Un viaje de muchos catalanes
«Como Eva Parera, muchos se dieron cuenta tarde pero ahora ya saben que el nacionalismo es el mal: tensión, injusticia, enfrentamiento, fanatismo, sumisión y conflicto»
Eva Parera es la presidenta de Valents, un nuevo partido catalán, y será su cabeza de lista a la alcaldía de Barcelona. A su vez, acaba de publicar un libro (Un viaje para valientes, ed. Deusto) cuyo interés reside precisamente en que al explicar su peculiar trayectoria política se comprueba que coincide con la de otros muchos catalanes.
En efecto, Eva creció en un ambiente en el que lo normal, lo dominante, era «ser convergente», es decir, votar a Convergència y Unió Democrática (CiU), ver TV3 y, en familia y con los amigos, hablar siempre en catalán. Además, por supuesto, ser del Barça que, desde mucho antes de CiU y de la democracia, ya era «más que un club», es decir, representaba a Cataluña y a los catalanes.
Ya ejerciendo de abogada le tentó la política y, en coherencia con la trayectoria anterior, entró a formar parte de Unió -la U de CiU- el partido federado con la CDC de Pujol y de Mas. Así formaba parte de la Cataluña nacionalista, del cogollo bien pensante, del rebaño. Eva era para muchos en Cataluña una persona con una mentalidad normal. Fue nombrada senadora y desempeñó este cargo lo más dignamente que pudo hasta que llegó el momento de colaborar en el procés.
Ahí se cuadró, sus compañeros de partido empezaron a comportarse de una maneras que no esperaba. ¿Ingenua? Desde luego. Todo se veía venir desde tiempo atrás pero nunca pensó que llegaría tan lejos. Cayó del caballo, como San Pablo. Y empezó a pensar que la habían engañado. Dejó el partido, como otros tantos en Unió, se incorporó a la efímera formación de Manuel Valls y, por fin, con otros compañeros y amigos, decidió formar otro: Valents. Su libro explica este recorrido, relata las razones por las que se arrepiente del pasado y, sobre todo, argumenta sus nuevas convicciones, tan distintas, incluso contrapuestas, a las de antes.
«Todo partido nacionalista tiene como objetivo último la soberanía territorial»
¿En qué la engañaron? En convencerla de que lo que a ella le parecía natural debía ser también natural para todos los catalanes. Había caído en el mito del «buen catalán», en aquello de una única lengua, una sola radio y televisión, un sólo club de fútbol y, por supuesto, lo más importante, Cataluña über alles. No se había dado cuenta de que asumir todo esto era sólo una manera de asumir otra cosa, la imprescindible guinda del pastel: la separación de España.
Desde luego se dio cuenta tarde: todo partido nacionalista tiene como objetivo último la soberanía territorial, conseguir convertirse en un Estado independiente. Primero construyen la nación, después asalta al Estado «opresor» (así lo ha definido cuidadosamente en la etapa de la construcción nacional) para forzarle a ceder. La primera etapa fue el pujolismo, la transición hacia la segunda fueron los tripartitos de Maragall y Montilla, en 2012 comenzó el procés, es decir, la desobediencia al derecho, el estado de insurrección permanente que aún dura.
Tras la moción de censura de 2018 que convirtió a Pedro Sánchez en presidente del Gobierno, los que asaltaron al Estado apoyan parlamentariamente el Gobierno y sus cómplices forman parte del mismo. Por esto, a pesar de una calma aparente, producto de un falaz apaciguamiento, la situación sigue siendo complicada y el riesgo es peor que en 2017: al menos entonces los separatistas no ocupaban, como ahora, el Gobierno del Estado.
En este contexto nace Valents y a fines de mayo se presentará por primera vez a unas elecciones. Se presenta como un partido inequívocamente antinacionalista. Eva Parera lo expresa con claridad en su libro. Escojo dos frases.
– «Con el nacionalismo no se puede contemporizar, o se le vence, o acaba destruyéndolo todo».
– «El nacionalismo catalán carece por completo de base objetiva en la cual sustentar sus reclamaciones, crea problemas inexistentes e intenta resolver lo que no precisa solución alguna».
«Hay una Cataluña oficial (la del poder) y una real (la de la calle)»
Si pensamos en lo que sucede con la lengua en la escuela y ahora empieza en la universidad, si pensamos en el monolingüismo de las radios y las televisiones, también en el Parlamento excepto los grupos considerados como anticatalanes por la Cataluña oficial; si todo esto lo comparamos con la normalidad de la calle y de los lugares públicos en los que no se entromete la Generalitat, podemos ver el contraste: hay una Cataluña oficial (la del poder) y una real (la de la calle), esta segunda muy poco representada en las instituciones políticas.
Recordemos que en las últimas elecciones sólo participó el 51% de los censados, una cifra muy inferior a las anteriores de 2017 en las que participó un 79%, casi 30 puntos de diferencia. En Cataluña gobierna un bloque nacionalista (de Junts a la CUP, pasando por ERC, PSC y los comunes de Colau) que sólo pactan entre ellos y da lo mismo votar a unos que a otros porque siempre mandan los mismos. Valents se incorpora al minoritario bloque contrario (con Cs y el PP) que busca que muchos abstencionistas se animen a participar.
El recorrido político de muchos catalanes seguro que es parecido al de Eva Parera: se dieron cuenta tarde pero ahora ya conocen bien las entrañas en que se esconde el nacionalismo y hacia donde nos lleva. Mitterrand dijo al contemplar los Balcanes de los años 90 que el nacionalismo era la guerra, ¡c’est la guerre! En Cataluña todo es más modesto: el nacionalismo es, simplemente, el mal. Pero no es poco mal: tensión, injusticia, enfrentamiento, fanatismo, sumisión y conflicto.
Si no se reconduce la situación, y esto depende del voto de los ciudadanos de Cataluña, continuará la actual decadencia hasta profundidades que no sospechábamos porque creíamos en el seny, un mito más de las muchas mentiras del nacionalismo.