El momento de la visión sobrenatural
«Hay momentos en la vida de la gente en los que se produce una iluminación, un ‘satori’, una epifanía en la que se abren los cielos y todo cambia para siempre»
En la vida de la mayoría de la gente no se producen vuelcos, la mayoría va de la cuna a la tumba siguiendo una trayectoria recta, sin desvíos. También hay casos en los que se produce una iluminación, un satori, una epifanía en la que se abren los cielos y todo cambia para siempre. Una nueva luz ilumina el viejo mundo. Un caso célebre es el de Arthur Koestler, agitador comunista internacional al servicio de Willi Münzenberg que habiendo caído preso en Málaga de las tropas sublevadas y a punto de ser fusilado tuvo en su celda una iluminación que le transformó para siempre. Salió de la cárcel transformado y al poco tiempo se había convertido en uno de los más influyentes intelectuales contra el bolchevismo.
Especialmente emocionante es el «momento de la sensación verdadera», por usar una expresión de Handke, que tuvo Milovan Djilas durante la Segunda Guerra Mundial, donde luchaba como lugarteniente de Tito. Él mismo explica en uno de sus libros autobiográficos, creo que era Parts of a lifetime, cómo siendo jefe de un comando de guerrilleros se les escapó un prisionero, y viéndole huir a lo lejos por los campos se llevó al hombro el fusil, apuntó cuidadosamente, disparó y lo vio caer. Era lo correcto desde el punto de vista de la lógica de la guerra, pero el incidente le dejó un mal sabor de boca. Le estuvo dando vueltas durante cierto tiempo. Lo rumiaba. Acabó cuestionando todo lo que constituía su vida. Acabó como disidente del régimen de Tito, autor del influyente libro denuncia La nueva clase, y prisionero de su antiguo camarada.
Son historias conmovedoras. Señalan que en las vidas puede abrirse una ventana de esperanza de una segunda oportunidad. Edward Bunker había pasado cerca de veinte años entrando y saliendo de reformatorios y cárceles cuando, estando en una celda contigua al callejón de la muerte, desde donde oía el llanto de los condenados en vísperas de entrar en la cámara de gas, cayó en sus manos el libro de un expresidiario –no recuerdo cuál- y se dijo que aquello lo podía hacer también él. Se puso manos a la obra, escribió No hay bestia tan feroz y salió de la cárcel, para no volver nunca más, convertido en autor de referencia sobre la vida criminal americana.
«No es un momento que se alcance sin pasar por experiencias salvajes»
Redención. Satori. Iluminación. No es un momento que se alcance sin pasar por experiencias salvajes. Salvando las distancias con los autores que he citado, pienso a veces, y siempre con simpatía, en Jorge Fernández Díaz, el exministro del Interior que iba, según propia confesión, por caminos de perdición, «cuesta abajo en la rodada» como dice el tango, («Bajo el ala del sombrero, Cuántas veces embozada Una lágrima asomada Yo no pude contener»), hasta el día en que, encontrándose en Las Vegas, tocó fondo y supo que iba a morir. En ese momento imploró socorro a santa Teresita de Lisieux, y se salvó, eso sí, convertido en adelante en un santurrón de misa diaria y con ribetes grotescos (por ejemplo, tiene un ángel de la guardia que le ayuda a aparcar el coche) que le hacen ser considerado ridículo por muchos. ¡No por mí! Nunca me burlaré de quien vio abierta a sus pies la boca del abismo.
Ahora es objeto de escarnio por un artículo que acaba de publicar sosteniendo que «el fin de la guerra de Ucrania vendrá por el Inmaculado Corazón de María». ¿Y eso, cómo será? Don Jorge nos lo aclara. No será por la fuerza de las armas, sino de la plegaria sostenida: «La Blanca Señora indicó un claro instrumento: el impulso de la práctica de la devoción de los cinco primeros sábados de mes, que está olvidada. Más difícil era que cayeran el Muro y la URSS, y el milagro se consiguió». No me parece una prognosis más descabellada que todas las demás que prodigan los medios de comunicación. Aunque ya te veo, lector blasé, paganazo, sonriéndote por el retorcido colmillo. Bueno, wait and see!