Las raíces de 'Pam'
«La secretaria de Estado de Igualdad, nacida en 1989, tuvo probablemente muchas más profesoras que profesores (más del 70% en enseñanza secundaria)»
Se trataba de calcular la longitud de la cadena que sostendría la barra de una ducha. La cadena iría desde la pared formando el ángulo suficiente como para soportar el peso de la barra. Discutían el empleado de Leroy Merlín y el futuro comprador. Hasta que intervino la mujer del comprador. «Pitágoras», dijo. Ante el silencio insistió: «Es la hipotenusa de un triángulo rectángulo». Las caras de perplejidad no la arredraron: «Sí, hombre, su valor es la raíz cuadrada de la suma de los cuadrados de los catetos… quita de en medio. Dame el metro y saca la calculadora. ¿O sabrás hacer la raíz cuadrada?». No me lo invento. Se trataba de mi hermana y mi excuñado.
Viene lo anterior a cuento de Ángela Rodríguez Pam, ella nuevamente, la inefable e infatigable secretaria de Estado de Igualdad que recientemente ha proferido algo así como: «Menos raíces cuadradas en las escuelas y más hablar del consentimiento en materia sexual». No se ha visto Pam, por lo que parece, en ninguna circunstancia pitagórica como la anterior; tal vez su instrucción matemática corrió a cargo de un profesor que mientras «violaba bastante» se dedicó a sepultar su genio booleano, computacional o ingenieril; a ir encarrilando a niñas como ella a la costura y al macramé, o a la Psicología o a la Enfermería de acuerdo con el guion del patriarcado que todo lo atraviesa como la radiación cósmica. Es dudoso porque Pam, nacida en 1989, tuvo probablemente muchas más profesoras que profesores (más del 70% en secundaria). Lo cual es por supuesto perfectamente compatible con que todas ellas fueran aliadas del patriarcado que todo lo puede y contra el que, en el fondo, nada deberemos poder hacer pues nos va la vida de observatorios, unidades, subsecretarías, planes y sueldos de las Pam de este mundo en ello.
Las profesoras de Matemáticas que recuerdo de mi infancia y adolescencia son mujeres: Carmen Brito y Elena Flórez. No recuerdo que me enseñaran nada sobre el consentimiento pero sí la demostración por semejanza de triángulos del teorema de Pitágoras y cuán importante resultaron las raíces cuadradas para el desarrollo de la agricultura en tiempos babilónicos.
«La nueva Ley de Universidades no ha dejado contento a casi nadie»
El Ministerio de Universidades, ahíto de autosatisfacción tras haberse aprobado una nueva Ley Orgánica de Universidades que no ha dejado contento a casi nadie en la comunidad universitaria –excepción hecha de las cuasi ya extrañas y extrañadas comunidades universitarias catalana y vasca- acomete un nuevo proyecto. Se anunció el pasado jueves: acabar con la segregación universitaria en los grados.
El lector no avisado creerá que hemos vuelto a la Universidad de Alabama, a junio de 1963, cuando el gobernador Wallace trataba de impedir, físicamente, que los estudiantes africano-americanos Vivian Malone y James Hood pudieran acceder a las aulas cumpliéndose así las ordenes de los tribunales que mandataban la «desegregación» en las instituciones educativas (un caso de deplorable «judicialización de la política», de no confiar en el «diálogo» que dirían algunos en España). No, no se trata de eso sino de que hay estudios fuertemente feminizados en su matrícula, verbigracia Enfermería, y otros muy masculinizados, verbigracia Informática, lo cual justificaría, por ejemplo, rebajar las tasas a quienes, matriculándose en esos grados, contribuirán a que se dé una proporción, dice el ministerio, de 60-40 (o viceversa). Ello sería el indicio de la «desegregación».
La Universidad Autónoma de Madrid está cerca de alcanzar el objetivo en términos de matrícula en general (58,5% de mujeres frente al 41,5% de hombres de acuerdo con los datos del curso 2016-2017) si bien corre el peligro de que, de seguir la tendencia (el 55,5% de los que terminan el bachillerato son mujeres frente a un 44,5% de hombres según los datos del Ministerio de Educación), el ministro Subirats tenga que plantarse en Cantoblanco cual Wallace para proceder a la «desegregación», a romper el que quizá podría llamarse «techo de cristal» en el acceso a la Universidad para los hombres.
