THE OBJECTIVE
Daniel Capó

Tendencias de fondo

«El interés de China está en que el conflicto de Ucrania no suba de grado ni se extienda, pero sí que se mantenga y, sobre todo, que Rusia no sea derrotada»

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Tendencias de fondo

Erich Gordon

El día en que se cumplió un año de la invasión rusa de Ucrania, la bolsa norteamericana empezó a caer con fuerza. No ha sido un buen curso para las empresas cotizadas ni para la economía en general, a pesar de que hace 12 meses se temía que pudiera ser aún peor. A los políticos –y a los medios– les gustan los relatos extremos que inflamen los ánimos –revoluciones y apocalipsis para entendernos– aunque, al final del trayecto, la realidad suele quedarse afortunadamente siempre a medio camino. Otra cosa son las tendencias de fondo, claro está, y ahí el dibujo aparece un poco más nítido. Pongamos por caso la renta per cápita española, que no ha hecho sino decrecer en términos relativos durante las dos últimas décadas, se compare con quien se compare. Se dirá que las estadísticas, como el algodón, no suelen engañar y esta vez no parece ser una excepción: ¡nuestros bolsillos lo confirman! Nos podemos consolar pensando que en otros sitios están peor y basta mirar hacia el Este, con los ojos puestos en Kiev, para comprender que el valor de la paz es insustituible. Y también para saber que la paz exige un coraje por encima de cualquier egoísmo.

Tendencias de fondo y no coyunturas. Al mirar hacia Ucrania se identifican dos actores principales: Estados Unidos y China que, como los dioses griegos de la Ilíada, pueden decidir el signo de la contienda. Hace ya mucho tiempo, Simone Weil supo ver que en el centro de la Historia humana se encuentra la fuerza, capaz de cegar a los que creen disponer de ella o a los que se le hallan sometidos –la carne mutilada, la consciencia humillada y rota–. Como Atenea o Ares, como Afrodita o Apolo, los dioses proporcionan a los contendientes el armamento necesario para seguir saciando su ira, mientras los aedos cantan a esos mismos dioses a fin de poder contar con su aquiescencia. Kiev y Moscú saben que, si Washington y Pekín se hartasen, todo su esfuerzo bélico se desplomaría en un instante. Su ayuda decidida, en cambio, puede suponer la victoria.

«¿Les interesará a las élites chinas escalar la guerra o les basta con sostener a Rusia y desestabilizar nuestro mundo?»

Tras la visita de Biden a Zelenski, han vuelto a crecer los rumores acerca de una posible intervención china a favor de Putin. La CIA, en concreto, la daba casi por segura. Hace apenas unas semanas, Xi Jinping viajaba a Teherán despertando los temores de una posible coalición antioccidental (no olvidemos que Irán sigue suministrando armamento al ejército ruso), a la vez que sigue sin condenar la agresión a Ucrania. El viernes pasado presentó un acuerdo de paz cuya credibilidad –sin esa condena previa– es mínima, si bien sirve para sustentar un relato acusatorio contra Occidente. ¿Les interesará, sin embargo, a las élites chinas escalar la guerra o les basta con sostener a Rusia y seguir desestabilizando nuestro mundo? En un contexto de aparente desglobalización, ¿ha alcanzado China el punto de madurez suficiente como para desafiar abiertamente a Estados Unidos o intenta sólo desgastarlo mientras espera con paciencia su oportunidad? La guerra sigue centrada en Europa y, entre tanto, el mundo no occidental –Hispanoamérica, África o la India– parece posicionarse en un eje que no coincide exactamente con los intereses norteamericanos. Ni con los nuestros.

Y esos movimientos apuntan en una dirección: el interés de China en que el conflicto no suba de grado ni se extienda, pero sí que se mantenga y, sobre todo, que Rusia no sea derrotada. Europa y Estados Unidos, por su parte, no se pueden permitir una victoria de Putin. El enquistamiento –o un equilibrio inestable– se antoja inevitable durante los próximos meses o años porque, detrás de esta guerra, se oculta otro enfrentamiento: el de dos supremacías. Y ninguna de ellas va a bajar la espada, mientras se vigilan desde la distancia. Hay que mirar las tendencias de fondo.

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