Provocar conflictos: lo que nos espera
«No es muy difícil pronosticar que ese afán de convertir todo en conflictos cuando gobierne el PP va a ser compartido por el sanchismo o por lo que quede de él»
El pasado 1 de mayo, en el curso de las habituales manifestaciones sindicales de esa fecha, el secretario general de UGT aprovechó la ocasión para lanzar unos avisos a los empresarios y, en general, a los españoles, que sonaron como amenazas.
Con un tono nada tranquilizador profirió: «Si quieren mantener una situación sin grandes movilizaciones van a tener que acordar con nosotros cuál es el marco en el que se van a negociar los convenios, y en un tiempo breve de plazo. El tiempo se acaba y, si no, iremos sin lugar a dudas a grandes manifestaciones». Y añadió: «Quisiera decirles a las patronales de nuestro país que las movilizaciones sabemos cuándo y cómo las empezamos, pero no sabemos cuándo y cómo las acabamos». «Deberían dar más valor a la paz social y no obligarnos a ir a una escalada de manifestaciones que va a ser dura y que no va a ayudar ni a las empresas ni a los trabajadores de nuestro país».
Esas destempladas palabras del líder ugetista más bien parecen dirigidas contra los gobiernos de la derecha que, previsiblemente, ahora se van a formar en las comunidades autónomas y ayuntamientos, y, sobre todo, contra el Gobierno que saldrá de las urnas después de las elecciones generales de diciembre, si todas las encuestas que se están publicando aciertan, salvo, claro está, Tezanos.
Eso me ha hecho mirar a Francia, y no hay que olvidar que lo que ocurre en Francia siempre acaba teniendo su reflejo en España. Y me he encontrado con que las manifestaciones del 1 de mayo han dejado 540 detenidos y 406 policías heridos. La violencia de las manifestaciones francesas tiene como excusa la ley que allí acaba de aprobarse por la que se retrasa la edad de jubilación de los actuales 62 años a los 64.
«¿Qué podemos esperar en España cuando deje de estar en el poder ‘Frankenstein’?
Aunque no conozco los detalles exactos de la situación que rige en Francia el sistema de pensiones, parece que esa ley, promovida por Emmanuel Macron, es un intento de introducir una cierta racionalidad para evitar lo que también nos amenaza a nosotros, que las pensiones acaben en una bancarrota. Pero lo que a mí me ha hecho ligar la violencia de las manifestaciones francesas con las amenazas de los sindicalistas españoles ha sido la comparación: si en Francia, con un gobierno de centro-izquierda, hay grupos políticos y sindicales capaces de actuar de esa forma tan salvaje, ¿qué podemos esperar en España cuando deje de estar en el poder Frankenstein y en La Moncloa haya un gobierno de derechas?
Para reflexionar sobre esa cuestión tan trascendental me ha ayudado el editorial de Le Figaro Magazine de esta semana que recuerda cómo, ante un auditorio completamente entregado, el actual líder de los Insumisos, Jean-Luc Mélenchon, que acababa de fracasar en las elecciones presidenciales francesas como candidato de la extrema izquierda, puso como ejemplos a Trotski y a Hugo Chávez para concluir: «La conquista de la hegemonía política tiene un requisito previo: hay que conflictualizar todo». Y con ese extraño verbo, conflictualizar, que no se encuentra ni en el diccionario de la RAE ni en ningún diccionario francés, lo que quería decir es que había que hacer que todo se convirtiera en un conflicto. De acuerdo con ese principio que proclamaba Mélenchon, se entiende que ahora los Insumisos y sus aliados se hayan lanzado, junto a los sindicatos, a esta campaña de acoso al Gobierno de Macron.
El paso siguiente en mis reflexiones acerca de las amenazas, que sin complejos están lanzando desde la extrema izquierda, ha sido recordar la estrecha relación que existe entre los Insumisos y esta extrema izquierda española, que hoy parece dividida entre el Sumar de Yolanda Díaz y el Podemos de Iglesias, Montero y Belarra, aunque unida por las firmes convicciones comunistas de todos ellos. La participación de dirigentes españoles, como Íñigo Errejón, en innumerables actividades y mítines junto a Mélenchon ha sido constante, así como constantes son las palabras del dirigente francés alabando a sus correligionarios españoles, a los que dice considerar su modelo.
«Sánchez se ha colocado cada vez más lejos de las raíces socialdemócratas del PSOE»
Todavía algunos dudan si Sánchez se ha echado en manos de los comunistas por su patológica ambición de poder o porque ha aceptado los postulados bolivarianos del «socialismo del siglo XXI», que es el nombre que se han dado los herederos del comunismo marxista-leninista de toda la vida. El hecho es que, por una razón o por otra, su gobierno no se ha alejado de los presupuestos ideológicos y programáticos de los comunistas, mientras se ha colocado cada vez más lejos de las raíces socialdemócratas de las que se supone que viene el PSOE.
Así que no es muy difícil pronosticar que ese afán de convertir todo en conflictos, con el que nos amenazan los melenchonistas españoles cuando gobierne el PP, va a ser compartido por el sanchismo o por lo que quede de él, después de las próximas elecciones generales. De momento esa voluntad de conflictualizarlo todo por parte del PSOE (que ya tuvo un antecedente famoso en la declaración de Zapatero a Gabilondo «nos conviene la tensión») ha tenido una reciente manifestación en el show que montó el Dos de Mayo, el ministro de la Presidencia y principal agente de agit prop del sanchismo.