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Velarde Daoiz

Vini y el legado de Mourinho

«La importancia histórica de Mou es tal que me cuesta concebir la reciente década prodigiosa del Madrid si él no hubiera liderado al equipo en aquel momento»

Opinión
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Vini y el legado de Mourinho

José Mourinho, en una imagen de archivo de cuando entrenaba al Real Madrid. | Europa Press

Escribo este artículo un miércoles de resaca futbolera. Ayer se enfrentaron en el casi Nuevo Bernabéu dos grandes equipos. En mi opinión, y con diferencia, los dos mejores equipos actuales del continente europeo: el multimillonario Manchester City del siempre humilde Pep Guardiola y el mejor equipo de la última década, el Madrid dirigido por Carlo Ancelotti. Las espadas siguen en alto y la semana que viene se conocerá el nombre del equipo clasificado, que será favorito frente a uno de los dos equipos de Milán en la final de Estambul el 10 de junio.

Precisamente el martes por la mañana, mientras contribuía al Apocalipsis Climático yendo a trabajar en coche, escuché en la radio a Luis Herrero y Federico (uno de esos raros individuos que no necesita apellidos, como Felipe, Rafa, Espe o Karim) discutir sobre el Real Madrid. Concretamente, comparaban el Madrid de Ancelotti con el de Mourinho.

Verano de 2010. El Real Madrid lleva desde 2002 sin ganar una Champions League, pese a haber tenido durante algunos de esos años a estrellas mundiales del calibre de Raúl, Beckham, Zidane o Ronaldo (el gordito, no el portugués), sustituidas algunas de ellas después por jugadores de inferior calidad. Ni siquiera ha logrado superar la ronda de cuartos en ese periodo. Como títulos de importancia, y tras la final de Glasgow (la de la volea de Zizou), solo ha ganado en ocho temporadas dos ligas consecutivas entre 2006 y 2008, bagaje paupérrimo para el club más laureado del mundo.

Mientras, el FC Barcelona vive la mejor época de su historia. Viene de ganar dos Champions en cinco años, de las últimas seis Ligas incluyendo las de las dos temporadas anteriores, y de humillar al Madrid en el Bernabéu primero con un gran Ronaldinho pocos años antes y más recientemente con la histórica paliza por 2-6 ya con Guardiola en el banquillo. No solo eso. Al brillantísimo pero efímero paso de Ronaldinho como uno de los mejores y más brillantes jugadores del planeta le sucede la llegada de un jovencísimo Leo Messi, que escoltado por jugadores como Xavi, Iniesta o Piqué, empezaba la que parecía una etapa de dominio absoluto del fútbol mundial bajo la batuta de Pep Guardiola, con su fútbol de presión intensa y posesión de balón.

«En semanas me había rendido al genio de Setúbal y transformado en un mourinhista acérrimo»

La reacción de Florentino (otro de esos pocos personajes que no necesita apellido) había comenzado un año antes, con los fichajes de un jovencísimo Benzema y de los balones de oro Kaká y Cristiano Ronaldo (fichado por el anterior presidente del Madrid y quizá por ello, además de por su desmesurado ego, nunca particularmente querido por Pérez). Pero aún con esos fichajes, y con Pellegrini El Ingeniero al mando tras su brillante paso por el Villarreal, el Madrid cosecha esa temporada su segundo rosco consecutivo en títulos.

Ese es el contexto deportivo cuando llega José Mourinho. El que escribe estas líneas escribió un breve artículo semanas antes de confirmarse el fichaje del portugués por el Real Madrid diciendo entre otras cosas que, si finalmente se convertía en el nuevo entrenador del equipo, se daría de baja como socio tras más de 25 años (me avergüenzo tanto de ese post que no lo enlazo; el que tenga tiempo, curiosidad y paciencia, que lo busque). ¿Las razones? Su teórico juego ramplón y conservador, fundamentalmente, y su afición por las tretas psicológicas, no siempre todo lo correctas que a mí me gustaban.

Mourinho fichó por el Madrid. Naturalmente, no me di de baja. Y en 3 o 4 semanas la venda que los medios nacionales habían puesto sobre mis ojos había desaparecido, me había rendido al genio de Setúbal y me había transformado en un mourinhista acérrimo.

El Real Madrid no ganó la Liga en la primera temporada de Mourinho. No solo eso, el equipo de Pep Guardiola propinó un doloroso 5-0 al Madrid en su primer enfrentamiento. El Madrid perdió aquella Liga, pero en el enfrentamiento directo de la segunda vuelta empezó a intuirse que el balance de fuerzas se estaba equilibrando.El Madrid arrancó un empate en el Bernabéu, remontando un resultado adverso con un jugador menos tras la expulsión de Albiol. El Barça estaba perdiendo su dominio psicológico sobre la plantilla madridista. 

