Fantasías victimistas
«Cuantos más crímenes de guerra cometía Rusia, más se hacía la víctima. La combinación de vulnerabilidad y violencia es calcada a la de la Alemania nazi»
En su excelente Vida y muerte en el Tercer Reich, el historiador alemán Peter Fritzsche habla de una obra de ficción publicada en Alemania en 1940 que describía las primeras fases del Holocausto: los soldados meten a civiles en un granero y lo queman con ellos dentro, asesinan a los niños porque «en diez años serán hombres», eliminan a toda la intelectualidad. Pero es un Holocausto no contra los judíos, sino contra los alemanes. El libro, titulado Muerte en Polonia, cultiva «una fantasía de victimismo en la que los alemanes se imaginaban como las víctimas de los mismos crímenes que luego cometerían contra los polacos, los rusos y los judíos». Su autor, Edwin Erich Dwinger, anticipa las atrocidades que cometerían los Einsatzgruppen, o escuadrones de la muerte nazis, en Europa del Este, pero en su libro las víctimas de genocidio son los alemanes étnicos, y los verdugos son los polacos.
El libro tuvo cierto éxito y las SS lo usaron en los seminarios y talleres que impartieron para las tropas que invadirían un año después la Unión Soviética. Era un documento completamente ficticio, pero servía para promover un relato propagandístico que ya era bastante común en la Alemania nazi: tenemos que atacar antes de que ellos (y ese «ellos» eran los polacos, los judíos, los bolcheviques, Inglaterra) lleven a cabo el exterminio contra Alemania que llevan décadas preparando. «Los nazis propinaron a sus enemigos la misma destrucción que, según imaginaban, les aguardaba a los alemanes», continúa Fritzsche. «El nacionalsocialismo fue la empresa asesina que fue no por haber sido moderno o eficaz o burocrático, sino porque creía ser la resolución de un momento específico de la historia alemana en el que un pueblo en peligro intentaba hacerse inexpugnable».
« El ‘victimismo del verdugo’ es muy común en política»
Este «victimismo del verdugo» es muy común en política. Como escribe Danielle Giglioli en Crítica de la víctima, la figura de la víctima es «el sueño de cualquier tipo de poder», porque «la víctima es irresponsable, no responde de nada, no tiene necesidad de justificarse». Y cuando actúa solo está respondiendo a una agresión previa. Es una actitud especialmente común en regímenes autoritarios y totalitarios. En 2014, Putin justificó la ocupación del Donbás y la anexión de Crimea con el argumento, también usado por los nazis para anexionarse los Sudetes y Austria, de proteger a los rusoparlantes, cuyos derechos estaban siendo atacados. La invasión de Ucrania en 2022 actualizó ese relato: se estaba produciendo un genocidio contra la población rusa en Ucrania y había que acudir a su rescate y derrocar al Gobierno de Zelenski. Ese supuesto genocidio, por supuesto, no iba a limitarse a Ucrania: era el pueblo ruso, el russkiy mir, el que estaba en peligro. El ataque a Ucrania era preventivo. «Lo que está ocurriendo en Ucrania es una tragedia, de eso no hay duda. Pero no teníamos elección. Era cuestión de tiempo que se produjera un ataque contra Rusia», dijo Putin en abril de 2022.
El 14 de marzo, el historiador Timothy Snyder intervino ante el Consejo de Seguridad de la ONU para debatir sobre el concepto «rusofobia». «El término ‘rusofobia’, que estamos debatiendo hoy, ha sido explotado durante esta guerra como una forma de propaganda imperial en la que el agresor afirma ser la víctima. En este último año, ha sido un concepto que ha servido como justificación de los crímenes de guerra rusos en Ucrania». Cuantos más crímenes de guerra cometía Rusia, más se hacía la víctima. La combinación de vulnerabilidad y violencia es calcada a la de la Alemania nazi. Mientras Rusia bombardea a civiles y comete crímenes de guerra, su televisión habla de los ucranianos como cerdos, parásitos, gusanos, satánicos, demonios. Hay participantes en los programas públicos que dicen que hay que «ahogar a los niños ucranianos», hay que quemar las casas ucranianas con sus habitantes dentro. Rusia tenía miedo a que la atacaran, así que atacó primero. El genocidio que temía en Rusia lo acabó cumpliendo en Ucrania.