THE OBJECTIVE
Jordi Bernal

A vueltas con el cadáver de Bond

«James Bond, tal y como lo conocemos, es una reliquia del siglo XX. Un cadáver exquisito para los guardianes de la corrección política»

Opinión
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A vueltas con el cadáver de Bond

Daniel Craig como James Bond. | Universal Pictures

Bond es un cadáver exquisito para los guardianes de la corrección política. Vuelve a estar de actualidad porque el personaje literario cumple años y la compañía que posee los derechos de sus libros, Ian Fleming Publications, ha encargado una revisión de los textos a una comisión de lectores con el objetivo de volver a editar sus novelas sin alusiones raciales ofensivas. Eso decía el otro día el Sunday Telegraph. Parece ser que aparece algún «negro» insidioso y malsonante y, en referencia a un grupo de africanos, se afirma que son hombres «bastante respetuosos de la ley, excepto cuando han bebido demasiado». La segunda parte de la oración se suprimiría para no ofender a ebrios ni a sobrios africanos. 

La editorial, sin embargo, ha encarado la polémica prometiendo una reedición de los originales intactos además de esas versiones edulcoradas. Una decisión que, sin lugar a dudas, satisfará a la legión de seguidores de las aventuras del más célebre agente británico con licencia para matar. Aun así, dudo que los puritanos dejen en paz a un personaje que tiene todos los números para convertirse en un cancelado irremediable. Lo vieron tan claro los responsables de la franquicia (alerta spoiler) que, en Sin tiempo para morir, la última entrega de Bond hasta la fecha, decidieron hacer saltar por los aires al bueno de Daniel Craig, puesto que la vuelta a las esencias y el tono crepuscular del personaje chirriaban en plena tiranía woke. Veremos cómo se las ingenian los guionistas de Hollywood para volver a dar vida a 007, pero está claro que el filón de la testosterona on the rocks ha pasado a la historia. 

Y no nos engañemos: James Bond, tal y como lo conocemos, es un producto siglo XX que a las nuevas generaciones les producirá más grima, fastidio y lástima que entusiasmo y admiración. El Bond que moldeó Sean Connery, para muchos «el auténtico», no era precisamente la quintaesencia de la caballerosidad. Repasemos Dr. No, Desde Rusia con amor, Goldfinger, Operación Trueno, Sólo se vive dos veces o Diamantes para la eternidad y veremos que el trato hacia las mujeres carece cuando menos de exquisitez. Está, eso sí, convencido de gustar y ellas poco tienen que decir al respecto. La que más habla es Miss Moneypenny, porque un poco de cachondeo a costa de las féminas nunca viene mal. 

«Con Craig se le dotó al personaje de eso que está tan de moda entre los superhéroes: profundidad psicológica»

Con Roger Moore se rebajó brusquedad y el personaje ganó en autoironía. Siguió siendo un pichabrava irredento con una novia en cada puerto, pero con un toque más romántico. Queda la preciosa canción Nobody Does It Better (Marvin Hamlisch/Carole Bayer Sager), que interpreta Carly Simon en La espía que me amó.   

El irlandés Pierce Brosnan siguió los pasos suaves de Moore. Un tanto menos burlón y algo más envarado. Por fin con Craig las cartas volvieron a estar boca arriba. Se optó por regresar a los orígenes con la adaptación de Casino Royale. Además, se le dotó de eso que está tan de moda entre los superhéroes: profundidad psicológica. Un James Bond con tormento de diván, un armario repleto de cadáveres no sólo metafóricos y de martinis shaken y whiskies hasta las trancas. Hace falta mucha suspensión de la incredulidad para tragarse que un dipsomaníaco de tal magnitud pueda realizar tales acrobacias con el coche a velocidades de vértigo, matar a la persona indicada, amar sin gatillazos y no liarla parda en su misión de salvar el mundo en tiempo récord.   

Una reliquia del siglo XX, ya digo. Un cadáver exquisito para los guardianes de la corrección política. A mí empieza a resultarme un tanto cómico también. Aunque le guardo cariño. Son muchos años los que hemos pasado juntos. Muchas tardes que me ha alegrado con sus fardadas inverosímiles y sus machadas impresentables

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