Los 'tezanos' del Constitucional
«Una cosa es que se despenalice el aborto bajo ciertas condiciones y otra muy distinta que se quiera convertir un daño en algo equiparable al derecho a la vida»
En el momento en que Sánchez consiguió hacerse con el control del Tribunal Constitucional (TC), éste cambió de rumbo apresurándose a dictar sentencias todas a favor de los Gobiernos de Zapatero y de Sánchez. La última de ellas ha sido a favor de la ley del aborto de Zapatero, que fue recurrida ante el TC hace ya 13 años y es que esa sentencia no ha tenido en cuenta que ha entrado en vigor otra nueva ley del aborto y al estar derogada la impugnada, resulta que el recurso había perdido su objeto, eso ha denunciado el ex vicepresidente del TC Ramón Rodríguez Arribas. Además, «ha ignorado también la escandalosa circunstancia de que 4 de los 11 miembros que firman la sentencia, habían incurrido en causa de abstención o recusación por haber intervenido ellos en la elaboración de la norma impugnada».
Volvamos por un momento atrás de la mano de la periodista María Jamardo. Hoy se sientan en el TC siete magistrados que obedecen ciegamente a Pedro Sánchez: Juan Carlos Campo, Cándido Conde-Pumpido, María Luisa Balaguer, Laura Díez, María Luisa Segoviano, Inmaculada Montalbán y Ramón Sáez Valcárcel. Estos son los tezanos del Constitucional, los responsables de la sentencia citada más arriba, la cual ha traído consigo no sólo las críticas de cuatro miembros del TC sino también las de muchos juristas. Por ejemplo, la de Rodríguez Arribas:
«Este Derecho al aborto se construye sobre la mentira de un eufemismo, al calificar la muerte violenta y dolorosa del nasciturus en la interrupción voluntaria del embarazo y, aunque no se atreven a calificarlo ya de derecho fundamental, en realidad así lo construyen, al afectar gravemente al derecho fundamental a la vida del artículo 15 de la Constitución; lo que parece querer condicionar hasta hacerlo imposible, cualquier modificación futura del legislador sobre esta materia».
«El Constitucional se ha excedido en sus funciones, en contra de su propia doctrina»
Parece obvio, como ha señalado Roberto Blanco Valdés, catedrático de Santiago de Compostela, que el TC se ha excedido en sus funciones, en contra de la doctrina del propio TC. Blanco Valdés cree que la sentencia va contra el principio jurídico «que se establece desde la creación de los tribunales constitucionales, formulado por Kelsen, en términos de que es un legislador negativo, que es nuestro TC, que ahora se convierte en un legislador positivo que crea un derecho, el de la mujer a la autodeterminación de su propio cuerpo».
Lo que subrayan los juristas citados y otros muchos es que el artículo 15 de nuestra Constitución protege el derecho a la vida y la integridad física y el tribunal que preside Cándido Conde-Pumpido, en palabras de Vicente Garrido, «no interpreta sino que amplía su contenido, añadiendo improcedentemente el derecho de autodeterminación de la mujer, que no se contempla en la Constitución». Y es que una cosa es que se despenalice el aborto bajo ciertas condiciones y otra muy distinta que se quiera convertir un daño, como es el del aborto, en un derecho equiparable al derecho a la vida.
Y uno se pregunta: ¿el padre del nasciturus no tiene nada que decir? A este propósito, otro jurista que fue magistrado del Tribunal Supremo, Javier Borrego, ha dicho lo siguiente: «Lo ocurrido con las recientes sentencias del Constitucional sobre la eutanasia y el aborto es lamentable, tanto para el propio Tribunal como para la sociedad […] El TC no actúa como el intérprete supremo de la Constitución sino que la recrea, reinventándola, asumiendo un papel de constituyente que no le corresponde en absoluto y con el que la Corte pierde toda su credibilidad».
Con tanto tezanos en el Constitucional, ¿qué puede pasar el día en que Sánchez dicte una ley que permita realizar en Cataluña y en el País Vasco un referéndum de independencia? Pues que este TC esclavo dictará una sentencia que destrozará nuestra democracia y nuestro país. Se ha llegado en el PSOE a un punto de caudillismo que le permite a Sánchez y a sus pupilos hacer lo que les viene en gana.