THE OBJECTIVE
Miguel Ángel Benedicto

Cebollas turcas para el sultán

«Con una moneda en caída libre y un régimen cada vez más autoritario, Turquía decide el domingo en las urnas si despide a Erdogan tras 20 años en el poder»

Opinión
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Cebollas turcas para el sultán

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.

El kilo de cebollas, uno de los ingredientes fundamentales de la cocina turca, ha pasado de 6 a 30 liras turcas en poco más de un año. Con una moneda en caída libre, una inflación galopante y un régimen cada vez más autoritario, Turquía decide el domingo si despide al sultán Erdogan después de 20 años en el poder.

El país otomano debe votar en qué parte de la ecuación quiere estar: autoritarismo presidencialista y control económico o democracia parlamentaria y economía de mercado. La salida del poder del presidente turco tendría repercusiones en otros regímenes iliberales del mundo, que podrían ver cómo esa derrota permite recuperar la esencia de la democracia tras años de destrucción paulatina de sus instituciones.

Desde que Erdogan llegó al poder en 2002 su objetivo fue colocar a Turquía como potencia regional. El líder del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) apostó por europeizar el país con reformas políticas y económicas y gracias a sus avances democratizadores inició en 2005 las negociaciones de adhesión a la Unión Europea. Su política exterior se rigió por el lema de cero problemas con los vecinos.

En la segunda legislatura de Erdogan entre 2007 y 2011 se ralentizó su acercamiento a la UE e inició una etapa de neo-otomanismo que proyectó el nacionalismo en la política exterior y chocó con algunos de sus aliados en la zona. Aun así, se ponía a Turquía como ejemplo de islam moderado y compatible con la democracia y Erdogan era aclamado en los países de la Primavera Árabe para los que se convirtió en un referente. 

«El presidencialismo y el nacionalismo llevaron al país hacia una deriva autoritaria que acentuó la retórica antioccidental»

La violencia del Gobierno frente a las protestas del parque Gezi en 2013 y el intento de golpe de Estado de julio de 2016 dieron lugar a la represión contra los críticos del AKP y provocó una involución hacia el autoritarismo. El discurso nacionalista-populista reivindicó una posición defensiva ante Occidente al acusar a EEUU de estar detrás del golpe y criticar la respuesta tibia de la UE a la asonada, mientras Rusia apoyaba a Erdogan. El referéndum en abril de 2017 para convertir a Turquía en un sistema presidencialista y las elecciones de 2018 que ganó de nuevo Erdogan consolidaron el presidencialismo y el nacionalismo que llevaron al país hacia una deriva autoritaria en la que se acentuó la retórica antioccidental.

Las consecuencias de la evolución autoritaria de Erdogan han sido la neutralización del poder judicial, purgas en el Ejército, represión a los medios y encarcelamiento de periodistas no afines al poder y de opositores políticos como el exlíder del partido de la minoría kurda (HDP), Selahattin Demirtas, que cumple una condena de más de 100 años desde 2016 por su presunta vinculación con el terrorismo del PKK.

Sin embargo, lo que le puede dar la puntilla a Erdogan es la fuerte crisis económica que sufre el país con una lira cada día más devaluada, una inflación que ha llegado a ser del 80%, que actualmente es del 40%, tras las negativas del presidente turco a subir los tipos de interés y la poca independencia del Banco Central en el que tres gobernadores han sido destituidos en los últimos años. Un país que todavía se está recuperando del terremoto del pasado marzo que causó más de 50.000 muertos. 

«Su relación con la UE cada día es peor por sus enfrentamientos con Grecia o el alejamiento de los valores europeos»

A nivel internacional, Turquía se ha alejado de Occidente, pero juega a varias bandas. Por un lado, es el socio incómodo de la OTAN que veta la adhesión de Suecia a la organización a la vez que vende sus drones a Ucrania y mantiene una excelente relación con Putin por su dependencia energética y el turismo que le proporciona Rusia. Por otro, su relación con la UE cada día es peor por sus enfrentamientos con Grecia, la división de Chipre o el alejamiento de los valores europeos, aunque se mantenga el acuerdo migratorio para mantener a los refugiados en territorio turco.

La baraka de Erdogan parece en retroceso por primera vez en 20 años con una oposición unida encabezada por Kemal Kilicdaroglu, líder del partido Popular Republicano (CHP), que aventaja ligeramente en las encuestas al presidente turco. Erdogan, pese a sus problemas de salud durante la campaña electoral, mantiene su popularidad y ha mostrado su liderazgo al inaugurar un portaaviones o una central nuclear junto a Putin de manera virtual. Mientras tanto, su rival es un funcionario jubilado que lidera una coalición de seis partidos, ha prometido volver al sistema parlamentario y recuperar la economía, si gana las elecciones. Kilicdaroglu enseña cebollas en la televisión turca y denuncia que su precio puede subir a las 100 liras turcas. La cuestión es que sean suficientes para llevar las lágrimas a los partidarios del sultán.

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