A la rectora de la UAM le preocupa la baja matrícula en carreras STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) tanto de hombres como de mujeres, pero también que los estereotipos de género estén tan arraigados en la sociedad, y que el desinterés de las niñas por las disciplinas STEM empiece muy pronto en la escuela pues tienen los roles muy establecidos. Se trata, dice, de que haya «actuaciones dirigidas al profesorado a niveles de infantil y primaria».
No parece que, a esos efectos, debamos encomendar a Pam ninguna de esas «actuaciones», y, por otro lado, no se sabe muy bien cuál es la evidencia que permite sostener ese desinterés o temprano señalamiento de roles. Si se trata de anécdotas o experiencias personales, pues cada uno, o una, contarán la feria según le ha ido, como he hecho yo párrafos atrás. Los datos muestran que «sin actuaciones dirigidas al profesorado a niveles de infantil y primaria» el 74% de los estudiantes del grado en Medicina en la UAM son mujeres, y éstas son mayoría en los grados de Biología, Química, Bioquímica o Ciencias Ambientales.
«¿Se trata de que el coste de la matrícula para las mujeres sea inferior si deciden estudiar Ingeniería Informática?
¿De qué se trata entonces? ¿Hay que desplegar «actuaciones» en infantil y primaria, donde el porcentaje del profesorado está compuesto en un 90% por mujeres, porque a los niños se les desincentiva de algún modo a ser los nuevos Lavoisier, Severo Ochoa o George Church? ¿Se trata de que el coste de la matrícula para los hombres sea inferior si estudian alguno de esos grados, o el de las mujeres si deciden emprender los estudios de Ingeniería Informática? ¿«Desegregar» sin desagregar por renta? ¿Al estilo del bono térmico o el bono cultural? ¿En eso consiste ahora la justicia social?
Y a todo esto: nuestras autoridades universitarias siguen ancladas en el mundo de ayer. Insisten en hablar de brechas, segregaciones, mujeres y hombres a partir de un hecho biológico que hoy cuenta tanto como la voluntad de cualquier español o española de cambiarlo en cualquier momento acudiendo al Registro Civil. Por si no se habían enterado.
Se me ocurre entonces lo siguiente: propongan a un número suficiente de estudiantes que hayan conseguido acceso a un grado y que equilibrarían la deseable proporción 60/40 (por cierto: ¿por qué no 55-45 o 50/50?) que acudan al Registro Civil y modifiquen la mención de su sexo.
La «paridad» y el derrumbe del patriarcado bien merecen ese pequeño esfuerzo.
Poniendo por delante que Pam me parece un personaje mezquino, zafio y aberrante, hasta el punto de que debería ser motivo de ofensa nacional cada día que pasa y aún no la han echado a patadas del gobierno, algo de razón lleva cuando dijo que le enseñaran en el colegio a hacer raíces cuadradas no le ha servido de nada.
Es indiscutible que la educación obligatoria debe incluir las matemáticas, pero deberían estar limitadas a lo que un ciudadano corriente podría necesitar. Un ciudadano corriente no es ingeniero, ni economista, ni matemático. En general, en lo que respecta al cálculo, sólo necesita saber hacer operaciones mentales sencillas y el resto con una calculadora o una hoja de cálculo. Lo mismo se podría decir sobre el álgebra y la geometría, y en general sobre la mayoría de los contenidos (si lo prefieren, las competencias) de las materias que forman los currículos de secundaria y primaria.
El resto sobra y sólo contribuye a mantener ocupados a alumnos con conocimientos de escasa aplicación y que provocan, en los más despiertos, la sensación de que les estan obligando a que pierdan con ello una buena parte de su valioso tiempo.
Francamente me asombra lo de que «lo que un ciudadano corriente podría necesitar».
Precisamente mucho de lo que un ciudadano corriente podría necesitar se va agrandado por el hecho de estudiar matemáticas con una cierta complejidad. Y ello es muy posible que vaya unido a un incremento en su calidad de vida.
Que en esa Rusia que miramos por encima del hombro no se hayan hundido me parece que lo demuestra. Y se hace extensivo a lo que también pasa en Ucrania, que también ha heredado dicha educación de la ex URSS.
ïdem en muchos paises del Este que nos dan sopas con onda. Y lo estamos viendo ya. También pasa en China, Corea, Japón y por supuesto en India.
