MyTO

La izquierda y la prostitución

«Se nos presentaron como ‘feministas’ mientras daban pellizcos en el culo a una meretriz. Eso sí: pagado con dinero público. Es difícil que quepa más hipocresía»

Opinión

Manifestación feminista en Madrid.

  • Madrid, 1967. He sido columnista en Libertad Digital, Vozpópuli y El Español. Ahora escribo en La Razón y THE OBJECTIVE y hablo en Herrera en Cope. Soy profesor titular de Historia del Pensamiento en la UCM. Tengo unos cuantos libros de historia y política.

Lo personal afecta a las decisiones políticas. Quien lo niegue está mintiendo. La vida privada confiere un carácter y una interpretación del mundo que impregnan la manera de hacer política. Así que, cuando veo a las podemitas tan viscerales con el tema del patriarcado, el machismo y demás oprobios no dejo de pensar en los hombres que las rodean. 

Atas cabos y las cosas cuadran, sobre todo cuando la historia de los últimos decenios nos ha deparado tantas historias sobre el vínculo íntimo entre los cargos públicos socialistas y la prostitución. Y, si me apura, también el relato del uso de la autoridad para conseguir favores sexuales o relaciones que de otra manera, y dado el poco atractivo objetivo, nunca habrían tenido.

A esto hay que añadir que las relaciones se mantienen dentro del ámbito cercano, y que las carreras políticas desde los veinte años deparan un historial de «compañerismo» muy largo. Por esto no dejo de preguntarme por el tipo de relaciones paternas, sentimentales y laborales que estas podemitas y, por supuesto, sus compañeros socialistas mantienen con los hombres de sus respectivos partidos. Permítanme que esta vez vulgarice y claudique a la simpleza de colectivizar a las personas en dos grupos: machos y hembras. 

Es innegable que hay una tendencia entre algunos cargos de izquierdas a cosificar a las mujeres. Son objetos sexuales, trofeos o floreros. Incluso sueñan con azotarlas. En un arrebato de sobremesa no dudan en irse de putas, aunque poco minutos antes hayan llamado «machistas» a los adversarios de la derecha. No se escandalice: las cuotas solo han servido para cosificar el sexo. ¿Tienes vulva? Que se quite el que tiene pene porque ya hay muchos.

Esto viene de largo. Desde que Marx y Engels lo dejaron por escrito no hay duda. En su célebre Manifiesto comunista escribieron que en su paraíso las mujeres ya no tendrían que soportar la hipocresía capitalista. No, no. El matrimonio burgués sería sustituido por una «colectivización oficial, franca y abierta de la mujer». Lo de «oficial» asusta sabiendo que Orwell acertó con la aplicación del comunismo.

«Una vez que se llama la atención sobre la presencia de féminas en la foto ya se ha caído en la cosificación»

No vale decir que en la izquierda también hubo mujeres dirigentes porque es utilizar la excepción. Una vez que se llama la atención sobre la presencia de féminas en la foto o en el sóviet del barrio, ya se ha caído en la cosificación. Y cuando las mujeres se asimilan a cosas se abre el terrible abanico de las posibilidades de las contradicciones. 

Es por esto que aquí, en Europa, muchos intelectuales, artistas y políticos, al tiempo que echaban el bofe contra la explotación y hablaban de los derechos de las mujeres, no tenían reparos en frecuentar prostitutas. Por supuesto, aquí y al otro lado del charco. En los regímenes comunistas caribeños que tanto gustan a nuestros progres la prostitución no solo ha disminuido, sino aumentado. Ni siquiera es una profesión, sino un complemento salarial como en el siglo XIX europeo.

Hubo un tiempo en que la nueva izquierda lo intentó. Lo quiso con mucho fuerza, y ya se sabe que en su pensamiento mágico si se desea con intensidad se consigue. Hablaron de la liberación sexual y de la autodeterminación de la mujer incluso para vender su cuerpo. Prostituirse abiertamente era cool, y rompía los estereotipos morales de la sociedad tradicional. Luego, cuando concluyeron que el sexo es poder se volvieron puritanos, y ya con tan solo un piropo uno se convertía en un delincuente. 

La izquierda, sin embargo, no abandonó el discurso de empoderamiento femenino al tiempo que sus cargos públicos iban a clubes de alterne o abusan del cargo para «seducir» a meritorias. Han vivido en esta puñetera contradicción toda la vida. Se nos presentaron como «feministas» mientras daban pellizcos en el culo a una meretriz. Eso sí: pagado con dinero público. Es difícil que quepa más hipocresía, aunque estos revolucionarios de la nada siempre nos guardan alguna sorpresa. 

31 comentarios
  1. Klaus

    No hay nada que objetar a que un político se compre un chalet con piscina en una zona rica.

    A MENOS que se haya dedicado a decir públicamente en todas partes que es intolerable que el país lo dirija gente que vive en chalets en zonas ricas.

    No tiene nada de malo (salvo que uno sea un puritano) que un hombre contrate los servicios sexuales de una mujer, honestamente y de mutuo acuerdo.

    A MENOS que sea un político cuyo grupo parlamentario esté proclamando que eso es violación y explotación y opresión y que hay que abolirlo.

    En estos casos es, con todas las letras y en mayúsculas, H I P O C R E S Í A

    Y sigue siendo hipocresía aunque los más pestilentes cínicos entre los políticos prefieran llamarlo, cuando son ellos los que lo hacen, «cabalgar contradicciones»

  2. Halcon

    Borrachera de poder
    El poder en medio de todo.
    El sexo, las pu_tas, son accesorios para exponer el poderío, es como el champagne francés.
    Es la exhibición obscena del poder mal asimilado, el de los nuevos ricos.
    Mirarlo es tan ofensivo, retratos en blanco y negro de épocas pasadas, hieren la retina.
    En la grada, Echenique y las Monteros genuflexando, lo del feminismo, una treta para incautos.
    Arriba, mirando el hombre de hojalata, sin corazón, y sin futuro

  3. misantropo

    «No vale decir que en la izquierda también hubo mujeres dirigentes porque es utilizar la excepción» Que se lo pregunten a Alexandra Kolontai a la que Lenin purgo sin miramientos.

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