THE OBJECTIVE
Anna Grau

Una tarde frente a los okupas

«Ada Colau, Jaume Collboni, Xavier Trias y Ernest Maragall son ‘lobbistas’ del movimiento okupa y han ayudado a Sánchez a impulsar su ley de vivienda»

Opinión
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Una tarde frente a los okupas

El Kubo, casa okupa en el barrio barcelonés de Sant Gervasi. | Google Maps

Quien avisa no es traidor. Nosotros avisamos: yo personalmente mandé una carta (en catalán y en español) a todos y cada uno de los candidatos a la alcaldía de Barcelona para que consideraran la posibilidad de unir fuerzas todos juntos para pedir el desalojo de El Kubo, una agresiva fortaleza okupa en pleno corazón del tranquilo barrio barcelonés de Sant Gervasi. Llevan años allí. Viviendo y okupando de gorra, metiendo ruido, organizando fiestones con mucho ruido todos los fines de semana, prohibiendo aparcar en las inmediaciones (ponen carteles amenazando a quien se atreva…), alertando encima que si les desalojan, que por orden judicial les tenían que desalojar por fin el pasado 23 de marzo, «arderá el barrio». Huelga decir que el Ayuntamiento de Ada Colau y sus socios socialistas, que casualmente son los responsables de la seguridad en Barcelona, se lo pensaron mejor y decidieron dejar el desalojo para más adelante, bien pasadas las elecciones. Igual que van a hacer el recuento de las personas sin hogar en Barcelona el 30 de mayo, dos días después de abrirse y cerrarse las urnas. Miedito (electoral) les dará lo que de ese recuento puede salir.

¿Por qué decidí ir a El Kubo todos los martes? ¿Qué esperaba conseguir? Bueno, de todo se aprende en la vida. Yo aprendí mucho yendo todos los martes a la Meridiana, en el punto donde los independentistas más agresivos e hiperventilados llevaban dos años largos (se dice pronto) cortando una arteria muy principal al tráfico todos los días del mundo. Fastidiando inhumanamente a comerciantes y vecinos de un barrio no precisamente de postín. La gracia que te debe de hacer volver a casa después de un largo día de trabajo duro y encontrarte con que tienes que dar una vuelta enorme… o enfrentarte y que te señalen cuando vas a comprar el pan. En tu vecindario.

Nadie se tomó en serio lo de la Meridiana (los indepes jaleaban, los socialistas consentían, los demás debían tener cosas más importantes que hacer…) hasta que un grupo de vecinos empezó seriamente a organizarse. Yo les sugerí elegir un día fijo a la semana para protestar. Sucede que las personas que trabajan no pueden ir todos los días, sucede que ir un día solo no sirve de nada, sucede que si vas en días sueltos que nadie sabe cuáles son, bueno, pues es difícil fidelizar. Elegimos los martes, procuramos ir todos los martes sin fallar ni uno, y poco a poco, con perserverancia, firmeza y paciencia, se consiguió poner un foco permanentemente encendido sobre el problema. Ya no hay cortes en la Meridiana, o los hay muy puntuales, casi a escondidas.

«La ley de vivienda de Sánchez es casi un manual de instrucciones para okupar con éxito»

De ahí surgió la idea de hacer lo mismo en Sant Gervasi. Sólo que esta vez había un reto añadido: al no ser yo diputada al Parlament y ya está, sino, encima, candidata de Ciutadans a la alcaldía de Barcelona, me temí que en plena campaña una acción en solitario hiciera más mal que bien. Por eso convoqué por carta a todos y cada uno de los restantes alcaldables, y lo anuncié a los cuatro vientos, en el Parlament, en la prensa y en un desayuno de Nueva Economía Forum la mañana del mismo día elegido para empezar a ir, el martes 25 de abril, a las 20 horas.

La verdad es que habría ido semanas antes de no morirse Fernando Sánchez Dragó cuando se murió, por lo cual suspendí agenda, política y de la otra, y al cuerno todo. Ahora que ya le hemos velado y al cielo con él, podemos volver a ocuparnos de esta tierra.

