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Recaredo Veredas

La eterna necesidad del relato

«La originalidad del libro ‘El pensamiento narrativo. Principios de storytelling’ es unir la reivindicación del arte de contar con una completa guía práctica»

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La eterna necesidad del relato

Ilustración de Erich Gordon.

Todos los libros pueden considerarse innovadores, pero pocos lo son de verdad y para cualquiera. Es necesario recalcarlo porque, en nuestros tiempos, se considera revolucionario incluso el cambio más trivial. 

El pensamiento narrativo. Principios de storytelling supone una reivindicación del pensamiento narrativo frente a la inteligencia analítica, lo que en estos tiempos tan dominados por los bytes ya supone un acto contracorriente. Sin embargo, no es esa su mayor originalidad. Lo es la unión de la reivindicación con una completa guía práctica. Es decir, no solo mueve a la narrativa del ámbito literario o cinematográfico hasta la vida real, también explica cómo hacerlo. Existen muchos manuales de storytelling: la mayoría se centra en el componente de autoayuda, personal o empresarial, o en su parte escénica.

Ninguno vincula tanto la creación del relato con la técnica literaria. Porque la literatura es técnica en un 50%, el otro 50% es mirada. La mezcla debe traducirse en un mensaje interesante, no solo para el autor, también para el lector o el interlocutor. Sin técnica es imposible escribir una buena novela, por muy buena que sea la historia que la sustenta, y, como nos cuenta este libro, también lo es defender tus propósitos con solvencia. La conexión puede parecer obvia, pues la palabra «relato» remite directamente a la literatura pero a veces lo obvio, como en La carta robada de Poe, es lo más escondido. 

Hasta la más recóndita abuela de la España vacía conoce el término relato, tan codiciado por todos los asesores políticos del mundo, cuya posesión es más peleada que el anillo de la saga de Tolkien. Quien gana el relato no consigue la razón. Más bien parece que la tiene, pero en nuestros tiempos, y quién sabe si en todos, resulta mucho más importante parecer que tener. Incluso el narrador puede haber perdido y hacer de esa pérdida una victoria. Pero el relato no es solo necesario en política. Su importancia existe en todos los ámbitos. Pocos libros hay que sirvan a todos, desde la limpiadora al sindicalista, desde el informático al ingeniero, porque todos tenemos problemas –casi siempre los mismos- y necesitamos contarlos. Como dicen Ariza y Herrero, «todos tenemos a un narrador dentro y todos podemos aprovecharnos de las ventajas de un buen conocimiento de lo narrativo para nuestras vidas». En este aspecto, el libro tiene un toque de autoayuda sofisticada que no es despreciable. 

«Todos tenemos un relato que contar y que, por tanto, los recursos no pueden ser patrimonio de unos pocos»

El pensamiento narrativo es, por lo tanto, un libro profundamente democrático. Demuestra que todos tenemos un relato que contar y que, por tanto, los recursos no pueden ser patrimonio de unos pocos. Tras cada persona, tras cada rostro que nos cruzamos por la calle hay no un relato, sino cientos de relatos. A todos debemos respetarles porque no sabemos qué hay detrás. Son esas personas quienes deben aprender a expresar su verdad. 

Según las palabras de Fernando Ariza: «El storytelling al ser una capacidad esencial en el ser humano, tiene múltiples utilidades, si bien se podrían condensar en dos grandes grupos: la aplicación individual y la grupal. Desde el punto de vista personal la narrativa nos aporta significado, sentido de la vida y capacidad para proyectar nuestro yo en el futuro, además de incrementar nuestra capacidad de entender al otro. Colectivamente añade cohesión social, sentimiento de grupo que lleva a alcanzar grandes retos y capacidad para entender otras culturas. Sin embargo, el storytelling mal gestionado puede convertirse en algo muy negativo para el individuo y para la sociedad. Llevar a la persona a un estado de culpa, victimización u estancamiento y a la sociedad a una locura política colectiva. El secreto está en conocer su potencial y aprender a utilizarlo beneficiosamente».

