Richard Malka y 44 yihadistas vascos
«Uno de los pocos que se juegan la vida a diario en una batalla cultural que mata de verdad…»
Richard Malka (1968, hijo de sefarditas marroquíes, escritor, guionista de cómics y abogado), dejó su piso franco en París por unos días para estar esta semana en España, escoltado por tres guardaespaldas franceses y tres policías españoles, y presentar la traducción de su libro El derecho a cagarse en Dios (Ediciones del Zorzal), que retoma, ampliado y corregido, su alegato en el juicio contra los cómplices de la matanza de Charlie Hebdo. De los cómplices intelectuales también se ocupa, y con profusión, en un texto, que, en puridad, hubiera debido titularse con la D mayúscula intercambiada: «El Derecho a cagarse en dios».
Un credo que debiera ser lectura obligatoria en todas las escuelas de Europa, y regalado a la entrada de las mezquitas. Pero también de las iglesias, sinagogas u otros centros de adoración religiosa o laica.
En Madrid tuvo de acompañantes a Fernando Savater (más pimpante que nunca y entregado a sus incondicionales, que, como él, desean un pronto cambio de gobierno), y al fino y valiente editor Leopoldo Kulesz.
Sus emocionantes intervenciones estuvieron puntuadas de aplausos. Malka, héroe calderoniano, no teme a nada ni a nadie, por eso no pierde nunca la sonrisa: sabe que la hacienda y la vida se pueden dar, pero que el honor es patrimonio del alma, y ésta es solo… de la razón.
Su diagnóstico pesimista sobre la deriva en materia de libertad de expresión y su crítica acerba al wokismo no son en él toreo de salón: junto a sus amigos del búnker donde siguen trabajando los supervivientes de Charlie Hebdo para que se tronchen, nos tronchemos un puñado de lectores, Malka es uno de los pocos que se juega la vida en una batalla cultural que mata de verdad, en Europa como en América (qué ganas de leer el próximo Rushdie), en Irán, Afganistán y Pakistán como en las petromonarquías a las que tanto les bailamos el agua y la chequera.
El wokismo, según él, actúa «como el comunismo. Es también un sistema totalitario basado en el miedo y la culpa. Esta culpa occidental tan extraña que instrumentaliza una estrategia meticulosamente pensada por los Hermanos Musulmanes para hacer avanzar su ideología victimista. Tiene raíces muy profundas y se une al fanatismo anglosajón. El New York Times se ha convertido en el portavoz de esta ideología totalitaria que vive del miedo». (Nadie le dijo que en España El Jueves, Mongolia o Forges jamás osaron dibujar al indibujable).
El abogado de la lucidez nunca creyó en el mantra “Je suis Charlie”: hoy, ¡otra vez!, el semanario está más solo que la una después de publicar un concurso de caricaturas del líder supremo de la República Alí Jamenei, realizadas por dibujantes y aficionados, bajo seudónimo, procedentes del propio infierno iraní. Al cerrar el acto Malka dejó caer: «¿Quién de ustedes se atrevería a decir en público, en su trabajo, en su sindicato, en el aula, lo que han estado aplaudiendo durante la velada?». Cae el telón y silencio.
Coda 1: Otro silencio. Manuel Valls, en su reciente libro, El valor guiaba sus pasos, una docena de semblanzas sobre sus héroes de la Historia (Churchill, De Gaulle, Louise Michel, Malraux, Willy Brandt, los Mandelstam, las 343 mujeres que en 1971 declararon en Francia haber abortado…), de inminente aparición en España con capítulos añadidos de héroes locales, escribe en el capítulo inicial, dedicado a Charb, el director de Charlie Hebdo: «Me han propuesto que suba a la redacción. Acepto. Quiero estar lo más cerca posible de los acontecimientos. Me dicen que no han retirado los cadáveres. Decido ir de todos modos porque quiero enfrentarme a esta realidad. Subo las escaleras. Entro en esta habitación que parece tan pequeña. Las huellas de la violencia están ahí, indescriptibles. El silencio es ensordecedor».
Coda 2: Ensordecer también. Qué solas se quedan las víctimas de la barbarie etarra, una vez más: 44 yihadistas vascos, de los cuales 7 con delitos de sangre, se presentan en las listas de Bildu para las elecciones del 28 de mayo. Y ya empiezan las equidistancias de los mercaderes de la izquierda: también Falange presentaba, por Bilbao, a uno de los asesinos de los abogados laboralistas de Atocha (1977), Carlos García Juliá. Pero como viene a decir Arcadi Espada en su podcast de esta semana, la diferencia estriba en que el infame falangista y su infame partido obtienen menos votos en toda España que el número de sus propios afiliados, mientras que Bildu es un partido de poder y socio necesario de Sánchez, ayer hoy y mañana.
Coda 3: Contra el silencio, memoria histórica reciente, con nombres y apellidos de los asesinos: Agustín Muiños Díaz, Tinin, Begoña Uzkudun Etxenagusia, Juan Ramón Rojo, González José Antonio Torre Altonaga, Medius, Asier Uribarri Benito Lander Maruri Basagoiti, Juan Carlos Arriaga Martínez.
Cuestionario maldito a Richard Malka:
¿Qué opinión le merecen los verdugos de Charlie? —Solo hay un ser más despreciable que el verdugo, y es su ayudante.
¿Qué le pareció la reacción de Bergoglio: “Si alguien dice una mala palabra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo”? — Es un hijo de mamá.
¿Por qué decidió defender a sus amigos masacrados? — ¿Quién lo hubiera hecho si no?
¿Valía la pena todo esto por unos dibujos? — ¿Vale la pena vivir sin poder reírse de los imbéciles?
¿Le preocupan las listas de Bildu? — Lo que me preocupa es qué hacen y harán los demás con Bildu.
¿Cómo definiría el islamo-izquierdismo? — Votos por guerra.
Si gana Le Pen en Francia, cerrarán Charlie Hebdo? — Más probable es que lo cierre Mélenchon.
¿Qué le diría a un islamista que le apuntara con un arma? —Alá es fake news.
¿Qué le dirá a Dios, cuando vaya al cielo? — Cuánto cabrón. ¿Qué libro recomendaría? — Este de Carmen Ladrón de Guevara, sobre los padres de los hijos del Terror.