Dudas en torno al calentamiento global
«El derretimiento de la Antártida no es consecuencia del calentamiento global ni se observa correlación positiva, y ninguna causalidad, con las emisiones de CO2»
Juan José R. Calaza es un veterano profesor en una de las universidades parisinas y siempre que escribe (en general, a contracorriente) nos deja a sus lectores llenos de dudas razonables. Calaza acaba de publicar un artículo titulado Razones de la creciente oposición al alarmismo climático (1) y ahora que estamos en plena sequía es el momento de enterarnos de lo que está demostrado y de lo que no lo está.
Calaza señala tres puntos controvertidos: 1) ¿Qué dice el análisis de los testigos glaciales? 2) ¿Existe una verdadera teoría del clima? 3) ¿Desde el final de la PEH (Pequeña Edad de Hielo, 1870/80) opera alguna causa natural del calentamiento global?
Casi a diario se invade a la opinión pública con especulaciones sobre el futuro del clima; sin embargo, las dos primeras preguntas recogidas más arriba han sido contestadas científicamente. En efecto, la última gran glaciación se extendió entre 110.000 y 12.000 años atrás. El hemisferio norte sufrió temperaturas medias anuales seis grados menos que las actuales, pero la glaciación no se mantuvo uniformemente sino que experimentó bruscos cambios en pocas décadas. Sin embargo, los climatólogos alarmistas sostienen que el aumento de la temperatura promedio mundial sería más rápido que en cualquier otro momento en los últimos 11.000 años y quizás también que en cualquier periodo cálido interglaciar en el último millón de años. Sobre esto Calaza escribe que hay dos formas de acelerar la tasa de calentamiento: «Calentando el presente o enfriando el pasado. Los datos respecto al presente son relativamente solventes y homogéneos a partir de 1975 […]. El pasado, en los periodos que interesan comparativamente, es probablemente más cálido que lo que se dice».
«En 2021 las inversiones en energías renovables probablemente superaron mundialmente a las de origen fósil»
Que las energías renovables están de moda nadie lo podrá negar, pero resulta que tras esa moda verde hay intereses que es conveniente conocer. En 2021 las inversiones en energías renovables probablemente superaron mundialmente a las de origen fósil. En 2019 España fue el país de la UE que más potencia eólica terrestre instaló. España es el segundo país de la UE y el quinto del mundo con más potencia renovable instalada. No deja de ser curioso que Arabia Saudí vaya a ser, en la próxima década, el primer exportador de mundial de electricidad de origen fotovoltaico, eso sí, con tecnología china… y es que el petróleo no va a durar eternamente.
Quizá por eso Calaza afirma que «existen pocas dudas de que la estridente alarma climática –sirviéndose en muchos casos de personas bienintencionadas– está manipulada por astutos montajes económicos». Por ejemplo, el derretimiento de la Antártida no es consecuencia del calentamiento global ni se observa correlación positiva, y ninguna causalidad, con las emisiones de CO2 .
Siempre me he preguntado si la ciencia -y su derivada en forma de tecnología- no sería capaz de capturar el CO2 de la atmósfera y ahora sé que ya existe tecnología capaz de hacerlo. Fueron W. S. Broecker (oceanógrafo) y su amigo y socio Klaus S. Lackner quienes idearon cómo hacerlo mediante placas/tejas adsorbentes (2) . Ellos afirman que las tejas son 1.000 veces más eficientes que los árboles naturales. El dióxido de carbono capturado se secuestra posteriormente en formaciones geológicas subterráneas o se vende para uso industrial.
¿Y qué decir de las olas de calor observadas en los océanos? Según Calaza, «una causa natural –simplemente ignorada– de las olas de calor oceánicas, manifestadas en forma de hot blobs en y debajo de la superficie, procede de la liberación de calor geotérmico en erupciones volcánicas submarinas (incluidas erupciones subglaciales) y/o erupciones subaéreas que arrojan materiales volcánicos calientes o flujos de lava hacia el mar». Así que de CO2, nada.
(1) Claves de Razón Práctica. Número 287.
(2) Adsorber 1. tr. Fís.y Quím. Dicho de un cuerpo: Atraer y retener en su superficie moléculas o iones de otro cuerpo. (Diccionario de la Lengua Española).