De las palabras de Fernando Ariza puede deducirse que si no defiendes tu discurso estás perdido porque otros sí lo harán. Quien aprende storytelling aprende a contarse a sí mismo. O a contar su proyecto, su empresa, su idea. Pensemos, por ejemplo, en el ámbito jurídico. En asuntos que pueden afectarnos a todos, donde lo emocional se mezcla con lo económico, por ejemplo, un divorcio o una herencia. Los dilemas planteados son muchas veces subjetivos, asuntos donde la verdad o la mentira quedan fuera de lugar y lo único que prima es el punto de vista. Y quien mejor lo defiende gana. Por supuesto, como cualquiera sabe, en las cuestiones trascendentes de la vida no solo cuenta la técnica narrativa, también importa la emoción, o más bien su transmisión, y para ello también existen técnicas, desde el suspense al tono de voz, que también son explicadas en el libro.  

En su libro, Ariza y Herrero no cuestionan la existencia de la verdad y la mentira, sino su pertinencia: «Toda narrativa genera una ficción, pero eso no quiere decir que la ficción sea mentira. La distinción entre verdad y mentira es una distinción filosófica y científica. La verdad y mentira de la narrativa se encuentra dentro del propio relato y atañe a su verosimilitud». Recordemos la famosa frase de Paul Auster: «el lenguaje no es nuestra verdad. Es nuestra forma de existir en el universo». Por poner un ejemplo clásico: nadie cuestiona que no reconozcan a Superman simplemente por ponerse las gafas. Así ocurre porque hemos aceptado las premisas del relato, su verdad interna. La mezcla de narrativa de todos los ámbitos, desde el cinematográfico al literario, pasando por el televisivo, dando igual valor a todos los referentes, provengan de un mito griego o de los periódicos digitales, le da un doble toque posmoderno y contemporáneo y, al mismo tiempo, aproxima a los lectores. La publicación de este libro marca, una vez más, el interés de Sílex por el ensayo divulgativo, ampliando así su campo de acción, tradicionalmente centrado en lo académico. 

«En las cuestiones trascendentes de la vida no solo cuenta la técnica narrativa, también importa la emoción»

Otra cuestión básica en la construcción de un relato es la elección de materiales que lo orienten, sin distorsionar la verdad, hacia la perspectiva que deseamos. No es necesario negar los argumentos que vayan en contra del discurso deseado, simplemente hay que colocarlos en un lugar menos visible. U obviarlos. Así lo cuentan: «Construir una historia es un ejercicio básico de eliminar material para quedarse con lo esencial, como aquellos bloques de mármol en los que Miguel Ángel ya veía sus esculturas, de modo que lo único que tenía que hacer era separar la piedra que sobraba». 

Antes refería la división entre técnica y mirada, entre fondo y forma. El libro se centra sobre todo en la técnica: todos sabemos que se adquiere y es en lo que se centran. Leyendo El pensamiento narrativo el orden es esencial, la estructura del discurso, desde dónde se pronuncia, qué elementos se incluyen y cuáles quedan fuera. Saber contar es tan importante como lo que se cuenta. Luego resta la mirada. La mirada es difícil de aprender pero también puede afinarse. Y para mirar se necesita atrevimiento porque lo que encontramos no siempre es positivo. Puede mostrarnos nuestra sombra y la de los otros. Para ello se ayudan de ejemplos de mitos griegos (pese a la transhumanidad los moldes no han cambiado).

La explicación sobre el origen del relato sirve para contextualizar y para mostrar la eternidad del concepto, que nos acompaña desde el principio de los tiempos. También lo hacen las descripciones, tan interesantes, de los tipos de discurso, cómo, vistos desde arriba, con distancia de helicóptero, todas las narraciones responden, de una manera u otra, a esquemas previamente fijados (si reducimos los tipos de conflictos del protagonista a su mínima esencia nos encontramos con tres variantes: protagonista vs antagonista, protagonista vs sistema, protagonista vs sí mismo). También las resoluciones, o finales, pueden limitarse a pocas opciones: victoria/derrota, reconciliación y transformación. Incluso puede haber fórmulas mixtas. Es frecuente que la derrota, por ejemplo, ocasione una transformación. 

Como afirman los propios autores en la conclusión: «Conocer en profundidad los fundamentos de la narratividad como modo de conocer la realidad, ser conscientes de cómo contar y escuchar historias para aprovechar su potencial con la máxima calidad, nos da recursos y perspectivas nuevas, nos saca del itinerario marcado y nos abre nuevos horizontes. En suma, nos brinda la posibilidad de ser más humanos». 

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