THE OBJECTIVE
Félix de Azúa

Censura nueva

«Lo monstruoso de la actual inquisición es que no ataca la moral de algún libro, proyecto, drama, cuadro o similares, sino que va directa a la yugular del autor»

Opinión
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Censura nueva

Flaubert y Baudelaire. | Wikimedia Commons

Los procesos contra las obras de arte obscenas o consideradas inmorales fueron bastante frecuentes en el siglo XIX. Entonces ya no se quemaban las obras condenadas, como en tiempos de la nobleza, pero el efecto que tenían sobre los autores, en la época burguesa, eran devastadores.

Sin embargo, también apareció un fenómeno paralelo y es que los juicios y condenas se convirtieron en un gran espectáculo social y fueron jaleados por los medios de comunicación, ya entonces enormemente influyentes y, como en la actualidad, muchos de ellos al servicio del poder. Acaba de aparecer un breve librito con la historia del proceso de Flaubert y Baudelaire que merece la pena leerse para extraer consecuencias inmediatas. Lo firma Ignacio Echevarría en Alpha Decay con el título No se parece usted a nadie. Fueron dos de los más famosos juicios y condenas del siglo XIX, pero están cargados de enseñanza para la actualidad.

Se instruyeron contra Flaubert por Madame Bovary y contra Baudelaire por Les Fleurs du mal, ambos el mismo año de 1857. Para un lector actual es incomprensible que aquellos textos escandalizaran a nadie. Sin embargo, los periodistas de la época siguieron sumisamente el juicio moral de los tribunales y calificaron a las obras como obscenidad, basura y estiércol con una agresividad que denuncia la inseguridad moral y la hipocresía de los verdugos. No muy distinta sería la reacción del mandarinato cuando se expuso la Olympia de Manet que hoy nos parece absolutamente casta, además de una obra maestra. Ello no obstó para que fuera calificada de pornografía, exaltación de la prostitución, obra artísticamente mediocre y condenada de modo unánime por la burguesía del segundo imperio.

«La actual moral represora es mucho más dañina porque no destruye las obras sino las personas»

Todo lo anterior debería hacernos pensar en lo que está sucediendo en nuestros días. Desde luego en España, gracias a la izquierda, pero en realidad en los EEUU que es donde comenzó el fenómeno de la cancelación y la nueva represión moral imitada por Podemos y demás nuevos inquisidores. Si entonces los juicios contra Flaubert y Baudelaire sirvieron para lanzarlos a la popularidad y consiguieron que sus libros se vendieran en abundancia, la actual moral represora es mucho más dañina porque no destruye las obras sino las personas, directamente.

Lo monstruoso de la actual inquisición es que no ataca la moral de algún libro, proyecto, drama, cuadro o similares, sino que va directa a la yugular del autor de tal modo que no hay posible beneficio secundario en la venta de sus obras, sino súbita destrucción de la persona física, de su carrera, de su reputación, de su honra o de sus posibilidades de trabajo.

No sé si se observa adecuadamente la diferencia entre la censura opresiva de la burguesía del ochocientos y el malvado fusilamiento sin juicio de aquellos que son señalados por los fariseos de la izquierda actual. Con un matiz añadido. Su agresividad es tan viva y destructiva que se produce el fenómeno añadido de una censura preventiva. Cuando los responsables de un diario, de una editorial, de una agencia de espectáculos censuran aterrados a Shakespeare, a Caperucita, a Dahl y a tantos otros, están colaborando con una de las amenazas más miserables y repugnantes de nuestro tiempo. Más destructiva, desde luego, que la censura franquista.

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