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César Calderón

Del ridículo no se vuelve

«La caída en desgracia de Vox tras la vergüenza que están haciendo pasar a sus votantes no será un bello y dramático picado con fundido a negro final»

Opinión
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Del ridículo no se vuelve

El presidente de VOX, Santiago Abascal, y el candidato de la moción de censura, el profesor Ramón Tamames. | Europa Press

A Juan Domingo Perón -espero que puedan disculparme mis amigos argentinos- le pasa un poco como a Winston Churchill, en cuanto alguien no sabe a quién atribuirle alguna frase especialmente brillante, la opción menos arriesgada es colgársela de la casaca al generalote argentino inventor del populismo-choripán como si de una medalla se tratase. Una más seguro que nadie lo va a notar.

De todas ellas, afortunadamente apócrifas en su mayoría, una de mis favoritas es aquella que el caudillo argento dedicó a sus opositores y que decía que, en política: «Del único lugar del que no se vuelve es del ridículo».

Y tenía razón, un líder político puede sobreponerse a una traición, a la desaparición de su partido, a una crisis económica, a una pandemia, una guerra e incluso a una invasión alienígena, pero jamás sobrevivirá a aparecer haciendo el ridículo ante los ojos de sus seguidores. Eso nunca se lo van a perdonar.

En nuestro país también tenemos estupendos ejemplos de este adagio, esto es, políticos que tras hacer el ridículo de forma olímpica se disolvieron como un azucarillo desapareciendo de la vida pública nacional: desde Antonio Hernández-Mancha, en paradero desconocido tras hacer el ridículo de forma inmisericorde en su moción de censura presentada contra Felipe González en 1987, hasta Carles Puigdemont, huido a Flandes tras protagonizar la declaración de independencia más breve de la historia de la cristiandad. Sin olvidar, por supuesto, a Albert Rivera, desaparecido en combate al defraudar las expectativas de sus votantes en una sucesión de acciones autodestructivas para su propia integridad física dignas de una película de Buster Keaton.

Ridículos todos ellos comparables a la campaña de autoagresiones y automutilaciones a la que está sometiendo Santiago Abascal a sí mismo y a su partido tras la elección de Ramón Tamames como cabeza de la moción de censura que perpetrarán mañana martes en sede parlamentaria y que estoy seguro marcará el punto de inflexión que llevará de nuevo a Vox a situarse en el sitio que le corresponde tras las próximas elecciones generales.

Pero ojo, la caída en desgracia de Vox tras la vergüenza que están haciendo pasar a sus votantes no dibujará un bello y dramático picado con fundido a negro final, sino como ya hemos visto en los casos de Podemos y Ciudadanos, más bien será una suave y progresiva curva descendente que les irá acercando elección tras elección a la irrelevancia.

Y es que Ciudadanos, Podemos (y ahora Vox) son tres movimientos que a pesar de sus diferencias ideológicas responden en realidad  a patrones bastante similares: 

  • Los tres nacen como respuesta a un momento histórico de crisis de credibilidad de los partidos tradicionales. 
  • Los tres se benefician un crecimiento explosivo que les lleva a superar todas sus expectativas, llegando incluso a poner en peligro la hegemonía de los partidos clásicos dentro de cada bloque ideológico
  • Los tres son partidos de cuadros con direcciones de estilo leninista que a pesar del tiempo y de los recursos de los que disponen no logran -bueno, ni siquiera intentan- desarrollar una mínima implantación territorial.
  • Y finalmente, los tres van acumulando errores de novato que tratan de solucionar con acciones dramáticas y espectaculares que a la postre solo logran hacerles perder el favor ciudadano de forma lenta y progresiva.

A no ser, claro, que en la pintoresca moción de censura que viviremos los próximos dos días, el ridículo sea tan espantoso que Vox se convierta en un apestado político incluso para sus votantes más fanatizados, algo que si Perón tenía algo de razón, tampoco deberíamos descartar del todo.

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