THE OBJECTIVE
Victoria Carvajal

Un año después

«La propuesta de Pekín choca con el mensaje imperialista y triunfador lanzado por Putin esta semana. Es difícil creer que su más potente aliado haya tomado la iniciativa sin contar con el visto bueno del Kremlin»

Opinión
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Un año después

Militares ucranianos. | AFP.

Las efemérides son un recurso habitual del oficio periodístico. Rellenan un espacio cuando escasean las noticias o flojea el contenido. En este caso se trata de una siniestra conmemoración. Porque no hay nada que celebrar y sí todo que lamentar. Un año después de la cruel invasión rusa de Ucrania el balance es aterrador. Cerca de 100.000 militares fallecidos y heridos y más de 8.000 civiles muertos, según Naciones Unidas. En el caso de Rusia los fallecidos y heridos podrían elevarse hasta los 200.000. Son cifras aproximadas de la inteligencia estadounidense que advierten de las dificultades para ser más precisos en sus estimaciones. A este terrible balance hay que sumar ocho millones de refugiados repartidos principalmente por Europa y otras potencias aliadas, el mayor éxodo desde la Segunda Guerra Mundial, y otros tantos millones de desplazados dentro del territorio ucraniano. Y luego está la devastación económica. 

La principal perjudicada ha sido Ucrania. Su PIB ha retrocedido un 30% en 2022, según los últimos datos del FMI, que también destaca la impresionante resistencia de las empresas y la banca ucraniana en un tan entorno hostil. La siguiente en la lista de damnificados ha sido Europa. Su dependencia energética de Rusia ha provocado que la inflación, ya presionada por el colapso en la oferta de diversas materias primas y la interrupción de las cadenas de suministro, se haya disparado hasta las tasas más altas de los 40 años fruto del encarecimiento del gas y el petróleo que trajo la invasión. El crecimiento de su PIB, que se recuperaba con vigor tras el socavón de la pandemia, se vio frenado: del 4,3% previsto antes del conflicto al 3,6% en que cerró 2022. Un parón que se reflejará con más crudeza en 2023. La previsión es que la economía de la UE avance un 0,8%. 

¿Y qué hay de la extra sancionada Rusia? En 2022, su economía sobrevivió mucho mejor de lo que podía anticipar dada la envergadura del castigo económico impuesto por Occidente. Ello ha sido posible gracias a las ganancias extra que han supuesto la subida de los precios de sus dos principales fuentes de ingresos: el gas y el petróleo. Puede que la demanda de su principal mercado, el europeo, haya bajado pero esta ha sido mitigada por las ventas récord a nuevos mercados, como la India o China. Otra de las razones que explican el aguante de la economía rusa han sido los agujeros que tienen las sanciones. Rusia compra a terceros países las exportaciones necesarias para, entre otras cosas, nutrir su maquinaria de guerra. Todo ello ha permitido al país agresor limitar al 2,2% la caída de su PIB. Una cifra que contrasta con la caída de entre el 10% y el 15% que auguraban los organismos internacionales al inicio del conflicto. 

Si bien las exportaciones occidentales a Rusia se han desplomado, las destinadas a los países limítrofes con la antigua Unión Soviética se han disparado. Un fenómeno que está siendo investigado por Bruselas y Washington para evitar que las compañías occidentales sorteen las sanciones impuestas a Moscú introduciendo sus productos por la puerta de atrás.

Tampoco el rublo, excluido del sistema de pagos SWIFT que domina las transacciones internacionales, se ha pegado el batacazo esperado. La moneda rusa logró recuperar a mediados del año pasado todo el terreno perdido tras el anuncio inicial de las sanciones y en junio llegó incluso a situarse en la tasa más alta de los últimos siete años. La política monetaria del banco central ruso, moderadamente restrictiva (los tipos de interés se sitúan en el 7,5%), y el control sobre los capitales que permite limitar la cantidad de dinero que sale del país junto con los abultados ingresos por la venta de petróleo y gas respaldaron su valor. El rublo no ha arrancado 2023 con la misma fuerza reflejando el deterioro de su balanza comercial, impactada por la caída de los ingresos en sus exportaciones de hidrocarburos. ¿Y la inflación? En enero de 2023 esta se situaba en el 11,8%. No tanto más lejos del 8,6% de la Unión Europea. 

