste es el modo en el que se gobierna España.
Con semejante caos en el Gobierno, es inevitable que su gestión de la crisis económica global se caracterice por su deficiencia, lo que ha provocado y está provocando que España sufra especiales consecuencias negativas. Deficiencia que se traduce en que, pese a la política tributaria alarmante agresiva que bate récords en la detracción de recursos a los españoles, no se haya logrado sanear nuestras cuentas públicas. Deficiencia que ha provocado que seamos el país de nuestro entorno que se encuentra en la cola de la recuperación del PIB previo a la pandemia, o que pese a los trucos de magia estadística derivados de la contrarreforma laboral, nuestra tasa de paro siga duplicando a la existente en la Unión Europea. Deficiencia que genera que tengamos la mayor tasa de inflación subyacente entre los países de nuestro entorno y que el precio de los alimentos haya aumentado en un 15%. Con ello y con todo, y aunque parezca increíble, Sánchez y los suyos se atreven a hablar del «éxito de su política económica».
«Los líderes autonómicos socialistas perciben la existencia de un rechazo mayoritario a la deficiente gestión del Gobierno»
En mi opinión existe un claro indicador de la percepción general existente en España en relación con las cuestiones señaladas en los párrafos anteriores, y es que nunca en nuestra Historia reciente se habían producido tantas declaraciones críticas al Gobierno provenientes de presidentes autonómicos de su misma cuerda política. Para valorar esta circunstancia es irrelevante si Lambán, Lage, Vara o Barbón critican al Gobierno por convicción o por miedo a que les arrastre a perder sus elecciones autonómicas. En ambos supuestos, las críticas revelan que los líderes autonómicos socialistas perciben la existencia de un rechazo mayoritario a la deficiente gestión del Gobierno que preside Sánchez.
Y luego están los diferentes casos de corrupción que asolan la gestión del Gobierno de Sánchez, entre los que cabe diferenciar según se materializan en términos económicos o en clave política. Entre los primeros deben citarse los varios rescates realizados por la SEPI a entidades que no cumplían los requisitos para ser rescatadas como el escándalo asunto de Plus Ultra que ha finalizado sin recorrido penal por defectos procesales en la instrucción del caso. Y está por ver el final del caso de las mascarillas de Illa. Pero son múltiples los casos surgidos en el ámbito territorial de lo que pueden dar fe el hermano de Ximo Puig -y, por tanto, éste-, ediles socialistas de San Martín de Valdeiglesias, Santa Coloma de Gramanet, la mujer de Juan Espadas. Situando la corrupción en términos políticos, es inevitable mencionar la decisión de Pedro Sánchez de reformar el Código Penal por exigencia de los delincuentes a los que les afecta o el escandaloso caso Mónica Oltra, del que también tendrá algo que decir Ximo Puig.
Voy a finalizar con un caso menor, casi anecdótico, pero que representa de manera extremadamente gráfica la total ausencia de respecto a los usos parlamentarios que caracteriza al actual Ejecutivo español. Ya conocen aquello de que «como me has pedido huevos, toma este trozo de pan», pues algo así se escenificó en la última sesión de control al Gobierno celebrada en el Congreso. Tras formular un diputado de Esquerra Republicana una pregunta al ministro Bolaños, éste tuvo los reaños de contestar al preguntante con la formulación de una pregunta a Núñez Feijóo. No cabe mayor desconsideración al diputado que preguntaba, al aludido en la pretendida respuesta -ausente del hemiciclo, no es diputado-, a la soberanía nacional representada en el Congreso y a una de sus funciones primordiales como es la de controlar al Gobierno. Esto es corromper el funcionamiento de las instituciones, arte que Bolaños parece querer practicar.