8 de marzo, ¿día de la mujer?
«Las que sí deben tener claro lo que significa ser mujer son el casi millar de víctimas que sufren la reducción de las condenas de sus violadores»
Les confieso que vivo sin vivir en mí porque las dudas me devoran. ¿Qué vamos a celebrar mañana en España si desde la publicación en el BOE de la nueva ley trans ser mujer es un mero sentimiento? Porque estaremos de acuerdo en que si Roma Gallardo y yo somos mujeres, la palabra «mujer» no significa nada en concreto. De hecho, aunque Pedro Sánchez ha salido todo campanudo a anunciar que se va a obligar a la paridad en la política y en las empresas –algo que, en realidad, lleva 15 años contemplado en la Ley para la igualdad efectiva de mujeres y hombres-, ahora mismo eso no tiene valor alguno porque si, por ejemplo, tú te llamas Kevin y vas al registro y pasas a ser Emma –es un poner-, puedes ocupar inmediatamente una plaza de mujer en cualquier lista electoral, aunque hasta hace poco te definieras como hombre heterosexual.
Las que sí que deben de tener claro lo que significa ser mujer son el casi millar de víctimas que sufren la reducción de las condenas de sus violadores por culpa de una de las leyes estrellas de este Gobierno: a ellas las violaron por ser mujeres, por el hecho biológico de serlo. Ante esta avalancha de beneficios a agresores sexuales, parecería más que evidente que este 8 de marzo debería estar consagrado a pedir con todas nuestras fuerzas que deroguen dicha ley. Pues no, resulta que es todo lo contrario, que la principal manifestación en Madrid es para pedir que se mantenga tal cual está. ¿En serio le van a llamar feminismo a uno de los mayores ataques que hemos sufrido las mujeres en los últimos años? Porque más allá de las agredidas, que haya más violadores sueltos por las calles es un atentado a la libertad de todas nosotras.
«Ni los independentistas ni sus aliados de Podemos iban a permitir que se reconociera la hispanofobia que sufrimos en Cataluña»
Es evidente que a estas autodenominadas feministas las mujeres les importamos más bien poco. Hace unos días, dos adolescentes se tiraron por el balcón, incapaces de seguir soportando todo tipo de ataques desde que llegaron a Sallent procedentes de su Mar de Plata natal. Inmediatamente, la Generalitat negó el acoso escolar, pese a que salieron muchas voces de familiares y amigos diciendo que las insultaban por ser argentinas, por su acento e, incluso, por no hablar catalán, según manifestó su abuelo. Por supuesto, ni los independentistas ni sus aliados de Podemos iban a permitir que se reconociera la hispanofobia que sufrimos en Cataluña, así que montaron una campaña diciendo que era acoso por transfobia, porque una de ellas quería ser ahora un chico. Alana, en su carta, hablaba de ella en femenino y su hermana también, y los medios argentinos reseñaron que mantenían el femenino de las dos muchachas porque no tenían pruebas, más allá de comentarios indirectos, de su cambio de género. Pues con todo, la inefable pandilla de ese chiquipark que es el Ministerio de Igualdad publicó un vídeo diciendo que se llamaba Iván y que la había matado la transfobia. Por si queda alguna duda de que no les importan las mujeres ni las niñas, los padres han tenido que emitir un comunicado explicando que su hija se llamaba Alana y han pedido que dejen de hacer politiqueo con su dolor. Pues tan panchas, oye, ni una sola dimisión.
Y aunque mañana todo se llenará de grandes palabras hacia las mujeres y todo el mundo será muy feminista, la realidad es que esta semana se ha linchado a una joven gaditana por decir «tenemos que tener para sacarnos las putas oposiciones, ¿qué?: el puto C1 de catalán». Ahora mismo está de baja porque no ha podido aguantar la presión de los ataques que han tenido como punta de lanza a Manel Balcells, conseller de Salud de la Generalitat, que dijo en un tuit: «Declaraciones como estas son intolerables en una servidora pública. Desde el centro hasta el departamento llegaremos hasta el fondo de la cuestión. Abrimos un expediente». Que un dirigente político ataque públicamente la libertad de expresión de una ciudadana y le abra un expediente por ello es gravísimo, pero no veo a las del Ministerio de Igualdad defendiendo a esa mujer. Y, entiéndame, no quiero decir con esto que se tenga que tratar de manera diferente a una mujer que a un hombre en un caso así: tan solo quiero señalar la hipocresía de estas feministas de palo que solo defienden a las mujeres según les va en la feria.
«No nos hemos librado de la tutela de los hombres para acabar bajo la de las neopuritanas del Ministerio de Igualdad»
Creo que mañana hay muchos motivos para salir a la calle a reivindicar la igualdad efectiva entre hombres y mujeres. Sugiero, por ejemplo, poner todos los esfuerzos en acabar con la trata, en evitar que se produzcan matrimonios forzados, en que las mujeres no tengan que llevar un símbolo de la opresión machista como es el hiyab o en que se deje de practicar la prueba del pañuelo para comprobar la virginidad de las jóvenes. Y, por supuesto, solidarizarse con las niñas de Irán, a las que están envenenando en los colegios, y con las mujeres de Afganistán, a las que les han arrebatado todos sus derechos. Sin embargo, en la convocatoria del PCE vemos escobas y fregonas en alto; en la del PSOE, que reivindican las lorzas y elegir como cada una se viste y en la de Podemos reza «Mujeres que transforman», haciendo un juego de palabras con su ley trans que, en realidad, lo que hace es borrar a las mujeres.
Afortunadamente, fuera de los partidos, verdaderas feministas siguen luchando por los derechos de las mujeres, por conseguir la igualdad efectiva y la total libertad. Y es que no nos hemos librado de la tutela de los hombres para acabar bajo la de las neopuritanas del Ministerio de Igualdad que critican ahora las relaciones sexuales con penetración. En Italia se celebra el 8 de marzo regalándoles ramitos de mimosas a las mujeres, así que aprovecho este espacio para mandar simbólicamente mimosas a cada una de mis lectoras. ¡Feliz día de la Mujer!