¿Quién recose a Frankenstein?
«Sánchez lleva semanas viendo cómo sus constantes vitales empeoran y cómo los análisis avisan de un riesgo alto de colapso en las próximas elecciones»
El gobierno Frankenstein que nos gobierna desde hace tres años ha sufrido en esta semana muy graves daños en su cuerpo. Tiene desgarros en amplias zonas que, aunque intentan no separarse del cuerpo que les da calor, poder y cargos, se niegan a obedecer las sugerencias, que no órdenes, que les susurra siempre en voz baja y con distancia, el cerebro que ideó esta fórmula con la que él, el cerebro, consigue tener plena vida y pleno poder en la Moncloa. Un ingrediente, el poder, que es para él más adictivo y necesario que la sangre para los vampiros. El ataque de rebeldía en Unidas Podemos es grande.
Las responsables del Ministerio de Igualdad lo han hecho mal con la ley del sólo sí es sí. Lo saben, pero su soberbia no les ha permitido no ya reconocer el error, es que ni siquiera han pedido perdón a las víctimas de esos depredadores sexuales. Son mujeres y son niños. Pero ellas no sólo no reconocen su error sino que llaman fascista al resto del cuerpo con el que están cosidos y que ahora quieren reformar la ley.
Esto no significa que se rompa Frankenstein. Ellas no dimiten ni con agua caliente. Saben que fuera del cuerpo que es el gobierno hace mucho frío, tienen poca vida y cero posibilidades de hacer nada. Ni coche oficial, ni sillones, ni viajecitos con las amigas. Y de cara a las próximas citas electorales prefieren ir de víctimas que han sido cesadas y arrancadas del gobierno que reconocer un solo error.
Quieren que sea Sánchez, el urdidor de Frankenstein, el que las eche. Y van a forzar más la máquina. Que el PSOE dice que hay acuerdo en la Ley de la Vivienda, ellas tardan diez segundos en decir que no es cierto. Saben que además la ley trans supone otro enfrentamiento con las feministas. Incluidas, sobre todo, las feministas socialistas. Juntas estaban en el mismo gobierno y creían haber ganado. Consiguieron extirpar a Carmen Calvo en un chantaje implícito a Sánchez. Pero las cosas han cambiado. El descosido es grande y ahora ese alma idealista, pura, siempre sincera que es Sánchez, lleva semanas viendo cómo las constantes vitales de Frankenstein empeoran y cómo los análisis avisan de un riesgo alto de colapso en las próximas elecciones. Y sería gravísimo que colapse esa parte que ahora está mal cosida pero que puede ser imprescindible para un nuevo monstruo.
Y el ‘Tito Berni’ no ayuda. Este virus peor que la covid ha extendido las sospechas por el Gobierno canario hasta mayo en manos socialistas. Y el virus llegó a Madrid con fiestas, con prostitutas y con cocaína. Lo que le faltaba al cuerpo descosido, dolorido y con fiebre. Y no va a bajar. Ahora Tito Berni pide que le paguen los diez mil euros que le corresponden por exparlamentario.
«Sánchez ha conseguido anular por completo la capacidad de expresar el dolor tanto en el partido como en el grupo parlamentario»
Pinta mal y lo saben. Ya temen el fuego amigo de Unidas Podemos indignada por la ley del sólo sí es sí, por el desacuerdo en Vivienda, por la amputación de la Ley de Bienestar animal, donde los socialistas se han plegado a que los perros de los cazadores no tengan derechos como el resto. Esto se guarda.
Ya el nacimiento de Frankenstein vino con dudas. Nadie esperaba que se pudiera crear y nadie esperaba que superara ese cuadro de incompatibilidad porque ya había avisado Sánchez, que podría causar un insomnio permanente. Pero se hizo y lo cierto es que Frankenstein no sólo tuvo una parte izquierda ajena al cuerpo principal, sino que para evitar cualquier tipo de rechazo se usaron puntos de sutura que garantizaban estar juntos pero no revueltos. Ni el propio presidente podía controlar esa parte izquierda. Algo inaudito en cualquier gobierno, democrático o no.
El cuerpo ha permanecido tres años unido con costurones, pero vivo. Sánchez que nunca duda cuando se habla de poder, ordenó que se inyectaran fuertes inmunosupresores que mantenían con vida el cuerpo y lo que es más importante, su poder.
Han sido tres años de fuertes tensiones en los que se ha ido aumentando cada vez más las dosis de la droga: indultos, sedición, malversación, reparto de fondos de todo tipo, concesiones de competencias, de todo ha habido. Y casi nada bueno, porque la parte socialista del cuerpo sufría mucho con esas drogas. Pero casi nadie protestaba. Sánchez había conseguido anular por completo la capacidad de expresar el dolor tanto en el partido como en el grupo parlamentario. Dos órganos sumisos y dormidos, a los que mató el nervio con una disciplina muy dura y exigente. Lo que iba regular pues fue a peor. La ley del sólo sí es sí provocó arcadas y rechazo en la parte socialista de Frankenstein, pero callaron. Hasta que Sánchez consideró que el daño era demasiado alto.
El daño electoral, no el humano. Si la obra de Mary Shelley, Frankenstein, pasó a la historia de la literatura, Sánchez también va a pasar a la historia no sólo por exhumar cadáveres, sino por su gobierno Frankenstein capaz de aprobar con los votos de la oposición una reforma de una ley que hizo el propio gobierno, que sacó delincuentes sexuales a la calle y que luego intenta reformar con los votos en contra del propio gobierno y la abstención de sus venenosos socios de legislatura, ERC y Bildu.
Frankenstein se rompe y según se acerquen las elecciones, mayores serán las convulsiones. Hacen falta nuevos remiendos. Pero a Sánchez, el doctor que lo creó ya le conoce todo el mundo. Y nadie le cree.