THE OBJECTIVE
Anna Grau

Historias de un matrimonio de Barcelona

«Una mujer maltratada sin hogar antes encuentra cobijo en un piso de Cáritas que en uno del Ayuntamiento. Esa es la gran estafa del falso progresismo»

Opinión
5 comentarios
Historias de un matrimonio de Barcelona

Uno de los edificios durante una protesta contra los edificios ocupados ‘El Kubo’ y ‘La Ruïna’ en la plaza de Bonanova.

Sus iniciales son J. y E. Son un matrimonio ya en la edad madura, madurez muy bien llevada, tanto en lo estético como en lo mutuamente cariñoso y cómplice. Quedamos para conocernos, tomar una caña y que me cuenten lo que les pasó cuando casi les okupan en sus narices la casa en la que viven, en el barrio de la Barceloneta

Sucedió el sábado 6 de mayo, después de mi segundo martes en la plaza de la Bonanova, okupada hace más de 15 años (se dice pronto) por unos delincuentes que han hecho de dos edificios de la Sareb el cuartel general de sus fechorías y de múltiples y constantes amenazas a la seguridad de los vecinos del barrio. Estoy segura de que si yo salgo al balcón de mi casa con un hacha en la mano y gritando «Colau muere» vendría la Guardia Urbana a buscarme, y con razón. Claro que quién soy yo, una humilde candidata de Ciutadans a la alcaldía de Barcelona, y diputada en el Parlament, comparada con Sus Señorías los Okupas del Kubo y la Ruina.

 J. y E. querían hablar conmigo porque habían oído hablar de la protesta de Ciutadans contra el hecho de que Barcelona se esté convirtiendo en el Camino de Santiago de la okupación. En su caso, padecieron un tipo de okupa distinto, con menos discurso ideológico, pero no por ello menos descarado y contundente. Patadón a la puerta del portal de la finca, que ellos presenciaron volviendo de cenar, y para dentro. Los okupas, no los vecinos, que lógicamente preocupados llamaron al 112. A J. nunca le llegaron a pasar con los Mossos. A E. sí. Total para decirle que no podían mandar a nadie porque no tenían ni un efectivo disponible. Eso, a dos esquinas de una comisaría compartida por Mossos y Guardia Urbana.

Por teléfono les aconsejaron meterse en casa y no salir. Que eso hicieron, para recibir al cabo de una hora otra llamada de los Mossos preguntando «cómo va la cosa». Por las mismas podían estar con la casa desvalijada y la cabeza abierta en el suelo.

«Pagando en Barcelona los impuestos más elevados de España, el retorno social es irrisorio»

Atención que la historia no acaba ahí. A medida que cogen confianza, J. y E. me van contando más cosas. Me hablan de la madre de ella, que al hacerse mayor se vio muy fastidiada e impedida para vivir en un piso alto sin ascensor. Fue nuestro esforzado matrimonio al Ayuntamiento a proponer una permuta: intercambiar la propiedad de la madre por otra más accesible, con alguna persona o personas más jóvenes. Respuesta del Ayuntamiento de Ada Colau: «Ni hablar, vosotros tenéis demasiado dinero para optar a algo así». Ya talluditos tuvieron que rehipotecarse para alojar dignamente a la madre y abuela.

Me cuentan también de su hijo, que lleva mucho viviendo en el extranjero y es muy reacio a volver a Barcelona (por qué será), para el que reservaban otra vivienda familiar. Al ver que no volvía la alquilaron y así poder pagar esa hipoteca y la de la casa de la madre. La alquilaron a una pareja trabajadora con un hijo pequeño que de repente les dejó de pagar el alquiler. Atención, estos no eran okupas ni delincuentes: eran gente genuinamente necesitada, a los que la crisis dejó sin trabajo. Vulnerables auténticos. Tan claro lo tenían J. y E., que aguantaron todo lo que pudieron pagando la hipoteca a pelo, sin ingresar renta y por supuesto con cero ayudas.

Cuando la cosa empezó a ponérseles muy difícil, volvieron a ir al Ayuntamiento. Habían oído hablar de que en casos así el consistorio se hacía cargo del piso y de ayudar a cubrir un alquiler social a cambio de mantener allí al inquilino. He aquí la respuesta de los de Ada Colau: «Ah, no, pero si nos quedamos el piso sacamos a estos y metemos a otra gente que nosotros consideremos que lo necesiten más». Atónito, nuestro matrimonio se retiró en buen orden y siguió apechugando con la hipoteca a las duras y a las maduras. En esta ocasión su nobleza obtuvo reciprocidad, no de las instituciones, sí de los inquilinos, que ahora que han salido del bache, vuelven a pagar religiosamente el alquiler y además han firmado un reconocimiento de deuda para irse poniendo al día poco a poco.

Luego te vienen cuatro caraduras morados a llamar facha a este matrimonio, o a mí. Pero resulta que, pagando como se pagan en Barcelona los impuestos más elevados de España, el retorno social es tan irrisorio que una mujer maltratada sin hogar antes encuentra cobijo en un piso de Cáritas que en uno del Ayuntamiento. Esa es la gran estafa del falso progresismo que nos vacía los bolsillos, nos hipoteca el futuro, nos okupa el presente y nos llena de desánimo.

 Hasta que nos sacudamos el yugo que nos impide ser libres y hasta nos hace pasar por tontos. 

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D