THE OBJECTIVE
Pablo de Lora

Las raíces de 'Pam'

«La secretaria de Estado de Igualdad, nacida en 1989, tuvo probablemente muchas más profesoras que profesores (más del 70% en enseñanza secundaria)»

Opinión
18 comentarios
Las raíces de ‘Pam’

Ilustración de Erich Gordon.

Se trataba de calcular la longitud de la cadena que sostendría la barra de una ducha. La cadena iría desde la pared formando el ángulo suficiente como para soportar el peso de la barra. Discutían el empleado de Leroy Merlín y el futuro comprador. Hasta que intervino la mujer del comprador. «Pitágoras», dijo. Ante el silencio insistió: «Es la hipotenusa de un triángulo rectángulo». Las caras de perplejidad no la arredraron: «Sí, hombre, su valor es la raíz cuadrada de la suma de los cuadrados de los catetos… quita de en medio. Dame el metro y saca la calculadora. ¿O sabrás hacer la raíz cuadrada?». No me lo invento. Se trataba de mi hermana y mi excuñado.

Viene lo anterior a cuento de Ángela Rodríguez Pam, ella nuevamente, la inefable e infatigable secretaria de Estado de Igualdad que recientemente ha proferido algo así como: «Menos raíces cuadradas en las escuelas y más hablar del consentimiento en materia sexual». No se ha visto Pam, por lo que parece, en ninguna circunstancia pitagórica como la anterior; tal vez su instrucción matemática corrió a cargo de un profesor que mientras «violaba bastante» se dedicó a sepultar su genio booleano, computacional o ingenieril; a ir encarrilando a niñas como ella a la costura y al macramé, o a la Psicología o a la Enfermería de acuerdo con el guion del patriarcado que todo lo atraviesa como la radiación cósmica. Es dudoso porque Pam, nacida en 1989, tuvo probablemente muchas más profesoras que profesores (más del 70% en secundaria). Lo cual es por supuesto perfectamente compatible con que todas ellas fueran aliadas del patriarcado que todo lo puede y contra el que, en el fondo, nada deberemos poder hacer pues nos va la vida de observatorios, unidades, subsecretarías, planes y sueldos de las Pam de este mundo en ello.

Las profesoras de Matemáticas que recuerdo de mi infancia y adolescencia son mujeres: Carmen Brito y Elena Flórez. No recuerdo que me enseñaran nada sobre el consentimiento pero sí la demostración por semejanza de triángulos del teorema de Pitágoras y cuán importante resultaron las raíces cuadradas para el desarrollo de la agricultura en tiempos babilónicos.

«La nueva Ley de Universidades no ha dejado contento a casi nadie»

El Ministerio de Universidades, ahíto de autosatisfacción tras haberse aprobado una nueva Ley Orgánica de Universidades que no ha dejado contento a casi nadie en la comunidad universitaria –excepción hecha de las cuasi ya extrañas y extrañadas comunidades universitarias catalana y vasca- acomete un nuevo proyecto. Se anunció el pasado jueves: acabar con la segregación universitaria en los grados.

El lector no avisado creerá que hemos vuelto a la Universidad de Alabama, a junio de 1963, cuando el gobernador Wallace trataba de impedir, físicamente, que los estudiantes africano-americanos Vivian Malone y James Hood pudieran acceder a las aulas cumpliéndose así las ordenes de los tribunales que mandataban la «desegregación» en las instituciones educativas (un caso de deplorable «judicialización de la política», de no confiar en el «diálogo» que dirían algunos en España). No, no se trata de eso sino de que hay estudios fuertemente feminizados en su matrícula, verbigracia Enfermería, y otros muy masculinizados, verbigracia Informática, lo cual justificaría, por ejemplo, rebajar las tasas a quienes, matriculándose en esos grados, contribuirán a que se dé una proporción, dice el ministerio, de 60-40 (o viceversa). Ello sería el indicio de la «desegregación».

La Universidad Autónoma de Madrid está cerca de alcanzar el objetivo en términos de matrícula en general (58,5% de mujeres frente al 41,5% de hombres de acuerdo con los datos del curso 2016-2017) si bien corre el peligro de que, de seguir la tendencia (el 55,5% de los que terminan el bachillerato son mujeres frente a un 44,5% de hombres según los datos del Ministerio de Educación), el ministro Subirats tenga que plantarse en Cantoblanco cual Wallace para proceder a la «desegregación», a romper el que quizá podría llamarse «techo de cristal» en el acceso a la Universidad para los hombres.

A la rectora de la UAM le preocupa la baja matrícula en carreras STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) tanto de hombres como de mujeres, pero también que los estereotipos de género estén tan arraigados en la sociedad, y que el desinterés de las niñas por las disciplinas STEM empiece muy pronto en la escuela pues tienen los roles muy establecidos. Se trata, dice, de que haya «actuaciones dirigidas al profesorado a niveles de infantil y primaria».

No parece que, a esos efectos, debamos encomendar a Pam ninguna de esas «actuaciones», y, por otro lado, no se sabe muy bien cuál es la evidencia que permite sostener ese desinterés o temprano señalamiento de roles. Si se trata de anécdotas o experiencias personales, pues cada uno, o una, contarán la feria según le ha ido, como he hecho yo párrafos atrás. Los datos muestran que «sin actuaciones dirigidas al profesorado a niveles de infantil y primaria» el 74% de los estudiantes del grado en Medicina en la UAM son mujeres, y éstas son mayoría en los grados de Biología, Química, Bioquímica o Ciencias Ambientales.

«¿Se trata de que el coste de la matrícula para las mujeres sea inferior si deciden estudiar Ingeniería Informática?

¿De qué se trata entonces? ¿Hay que desplegar «actuaciones» en infantil y primaria, donde el porcentaje del profesorado está compuesto en un 90% por mujeres, porque a los niños se les desincentiva de algún modo a ser los nuevos Lavoisier, Severo Ochoa o George Church? ¿Se trata de que el coste de la matrícula para los hombres sea inferior si estudian alguno de esos grados, o el de las mujeres si deciden emprender los estudios de Ingeniería Informática? ¿«Desegregar» sin desagregar por renta? ¿Al estilo del bono térmico o el bono cultural? ¿En eso consiste ahora la justicia social?

Y a todo esto: nuestras autoridades universitarias siguen ancladas en el mundo de ayer. Insisten en hablar de brechas, segregaciones, mujeres y hombres a partir de un hecho biológico que hoy cuenta tanto como la voluntad de cualquier español o española de cambiarlo en cualquier momento acudiendo al Registro Civil. Por si no se habían enterado.

Se me ocurre entonces lo siguiente: propongan a un número suficiente de estudiantes que hayan conseguido acceso a un grado y que equilibrarían la deseable proporción 60/40 (por cierto: ¿por qué no 55-45 o 50/50?) que acudan al Registro Civil y modifiquen la mención de su sexo.

La «paridad» y el derrumbe del patriarcado bien merecen ese pequeño esfuerzo.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D