'Tito Berni' desnuda a la izquierda
«Hay diputados socialistas que con una mano votan la ‘ley del sólo sí es sí’ y con la otra sujetan el cubata en la barra libre que paga ‘Tito Berni’»
Se cierra el círculo. Transcurridos casi treinta años, sólo apreciamos una diferencia reseñable entre las orgías de Luis Roldán, las de los conseguidores de los ERE y las de ‘Tito Berni’: unas se inmortalizaron con cámara analógica y otras con smartphone. Por lo demás, la podredumbre es la misma de entonces, o mucho peor aún, porque la sociedad ha ido avanzando y la izquierda sigue ahí, en esa misma mugre, como un hámster en la rueda. Según hemos conocido en estos días, hay diputados socialistas que con una mano votan la ‘ley del sólo sí es sí’ y con la otra sujetan el cubata en la barra libre que paga ‘Tito Berni’. Todo, con un turbio telón de fondo de malversación de fondos públicos, tráfico de influencias, consumo de drogas y bares de alterne. Si a ello le añadimos que la juerga más sonada de las organizadas por la trama se produjo mientras Sánchez nos tenía a los madrileños encerrados ilegalmente, no falta ni un solo ingrediente de bajeza y zafiedad en este cóctel repugnante.
Lo de ‘Tito Berni’ es, además, un retrato muy revelador: resulta que individuos que militan en la progresía y presumen de principios e integridad en público eran otra cosa muy diferente en sus ratos libres. ¿La lucha en favor de las mujeres era esto? Menudo ejemplo edificante, en la forma y en el fondo. Esta es la vergonzosa realidad de la pretendida superioridad moral de la izquierda.
Como estrategia de contraataque, el Gobierno ha puesto ya el ventilador en marcha para bombardear a la opinión pública con casos viejos y manoseados, pero la corrupción de aquí y ahora, la que ocupa y preocupa a los españoles en estos momentos es la del ‘Tito Berni’. Los hechos que vamos conociendo sacuden los cimientos del Gobierno por varios motivos; el primero y más importante, porque las actuaciones de esta banda no han tenido su epicentro en las Canarias -eso es meramente circunstancial-, sino en la sede de la soberanía nacional, en el Congreso de los Diputados. Si ya hace muchos años los cafelitos de Juan Guerra en las dependencias de la Delegación del Gobierno en Sevilla provocaron un terremoto político en España, ¿de qué magnitud es el seísmo provocado por una pandilla corrupta con base de operaciones en la mismísima Carrera de San Jerónimo?
«Sólo apreciamos una diferencia reseñable entre las orgías de Luis Roldán, las de los conseguidores de los ERE y las de ‘Tito Berni’: unas se inmortalizaron con cámara analógica y otras con smartphone»
Además, las mejores pistas sobre el alcance demoledor de este escándalo nos las dan los propios socios del Gobierno. Que Izquierda Republicana se baje ahora del barco y pide una investigación parlamentaria del caso es elocuente: los secesionistas dan ya por muerto políticamente a Pedro Sánchez y, como no podrán seguir extorsionándole en la próxima legislatura, lo dejan tirado. A la vez, la facción podemita del Gobierno sí apoya en esta ocasión –oh, sorpresa- al presidente, curiosamente por el mismo motivo. Saben que hemos entrado en la cuenta atrás y no quieren poner nunca en peligro la coalición. Aspiran a seguir disfrutando hasta el último día de los sueldos holgados y las mullidas alfombras que nunca más volverán a pisar. Carpe diem.
Como colofón, la gestión interna de este asunto por parte de los socialistas es fiel reflejo de lo que mejor define al sanchismo: la falsedad y la impostura. Al final, la cacareada intención de depurar responsabilidades y mostrar ejemplaridad se ha limitado a entrevistar a los diputados bajo sospecha -sin revelar su identidad- para tratar de averiguar si hay o no más fotos. Es lo único que les preocupa, tapar las vergüenzas, en un empeño inútil cuando la cloaca ya rebosa. Como adelantó Isabel Díaz Ayuso, el fin de ciclo está escrito: ‘Tito Berni’ hará caer a este Gobierno y, con tan lamentable epílogo, Pedro Sánchez rubricará la peor forma posible de pasar a la historia.