Desborda Vinicius
«El peor racismo no es el que grita, sino el que no investiga, no persigue, no condena. El mundo nos mira. Reaccionaremos, como tantas veces, por vergüenza»
Era cuestión de tiempo que la electricidad frenética de Vinicius desbordara los límites del Bernabéu. El relámpago carioca (permítanme la voluta de cronista deportivo) ha deslumbrado la conversación pública y agitado la arena política. Desde el domingo pasado no importan tanto las elecciones como saber si somos un país racista. Qué cosas: la semana pasada éramos un país normalito y ésta somos patria de racismo y compra-venta de votos. El panorama no es alentador, pero conviene no ceder ante la tentación de la histeria; hacen falta más síntomas para diagnosticar enfermedades tan graves.
Lo más curioso del caso Vinicius no viene por su condición de negro, sino por su condición de blanco, es decir, de jugador del Real Madrid. Millones de cerebros cortocircuitados ante un cruce identitario inasumible: ¡raza subalterna bajo remera hegemónica! Hemos visto a personas razonables que, nubladas por su odio al Real Madrid, repetían los peores argumentos: ¡No es racismo porque a otros jugadores de raza negra no los llaman «mono»! Olvidan que el racismo no está en insultar, sino en la elección del insulto. La premisa más cacareada es que la culpa es de Vinicius por despertar a la bestia racista que algunos llevan dentro. No es maldad, es forofismo: no culpan a la víctima porque sean malos, sino porque, a sus ojos, nadie que vista la camiseta del Madrid puede ser una víctima.
«Algunos han mutado de hinchas de Ultras Sur a portavoces de SOS Racismo en 90 minutos»
También me han divertido las disonancias de la otra orilla. Algunos han mutado de hinchas de Ultras Sur a portavoces de SOS Racismo en 90 minutos. Solo el fútbol puede lograr que quienes un día empapelan la ciudad de carteles para señalar a los menas, al siguiente hinquen la rodilla con el puño en alto a lo Colin Kaepernick. Lástima que lo que les mueve no sea el negro de la piel sino el blanco de la camiseta, pero es un avance. Racistas, no sé, pero está claro que somos un país de bandos.
No sé cuántos racistas es necesario censar para decretar que España es un país racista, pero dudo que la hinchada radical de un equipo de fútbol sea una muestra representativa de la población. Más representativas son las instituciones. Y el peor racismo no es el que grita, sino el que no investiga, no persigue, no condena. El racismo no son los pocos que gritan, sino los miles que callan, disimulan, explican, justifican. Todo indica que el caso Vinicius provocará cambios. El mundo nos mira. Al final reaccionaremos, como tantas veces, por vergüenza.