THE OBJECTIVE
José Carlos Llop

Biografías

«Una sociedad pobre en biografías –y no porque no haya tenido personajes para escribir sobre ellos– es más débil y más pobre, en el sentido estricto, también»

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Biografías

Jean-François Fogel.

En la muerte de Jean-François Fogel, me ha llamado la atención (hablo de los medios españoles) que, entre sus libros mencionados, nadie citara la biografía del escritor Paul Morand, titulada Morand-Express y publicada por Grasset en 1980. Quiero decir con esto que no se publicó en una editorial pequeña o rara o caprichosa sino en una de las grandes casas parisinas y que es una magnífica biografía, escrita al ritmo de la prosa y la vida de Morand, el gran cínico (y tal vez me quede corto con el adjetivo). Hay otras: se me ocurren ahora la minuciosa de Ginette Guitard-Auviste, el mosaico construido por Bernard Delvaille para la colección Poetas de hoy, de Seghers, la novela de Pauline Dreyfus –una de las novelistas recientes que más me gustan– Immortel, enfin y el ensayo de Gabriel Jardin, Un évadé permanent, que gracias a su padre, amigo de Morand y del mismo lado soft-collabo, tuvo al escritor muy cerca en su infancia y juventud. Pero la biografía de Fogel es tan trepidante como luminosa (o ese efecto causó en mí cuando la leí en su día) y hasta donde yo he visto, aquí ha brillado por su ausencia. No se ha mencionado.

La ausencia de Morand-Express en las noticias de la muerte de Fogel publicadas en España me ha hecho pensar en el papel de las biografías en una sociedad. Los ingleses –y en general los anglosajones– son maestros en el género, sus mariscales de campo. Sus biografías son sólidas, extensas y variadas: siempre hay varias de un solo personaje, que se complementan o discuten y aportan datos y visiones nuevas del mismo. También las hay en Francia, pero disminuyen a medida que nos acercamos al Mediterráneo y se hacen más delgadas y no es raro encontrarse biografías de hombres y mujeres nacidos en nuestro mar, escritas por autores anglosajones: desde figuras del Imperio Romano al poeta d’Annunzio (y ahí vuelven a brillar por su estilo, extensión y profusión de datos).

Tengo, pues, la impresión de que las biografías mejoran y contribuyen a estructurar una sociedad y a situarla tanto frente al tiempo como frente a aquellos que destacaron en cada época: como si todos ellos trazaran una sólida columna vertebral que refuerza la sociedad a la que pertenecieron. Como si los hallazgos de su vida continuaran proyectándose en sus sucesores. Algo así como la música o el arte. Y que una sociedad pobre en biografías –y no porque no haya tenido personajes suficientes para escribir sobre ellos– es más débil y más pobre, en el sentido estricto, también. Quiero decir que su falta provoca una carencia enfermiza en la estructura del país; ¿o es al revés? Tal vez sea sólo una ocurrencia de fin de semana, pero es la impresión que tengo.

«Aquí hay biografías que se escriben para cubrir un vacío, pero en otras es la apropiación del biografiado el verdadero motivo»

Cuando en una sociedad existe carencia de biografías suele ocurrir un curioso fenómeno que abunda tanto en los departamentos universitarios como entre los eruditos a la violeta: los celos, el afán de posesión exclusiva del biografiado por parte de su biógrafo. Y es verdad que para que exista una biografía ha de haber una seducción previa y, si me apuran, algunos puntos de identificación entre el biógrafo y el biografiado. Y habrá momentos, incluso, de verdadera posesión de aquel por la figura de éste, y eso no es un mal carburante para continuar adelante cuando las fuerzas flaquean o asoma el tedio en el horizonte. Pero aquí todo esto se extiende en el tiempo y se convierte en una finca privada donde el biógrafo también es el guarda y tiene la escopeta siempre a punto. No sólo eso. Hay biografías que se escriben para cubrir un vacío, pero en otras es la apropiación del biografiado el verdadero motivo que se oculta tras la escritura. «Yo soy como él y por eso lo entiendo más que nadie»: la biografía como una aportación al género del autobombo. Algo así suele suceder y sucede también que, en estos casos, la biografía sale tarada y el flaco favor se instaura durante un par de décadas. Flaco favor al biografiado y flaco favor a su sociedad, víctima de un engaño personalista.

En ninguna de las páginas de Morand-Express tiene uno la impresión de que Fogel intente adueñarse a Morand o marque territorio como un zorro cerca del gallinero, para que nadie más entre ahí y sea su coto de caza; al revés: ilumina al personaje y nos lo hace más cercano, por si acaso alguien quisiera continuar y al comienzo de esta crónica he citado a algunos. Me temo que aquí en España suele pasar lo contrario: no siempre, pero sí casi.

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