Cuatro días después se volvían a enfrentar los eternos rivales, esta vez en Mestalla, en la final de la Copa del Rey que el equipo merengue llevaba 18 años sin levantar. Tras 90 minutos a cara de perro sin goles, Cristiano se suspendía en el aire durante media hora a cuatro metros del suelo (nadie me convencerá jamás de que duró menos tiempo ni de que cabeceó a menos altura) mientras llegaba un centro templado de Di María, preparando un colosal cabezazo ante el que Pinto nada pudo hacer y que fue el inicio del fin de aquel maravilloso equipo de Guardiola, y en mi opinión el pistoletazo de salida del actual gran Real Madrid. No miento si digo que considero ese gol, junto al de Mijatovic en Amsterdam y al de Ramos en Lisboa, uno de los tres más importantes de la historia del club.

La temporada 2011-12 el Madrid arrasó a su eterno rival en la Liga pese a haber sido derrotado en Chamartín en la primera vuelta y pese a marcar Messi la increíble cifra de 50 goles, se impuso en el Camp Nou en otro recital de Cristiano, y alcanzó la increíble cifra de 100 puntos y 121 goles. Más aún, la brutal tensión y competitividad de Mourinho, y su verborrea en todas sus declaraciones públicas, consiguieron aparentemente agotar psicológicamente a Pep Guardiola, que pasó de ser el perfecto caballero a mostrarse irritado y mordaz, y decidió tomarse un año sabático la siguiente temporada.

«La intensidad de Mourinho durante aquellos dos años consiguió también agotar psicológicamente a su plantilla»

Lamentablemente, la intensidad de Mourinho durante aquellos dos años consiguió también agotar psicológicamente a su plantilla y probablemente a él mismo y, cuando el viento parecía soplar a favor, su trienio terminó con división interna, fracaso deportivo y finalmente con su marcha casi por la puerta de atrás, tras la derrota en la final de la Copa del Rey ante el Atleti en el Bernabéu. Mis amigos me juran que estuve allí aquel día, aunque yo no consigo recordarlo…  

Mourinho dirigió al Madrid tres temporadas. En ese tiempo ganó una Copa del Rey y una Liga. Por títulos, el de Setúbal no está entre los entrenadores más exitosos del Real Madrid, ni de lejos. De hecho, su palmarés es más bien ramplón. Y sin embargo, su importancia histórica es tal que me cuesta concebir la reciente década prodigiosa si él no hubiera liderado al equipo en aquel momento. Cogió a una plantilla y afición desmoralizadas ante la que se antojaba como una larga hegemonía del Barça y les devolvió el orgullo de ser madridistas. Se enfrentó a la prensa, siempre dispuesta a deshacerse en elogios por el eterno rival mientras exigía que los estamentos madridistas jamás se quejaran de injusticias arbitrales (ahora sabemos muchas cosas que entonces solo podían intuirse), puso muy por delante el valor de la victoria frente al de un supuesto espectáculo futbolístico como le exigían los medios y la mayor parte de los aficionados (entre ellos este contrito escritor) y, sobre todo, se transformó en el líder absoluto del club, consiguiendo que la directiva y su presidente le respaldaran sin dudar.

Sus pronto tumultuosas y hoy míticas ruedas de prensa le transformaron en el centro de atención del fútbol español. Su autoridad era tal que cuando, allá por diciembre de 2010 si mal no recuerdo, planteó a Florentino la disyuntiva «o Valdano o yo», el presidente no tuvo más remedio que despedir al argentino, compañero inseparable hasta la fecha durante sus mandatos presidenciales (y para mí uno de los más nefastos personajes del club en los últimos 25 años). En una palabra, transformó al club. Es imposible para los que tenemos memoria imaginar antes de Mourinho un vídeo como el recientemente publicado por Real Madrid TV, El equipo del régimen, en el que se desmonta la falsa leyenda de un Real Madrid favorecido por Franco frente a un FC Barcelona oprimido y luchador por la libertad y la democracia, por ejemplo.

Ahora que en España estamentos directivos, prensa, equipos y aficiones rivales vuelven a utilizar una doble vara de medir para el Madrid, cuyo mejor ejemplo es el acoso indecente y organizado a Vinicius Jr. (autor de un golazo impresionante ayer, y que curiosamente jamás tiene ningún problema con jugadores, aficionados o árbitros en competiciones internacionales), los aficionados madridistas deberíamos recuperar el legado de Mourinho, y no permitir que se nos intoxique con historias de provocaciones, protestas injustificadas y comportamientos supuestamente poco caballerescos que, curiosamente, solo se afean a un club. Precisamente, al mejor de la historia del fútbol.

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