THE OBJECTIVE
Joseba Louzao

Preguntas conservadoras para un tiempo revolucionario

«La imaginación moral se enlaza con un tiempo y un espacio concreto. Sin ser conscientes de estas dos dimensiones, nos encaminamos a la palabrería»

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Preguntas conservadoras para un tiempo revolucionario

Álvaro Delgado-Gal, en una entrevista con THE OBJECTIVE. | Carmen Suárez

Álvaro Delgado-Gal es uno de nuestros pensadores más personales y sugerentes, quizá por esa formación a medio camino entre las Ciencias Físicas y la Filosofía. Delgado-Gal ha sido el alma y sustento de uno de los grandes proyectos culturales de nuestro país, la Revista de Libros, cuya dirección dejó hace unos meses tras décadas de entrega a esta vigorosa inteligencia colectiva que se conformó para imitar los mejores usos y costumbres de otras latitudes. A partir de la reseña de libros, académicos, intelectuales y artistas nos ayudaban a entender el mundo en el que vivimos (en ocasiones, incluso, en el que creíamos vivir). En aquellas páginas, de vez en cuando, los lectores disfrutábamos de la capacidad de Delgado-Gal para destripar la realidad. También para pensarla con mirada cuidadosa gracias al elegante uso de nuestro idioma, como hizo en dos ensayos que aún podemos leer con deleite, Buscando el cero: la revolución moderna en la literatura y en el arte El hombre endiosado.

Ahora acaba de llegar a las mesas de novedades Los conservadores y la revolución, editado por Alianza Editorial. Esta es una obra construida con diversos ensayos que intentan responder a la pregunta sobre qué significa ser conservador y qué puede aportar esta corriente de pensamiento al mundo de hoy. Y lo hace, quizá sea una de las marcas de la casa más genuinas, transitando mil y uno hilos que van desde la historia de la filosofía al arte futurista pasando por Hayek, el lenguaje o la literatura española. Sucede mucho con Delgado-Gal, sin casi darnos cuenta no sumergimos en su universo de referencias para diseccionar los problemas actuales. Aunque para ello, en ocasiones, se vaya lejos en el tiempo o tome como ejemplo aquello que parece extravagante para el interés principal de la reflexión iniciada. En el fondo, pensar sobre el conservadurismo es una excusa para lanzar preguntas sobre el turbulento presente en el que nos movemos. El propio autor nos recuerda que no tiene recetas mágicas para aplicar. Eso se lo deja a predicadores, políticos y demás zahoríes de las campañas electorales.

«Hay demasiado revolucionario que, blandiendo la razón y el progreso, termina por destrozar lo existente»

Delgado-Gal se acerca a las proposiciones de Edmund Burke, como padre de los conservadores frente a los ideólogos revolucionarios, para descubrir que no estamos tan lejos de aquel. Porque, pese a que muchos de sus postulados deban ser desechados, sus ideas siguen siendo sustanciosas. La primera lección burkeana que sigue siendo válida es que cualquier filosofía está incapacitada para enjaular la realidad entre sus conceptos de vista corta. Hay demasiado revolucionario que, blandiendo la razón y el progreso, termina por destrozar lo existente porque no cabe en el hueco que se le había reservado dentro de sus castillos de arena ideales. Y seguimos en la cadencia de un tiempo que también es revolucionario. Los conservadores, por tanto, se encuentran a contracorriente y jugando en un campo que no es del todo suyo. Como señala Delgado-Gal, el conservador se mueve en «territorio no afín».

La segunda lección que se puede extraer de Los conservadores y la revolución es la importancia del contexto para leer el presente. No se puede acabar con el pasado a martillazos, y menos si este nos disgusta. La imaginación moral se enlaza con un tiempo y un espacio concreto. Sin ser conscientes de estas dos dimensiones, nos encaminamos a la palabrería superflua. Como entendía Burke, el conservador está con una realidad, que te devuelve una y otra vez al mundo. En esto, Delgado-Gal es un discípulo dilecto. Sea para preguntarse por el conservadurismo de Hayek, para analizar a José María de Pereda o leer a Proust y T. S. Eliot a través de las clases sociales, merece la pena perderse en la madeja de este pensamiento que se cuestiona y nos cuestiona en este trastiempo irregular. Siempre nos impulsa a la realidad. 

Hace unos años, Delgado-Gal reconoció en una entrevista que era un conservador que no se reconocía con la derecha política patria. Cualquier que se acerque a este libro entenderá algunos de esos motivos. Las etiquetas ideológicas no están vacías ni sirven solamente para establecer posiciones geométricas en el espacio electoral. Lean, por favor, este libro tanto si son conservadores como si no lo son.

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