THE OBJECTIVE
Carlos Granés

Ortega Smith, 'performer'

«A Ortega Smith le va mejor enfrentarse a pecho descubierto con los elementos y las autoridades foráneas que con la gente de la calle»

Opinión
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Ortega Smith, ‘performer’

Javier Ortega Smith. | Europa Press

Cuando los populistas entran en campaña, ya uno no sabe si es mejor recurrir a conceptos de la ciencia política o del arte contemporáneo para hallar sentido a las tonterías que hacen. Sin ir más lejos, ahí está Javier Ortega Smith, el candidato de Vox a la alcaldía de Madrid, que desde hace unos días anda imparable. Ha salido a la calle a increpar a un okupa y a un mantero africano de la misma forma en que los surrealistas salían a insultar curas durante sus aventuras urbanas. A Ortega Smith, sin embargo, lo veo más influenciado por el situacionismo y la piscogeografía, porque sus irrupciones chulescas y transgresoras rompen la rutina de la ciudad con el fin de crear situaciones que desvelen la insulsa modorra de la vida cotidiana. 

Estas obras, todo hay que decirlo, bajan mucho el nivel al que nos tenía acostumbrado el candidato-performer. Su faceta situacionista no le llega a los pies a esas obras en las que mezclaba con audacia el body art, el land art, el objet trouvé, y en las que hacía un evidente homenaje a las guerrillas uruguayas de los años sesenta. Por temple creativo, a Ortega Smith le va mejor enfrentarse a pecho descubierto con los elementos y las autoridades foráneas que con la gente de la calle. 

Tomemos por ejemplo su incursión de 2014 en el peñón de Gibraltar. El intrépido performer se filtró en terreno hostil y transgredió la ley para denunciar las injusticias cometidas contra su pueblo. Traspasó ilegalmente una frontera, se sumergió en el mar con tanques de oxígeno y volvió cargando un bloque de hormigón sustraído del peñón de Gibraltar, es decir, del Reino Unido. Aquel objeto era parte de un arrecife artificial que supuestamente impedía faenar a los pescadores españoles. Su acción, aunque demencialmente estúpida, era un gesto de solidaridad con el trabajador que levanta España. Aunque hay debate en torno a la clasificación –unos dicen que es objet trouvé; otros, que estamos ante un readymade porque no se trata de una piedra natural sino de un bloque manufacturado- la pieza permanece expuesta en la sede de Vox como la más soberbia obra de arte conceptual ejecutada en lo que va de siglo. 

«En un acto de masoquismo biempensante, España exhibirá sus culpas eternas e imperdonables en Venecia»

Después de esta obra de 2014, Ortega Smith repitió una incursión similar. Esta vez no buceó. Prefirió someterse a un prueba física típica del body art: cruzó la frontera a nado enfrentándose a la corriente, forzando los límites de su cuerpo, para sembrar una bandera nacional de veinte metros en territorio gibraltareño. De paso, para hacer una denuncia explícita al colonialismo británico que oprime sin tregua ni descanso, día y noche, no piensan en otra cosa los sajones, al pueblo español. Imagino la gran frustración que pudo haber sentido nuestro performer al ver que España seleccionaba para su pabellón en la Bienal de Venecia de 2024 a una hispano-peruana, Sandra Gamarra, que denuncia el colonialismo y el racismo español, teniendo a mano a un hispano-argentino que sí tiene los cojonazos de enfrentar al verdadero poder, a la verdadera potencia imperialista y explotadora que humilla al mundo hispánico. En un acto de masoquismo biempensante, España exhibirá sus culpas eternas e imperdonables en Venecia, pudiendo haber llenado el pabellón con bloques robados virilmente a la pérfida Albión. Injusticias de la vida.

Esta última obra evocaba la incursión del OPR-33, la guerrilla uruguaya próxima a los tupamaros, en un museo de Montevideo para robar otro símbolo patriótico, la Bandera de los Treinta y Tres Orientales. Ortega Smith estaba haciendo lo mismo, pero a la inversa. No se robaba una bandera sino que la infiltraba. Traficaba con símbolos patrióticos para probar su fuego nacionalista y demostrar que la lucha por la independencia y la descolonización sigue viva. Todo este rollo decolonial está muy de moda, y en ese sentido Ortega Smith es un hombre de su tiempo, un artista sensible al espíritu de la época. Con algo de suerte se le recordará en el futuro como un brioso tupamaro ibérico.En fin, bromas aparte, parecía que los políticos ya se habían calmado y habían dejado a un lado las trastadas y las payasadas. Pero no, por lo visto ahí siguen, jugando a ser dadaístas o niños malos de traje y corbata, y buscando el voto mediante la autohumillación y el ridículo (body art, de nuevo). No creo que cuele: su tiempo ha pasado. La estrategia está muy visa y no sorprende. Es más probable que Ortega Smith gane la Bienal de Venecia a que consiga la alcaldía de Madrid.

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