Por cierto, en Irán hay muchas mujeres matemáticas y físicas, con excelente educación. Mucho mas en proporción que aquí. Y en gran parte se debe a la enseñanza segregada. También en la universidad.
Un ciudadano corriente no necesita saber sumar porque ya lo hace la calculadora. Y si es por las capitales de los países vecinos, también se escribe en Google y ya está. El ciudadano corriente no necesita saber nada, no hablemos del ser absurdo que recuerda cuáles eran los reyes godos (salvo que sea el Rafa del Pasapalabra). Es un razonamiento salvaje, por el contrario, lo que se debería hacer es forzar el aprobado en la fase obligatoria de la educación a quien realmente haya aprendido, los demás que repasen hasta que lo consigan. Si quieren ser ciudadanos corrientes no deben esperar reconocimientos ni títulos.
O sea, que un ciudadano corriente no debe aspirar jamás a dejar de de ser un ciudadano corriente.
No debe de tener un espejo de excelencia en el que reflejarse y luchar por una vida mejor. Tiene que aceptar que otros (ciudadanos excelsos) hayan decidido por él que es un ciudadano corriente y no chistar.
El ascenso social que se consiguió en décadas anteriores, y que hacía prosperar a las sociedades por si mismas, sin las tutelas del Estado, mejor lo olvidamos y apostamos por una sociedad de siervos conformes con su destino,. Destino que es el de consumir lo que les digan mientras puedan, y cuando no puedan se eutanasian.
Recordar, por ejemplo, que había reyes godos, o sea que hubo España ya antes de los reyes católicos es perjudicial para la salud de los 17 kioskos. Y recordar que no era una moarquía hereditaria sino electiva (por eso hubo tantos), también pude ser inconveniente. Y recordar que ya entonces existían los obispos traidores (Don Oppas) ni le cuento.
Mejor ponerse a ver juego de tronos, que es mas guay.
Una cosa es que sea obligatorio para todos saber resolver ecuaciones matriciales y otra bien distinta que el que necesite aprenderlo para lograr sus objetivos particulares tenga donde hacerlo. Nadie está en contra del conocimiento, le ruego que no reduzca mi comentario a eso.
El tiempo del que disponemos en nuestra etapa escolar es limitado y nuestra capacidad también, convendrá conmigo que no da tiempo a aprenderlo todo. Por lo tanto se debería priorizar aquello en lo que cabe esperar que la mayoría encuentre alguna utilidad en su vida y cuanto más inmediata sea su aplicación mejor.
Me entendió mal, me parece muy útil saberse de memoria la lista de los reyes godos o las capitales de los países o las tablas de multiplicar (Boris Johnson se sabe la Iliada en griego y la Eneida en latín). Intentaba burlarme de la idea de que el ciudadano de a pie no necesita saber álgebra. La cruel realidad es que si uno pregunta a los que han ido a la universidad sólo una minoría podría resolver una ecuación de primer grado.
y a que conclusión no filosófica le lleva, se atreve a decirla ¿o no?
Pues a mí me lleva a una conclusión muy sencilla, lo que el feminismo llama busqueda de la paridad es una gran mentira, la prueba está en los datos del artículo, si en una titulación o profesión hay más de un 60% de hombres, hay que buscar la paridad, si hay más de un 70% de mujeres, ergo, menos de un 30% de hombres, incluso como en el caso de la docencia o enfermería dondela proporción ya llega a un 80 o 90% de mujeres y apenas un 10 o 15% de hombres, o casi ya en la medicina, paridad conseguida.
Lo mismo sucede con el concepto de «igualdad» consistente en que las mujeres tengan derechos que les son vedados a los hombres.
Conclusión, ¿porqué lo llaman feminismo cuando en realidad es hembrismo?, el reverso de la moneda del machismo.
Más análisis de textos y menos Estado (que te lo resuelva).
el 70% de los funcionarios de justicia son mujeres, el 65 de las magistratura mujeres, y muchas no se cortan al dar sus opiniones jurídicas, en las asociaciones que están o a medios de comunicación.
Nombres como Poyatos, Llop., Fernández de la Vega, Robles, Rosell-
Y que vuelvan a la magistratura al dejar su puesto en el ejecutivo aplicando las leyes penales que ellas han creado
no lo sabía que De Lora me lo resolverá, gracias.