Antes de seguir, no se crean que el duelo por Dragó me nubló la razón, o que soy idiota. Cuando digo que despaché cartas de invitación para vernos frente a El Kubo el martes 25 de abril a las 20 horas a todos y cada uno de los candidatos a Barcelona, ya era consciente de lo que podía esperar de la mayoría de ellos. Que los antisistema y prookupas de la CUP colgaran un vídeo en Twitter mostrando cómo rompían mi carta y la tiraban a la papelera, en fin, no diré que fue una sorpresa. Tampoco que pasaran de todo la alcaldesa comunista Ada Colau, su socio socialista Jaume Collboni, el candidato de Puigdemont (Xavier Trias) y el de ERC, Ernest Maragall. Nada nuevo bajo el sol desde el momento en que todos ellos son lobbistas del movimiento okupa y han ayudado a Pedro Sánchez a impulsar su abominable ley de vivienda que es casi un manual de instrucciones para okupar con éxito y que no te desahucien jamás.

Pero, ¿y los otros? Sólo los de Vox tuvieron la educación de responder por escrito a mi carta y hasta de aparecer por el lugar, bastante más tarde de lo por mí anunciado, pero bueno. Silencio sepulcral del resto. Como si no fuera con ellos el dramón de que Barcelona sea la Meca de la okupación.

«Los mossos estaban escandalizados y hartos. Muy hartos»

Los mossos despacharon seis lecheras y un verdadero ejército. Falta hacía porque los okupas, envalentonados por sus niñeras políticas, encima tuvieron el cuajo de bajar a la calle, insultar a todo el mundo, lanzar harina, yogures, derribar motos… un par de ellos acabaron desfilando furgoneta policial adentro ante los aplausos enfervorecidos de centenares de vecinos que espontáneamente fueron saliendo y llegando, ellos sí, en los balcones, en la acera de enfrente, en la plaza. Dando salida a años de frustración, abandono y miedo. Te venían a dar un abrazo y a contarte historias estremecedoras. A interesarse también por si va en serio que volveremos el martes que viene, y el otro, y el otro. Vamos que si va en serio.

Particularmente interesante fue mi conversación con un agente de los Mossos que me intentaba convencer de que me alejara del lugar por no poder, según él, garantizar mi seguridad, «y porque mi trabajo es que no os peleéis». «No, vuestro trabajo es desalojarles, y no lo podéis hacer por culpa de los políticos cobardes», le respondí. He leído luego en algún sitio que yo atribuía esta cobardía a los agentes, no a los gobiernos. Mentira. Aunque los Mossos d’Esquadra son un cuerpo policial muy agresivamente politizado -o muy tensionado para estarlo-, y de todo llegamos a ver en Meridiana, hasta agentes empujando a los vecinos para abrir paso a sus agresores, esta vez vi en los ojos del mosso que tenía ante mí algo luminoso y sensacional había cambiado. Tendría las órdenes políticas que tuviera. Pero, como todos los demás, estaban escandalizados y hartos. Muy hartos. Y, sin ni siquiera tratar de desalojar (esas son las órdenes, me temo), sí es verdad que llevaron la autoridad al límite de sus posibilidades, manteniendo a raya a los provocadores revoltosos y extremadamente violentos que, encapuchados y con la cara tapada como etarras, habían salido encima a la calle a llamar nazi a toda una ciudad si no les deja hacer lo que les da la gana.

«¡A trabajar, flojos!», les gritaba un joven de Ciutadans a mi lado, arrancándome la primera sonrisa de la tarde. Al verme reír, añadió con todo su ímpetu: «¡Tienen mi edad y no trabajan ni buscan trabajo!». Pues sí. Pero va a ser que no. Que a todo eso tendremos que poner un freno, y un freno serio. Antes, durante y después de las elecciones. Hasta que este desalojo pendiente sea una realidad, y luego empezaremos a pensar en el siguiente. El martes 2 de mayo, que es festivo en Madrid pero laborable en Barcelona, volveremos a estar como un clavo frente al Kubo a las 20 horas. Quien avisa no es traidor.

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