No es un cuadro macroeconómico terrorífico. Desde luego no el que uno podría esperar mostrara la economía de un país castigado sucesivas rondas de sanciones (ahora mismo se decide la décima) aprobadas por la Comisión Europea a las que cabe añadirse las impuestas por parte de EEUU y Reino Unido. En 2023, la caída de su PIB puede situarse entre el 3,5% y el 5,6%, según las distintas estimaciones del FMI, la OCDE o el Banco Mundial. La razón principal es la esperada caída de los ingresos por la venta de gas y petróleo debido a la bajada de precios de ambos desde el tercer trimestre de 2022. La huída masiva del país de 300.000 hombres en edad de trabajar que se han resistido a ser reclutados para la guerra pasará también factura. 

«China ha puesto sobre la mesa un plan de paz que ha sido recibido con escepticismo por las potencias occidentales que reclaman al régimen chino la condena de la agresión rusa»

La economía rusa, con 144 millones de habitantes y un terriotorio 34 veces mayor que España, tiene un PIB de 1,8 billones de euros. El PIB de España es de 1,4 billones. El de Italia, 2,2 billones. Aun no siendo una gran potencia económica, es la que ha recibido el más severo castigo en forma de aislamiento económico en la historia de las sanciones, un arma de guerra relativamente moderna (se remonta al intento de aislamiento de Alemania por parte de Francia e Inglaterra durante la I Guerra Mundial). Excluida (al menos sobre el papel) de los mercados mundiales tanto financiera como comercialmente y de las cadenas de suministro internacionales, Rusia además se ha gastado su reserva de tanques de combates, artillería pesada y misisles de crucero, según relatan fuentes oficiales europeas y estadounidenses. 

De esa necesidad surge el temor a que Pekín y otros países que no han condenado la agresión rusa vayan a apoyar militarmente a Moscú. Frente a esas especulaciones, China ha puesto sobre la mesa un plan de paz que ha sido recibido con escepticismo por las potencias occidentales que reclaman al régimen chino la condena de la agresión rusa. La propuesta de Pekín choca con el mensaje imperialista y triunfador lanzado por Putin esta semana. Es difícil creer que su más potente aliado haya tomado la iniciativa sin contar con el visto bueno del Kremlin. ¿Se puede interpretar como un síntoma de debilidad del régimen ruso?

Entre otras cosas porque los afanes imperialistas de Putin presentan hoy este balance: Rusia controla un 17% del territorio ucraniano frente al 25% que estaba bajo su dominio antes de la invasión. Y la OTAN, menospreciada por Trump y no del todo revitalizada por Biden al poner el foco de su estrategia defensiva en China y el sudeste asiático, no sólo se ha reactivado sino que va a incoporar a dos nuevos socios que comparten frontera con Rusia: Finlandia y Suecia. Aunque las reticencias de Turquía puedan dilatar la incorporación de esta última.

Hace poco el Financial Times publicaba que el líder del siniestro grupo de mercenarios Wagner había ganó 250 millones de euros en una Rusia extra sancionada. ¿Esa capacidad mafiosa para hacer negocios y sobrevivir en un entorno adverso es extrapolable a lo que ocurre en la economía rusa? Todo apunta a que sí. Y es imposible pensar que ocurra sin la complicidad de algunos agentes económicos occidentales. Y es ahí donde la acción sancionadora de la UE debería centrarse. 

Porque nada hace pensar que Putin cederá en su empeño de someter a Ucrania. Relata el Financial Times que los oligarcas no daban crédito cuando se enteraron de que Putin había tomado prácticamente en solitario la decisión de invadir Ucrania. El presidente ruso llamó a la 1 de la mañana del 24 de febrero a Serguei Lavrov para comunicarle que iba adelante con la invasión. Pasmado, el oligarca en cuestión preguntó al ministro de Exteriores que cómo era posible que Putin hubiera decidido embarcarse en tremenda invasión consultando a un círculo tan escaso de asesores -tan reducido que ni los miembros del gobierno ni los oligarcas más cercanos pensaron que fuera posible que ocurriera-. «Tiene tres asesores», dice el FT que le respondió Lavrov: «Iván el Terrible, Pedro el Grande y Catalina la Grande».

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