THE OBJECTIVE
Félix de Azúa

Tiempo atrás

«Nada parecido a la experiencia de Robert Graves se aprende en los libros de historia. La inmoralidad de la élite no ha cambiado, el sacrifico de los pequeños sí»

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Tiempo atrás

Erich Gordon

Hace más o menos cien años que Robert Graves publicó una novela estremecedora. Se llamaba Goodbye To All That, es decir, Adiós a todo eso. En ella se despedía de un mundo insoportable y comenzaba su exilio interior. Como es bien sabido, Graves abandonó la Gran Bretaña pocos años más tarde para instalarse en un rincón de Mallorca, el pueblecito de Deyá, entonces un lugar casi caribeño de pobreza mayúscula, y se dispuso a construir allí su propia casa con las manos que habían sostenido un rifle durante las dos guerras mundiales. Porque ese era el mundo insoportable que abandonaba, aquel que se le hizo presente durante la carnicería de las trincheras francesas en la guerra del 14.

Es muy instructivo leer este tipo de documentos. Se constata que no han pasado cien años desde entonces, sino dos o tres siglos. Nuestro mundo, respecto del de Graves, viene a ser como el de un ministro de Sánchez respecto al de Jovellanos. Y es muy conveniente constatar hasta qué punto somos unos niños mimados en comparación con lo que tenía que soportar cualquier ciudadano de comienzos del siglo XX. Basta ver a Baroja escribiendo con guantes en pleno invierno madrileño y sin calefacción.

Porque lo insoportable era la omnipotencia de una clase dirigente perfectamente inepta que despreciaba a los soldados, sólo cuidaba de la oficialidad (Graves era oficial), y conducía la guerra como si fuera un partido de polo. La ineficacia de los estados mayores se traducía en cientos de miles de muertos, pero la mezquindad de los campesinos franceses (cuyas vidas finalmente estaban defendiendo) era aún más humillante. Todo lo cual aún se agravó cuando, durante la segunda guerra, siguió la inoperancia de los dirigentes ingleses, pero bajo una tempestad de fuego y muerte aún más dura que en la primera.

Como es bien sabido, nuestros actuales ejércitos están formados por mercenarios, la mayoría de ellos inmigrantes que de ese modo acceden a la nacionalidad española. Y conflictos como el de Ucrania muestran hasta qué punto son ya las máquinas un elemento decisivo de singular valor. El papel que están jugando los drones era impensable en conflictos anteriores. Ya durante la segunda gran guerra se vio que la producción industrial de máquinas era lo que iba a decidir el desenlace. Y a pesar de los esfuerzos nigromantes de Hitler para conseguir un arma de destrucción casi teológica, fue la enorme producción industrial americana la que se impuso. Y con ella, por cierto, la incorporación de las mujeres al mundo del trabajo y su consecuente emancipación de la maternidad clásica.

«Graves se mostró horrorizado ante la monstruosa destrucción de vidas humanas debida a la estupidez de los dirigentes»

El ciudadano Graves, hijo de una familia de clase media acomodada, se mostró horrorizado ante la monstruosa destrucción de vidas humanas debida a la estupidez de los dirigentes, el caos organizativo y la insensibilidad de los jefes frente a la heroicidad de los soldados. Los alemanes peleaban por la supremacía territorial, pero se suponía que los ingleses tenían, además, alguna idea sobre las consecuencias de la guerra. Pronto comprendió que estaba en manos de una aristocracia perfectamente estúpida y, por lo tanto, mortal. En la terrible batalla del Somme recibió una herida y se le dio por muerto. Allí comenzó su reconversión vital.

Este juicio hoy es del todo incomprensible porque, aunque nuestra clase dirigente es igual de estúpida e incompetente, no podemos ni imaginar la futura guerra que nos espera. Sólo entendemos que será igualmente insoportable porque se ha creado una nueva aristocracia y la población civil seguirá siendo carne de cañón. Nada parecido a la experiencia de Graves se aprende en los libros de historia: el único lugar en donde es posible entenderlo es en las novelas, cuando están escritas con la honradez y el talento de Graves.

Sirvan de ejemplo las toneladas de novelas escritas sobre la guerra civil española, de las que casi todas entran en el apartado de agitación y propaganda al servicio de algún partido, menos las crónicas de Manuel Chaves Nogales y unos pocos más. La inmoralidad de la élite no ha cambiado, el sacrifico de los pequeños sí. Ahora es aún mayor.

Adiós a todo eso
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