THE OBJECTIVE
Rosa Cullell

Equidistante lo serás tú

«La falsa neutralidad de la nueva izquierda, sea latinoamericana o europea, se ha convertido en populista y patriota nacionalista para intentar ocupar el poder»

Opinión
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Equidistante lo serás tú

Manifestación independentista en Barcelona.

Ione Belarra, ministra de Bienestar Social, ha propuesto, sin ruborizarse, la creación de una cadena pública de supermercados para luchar contra el «oligopolio alimentario». Se refiere a Mercadona y, en particular, a Juan Roig, su presidente. Es una fijación. ¡La de votos que le están dando sus ideas al PP valenciano! No ha pensado, ni por un minuto, que intervenir el mercado con dinero público o falsear la competencia atenta contra el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea. Su compañera del Ministerio de Igualdad, Irene Montero, ha empezado la campaña diciendo que el impuesto a la banca, aprobado por su propio Gobierno, se «queda corto». Ellas representan a los pobres de la tierra (sean del género que sean, porque los sexos ya los han eliminado) y luchan contra la opresión del capital. Desaparecido el matiz, la película va de buenos y malos; vivimos un adiós, para siempre adiós, de la equidistancia. Casi lo prefiero. Es  mejor que andar interpretando falsedades y sospechosos silencios.

La polarización política, la fragmentación del voto, ha encendido los mensajes electorales. Hasta Yolanda Díaz, que llevaba la legislatura cuidando las formas y repartiendo biquiños, ha entendido que sus votos son de pura izquierda o no son. La nueva Ley de Vivienda del presidente socialista Pedro Sánchez ya no le gusta. La encantadora comunista de Sumar quiere contratos indefinidos de alquiler, como los que en el franquismo dejaron los centros de las ciudades en ruinas.

Ahora, Yolanda se abraza a Ada Colau, la alcaldesa barcelonesa. Sin embargo, que la activista catalana vuelva a ganar pone los pelos de punta a media ciudad, a exconvergentes, a socialdemócratas y a cualquiera que quiera recuperar la ciudad que fue. El PSC de Collboni, que ha gobernado con Colau, anda poniendo velas a Santa Eulalia (la verdadera patrona de Barcelona) para que no lluevan votos activistas el día de las elecciones. Quiere, y parece que puede, conseguir el bastón de mando.

«La equidistancia, que era ya un concepto político, casi moral, ha saltado por los aires»

Del Podemos de Pablo Iglesias y sus ministras, Yolanda se mantiene alejada. Buenos y malos, de eso van las municipales y autonómicas del día 28. La equidistancia, que era ya un concepto político, casi moral, ha saltado por los aires. Se trataba de un simple escondite; ahora sólo encubre a los que, por cobardía o interés, han permanecido en silencio ante el independentismo catalán o vasco, también frente a los populismos.

No sé si lo recuerdan, pero cuando ETA asesinaba, los equidistantes eran quienes en el País Vasco lamentaban la actuación de la banda terrorista y, al mismo tiempo, afirmaban comprender los motivos de los asesinos. Con ello, se dejaba de distinguir a la víctima del verdugo; lo mismo que hace hoy Bildu al no condenar a la banda terrorista. En Cataluña, se ha empleado para definir a quienes han estado callados, haciendo ver que entendían los motivos del procés, pero no sus formas.  

La falsa neutralidad de la nueva y verdadera izquierda, sea latinoamericana o europea, se ha convertido en populista y patriota nacionalista para intentar ocupar el poder. Sin embargo, su radicalidad acaba generando la reacción contraria. Acaba de suceder en el Chile del presidente Gabriel Boric, que lideró Apruebo Dignidad, una coalición de partidos. Esta misma semana, los conservadores (gracias al voto de la ultraderecha y la derecha) le han tumbado la posibilidad de cambiar a su gusto la Constitución redactada por Pinochet. La radicalización ha asustado a la clase media chilena.

«Las nuevas izquierdas fragmentan al electorado progresista desde coaliciones que se hacen y deshacen»

Los intentos de crear una socialdemocracia moderna, capaz de convivir con el capitalismo, chocan con la historia política de sus dirigentes (guerrilleros, comunistas, sindicalistas…) o con las creencias de sus seguidores. Los ismos (sandinismo, bolivarismo, marxismo) no se borran fácilmente en Iberoamérica. La Nicaragua del matrimonio Ortega da pánico. El progre Andrés Manuel López Obrador, el presidente mexicano, tiene un telediario propio, donde explica «su política» y señala con el dedo a periodistas díscolos. Mientras, el tráfico de drogas crece, los narcos son liberados y la información crítica vive su peor momento. México ocupa el pódium de los países con más asesinatos de periodistas.

La anterior moderación de Inácio Lula de Silva, presidente brasileño tras derrotar al ultraderechista Bolsonaro, se diluye en las relaciones internacionales. El equidistante Lula habla de la necesidad de acabar con la «guerra» entre Rusia y Ucrania, olvidando mencionar que fue una invasión. Con suaves palabras, pasa las culpas a la OTAN y a Europa.  Por enviar armas. Como si Putin bombardeara flores. 

Las nuevas izquierdas fragmentan al electorado progresista desde coaliciones que, como la sardana, se hacen y deshacen. Eso sí, cada día tienen nombres más creativos, que no aclaran su ideología. Hoy, Podemos; mañana, Sumamos; ayer, Más Madrid; pasado mañana, el PSOE puede perder la mayoría. 

«Eres una maldita equidistante», me espetó hace poco un independentista catalán, de esos que son más demócratas que ningún español. Y me colgó. Hasta aquí hemos llegado, pensé para mis adentros. Eso sí que no. Equidistante (porque te pagan un sueldo fijo y público y eterno) lo serás tú. Son momentos para hablar claro. Todo lo demás es pasotismo, hartazgo o hipocresía jesuítica. Por eso se agradecen tanto las palabras transparentes de Belarra y Montero. La equidistancia, en estas elecciones, no va a participar.

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