Certificado de defunción
«Seguimos en campaña, un estilo de vida consagrado en España. Prepárese para las ‘navajitas plateás’, las balas ensangrentadas, los votos a 200 euros…»
En nuestro país huele a muerto y por varios costados. Huele por aquí, por allí y por donde usted dirija la nariz. Los hay muertos de miedo, muertos de hambre, muertos de éxito y muertos aún con un halo de vida que, sin duda, morirán matando. Qué poquito nos habría costado meter el domingo una papeleta más y tener las vacaciones en paz, pero no, había que molestar porque evocando a Rosendo, tenemos, por desgracia, a los mandos a un presidente loco por incordiar. Por supuesto, ese anhelo por tocarnos la vida y lo que tenga a bien tocar, le viene de naturaleza y de la pandemia. Eso de limitarnos los movimientos, la compañía y el horario de cierre ha engordado tanto su vanidad, que poco le ha importado nuestro descanso.
Nada nuevo, por cierto. Si bien recuerda, también hace cuatro años fechó su investidura con los Reyes Magos llegando a las ciudades. Ya por aquel entonces apuntaba maneras. Pero cuidado que aquí el único que tiene certificado de defunción es Cs; el resto aún disponen de artillería para ganar esta guerra sucia que promete ser sangrienta. Y, por supuesto, están los resucitados como el médico forense Fernández Vara que en cuestión de horas ha vuelto de entre los muertos para mostrarse vivito y coleando. Qué pereza de política la nuestra. Qué hartazgo y qué falta de consideración a una ciudadanía obediente que puso las cosas fáciles en lo más difícil.
«Nos han costado las municipales y autonómicas más de 203,6 millones, de los cuales casi 95 han ido a Correos»
Es una vergüenza que la pataleta del presidente de este Gobierno -que ha impuesto una ley al calor- nos haga ir a votar un 23 de julio, día que hasta el Consejo General de Enfermería ha advertido del riesgo que supone para nuestra salud física y, permítame, mental. Allí nos veremos usted y yo, porque los jóvenes andarán en el Interrail y los mayores en el cine o donde les plazca, que para eso a partir de los 65 están exentos del premio del sorteo en el colegio. Puede, incluso, que en el colmo de la desgracia, le toque el gordo y sea uno de los casi 182.000 ciudadanos a los que le obliguen a malgastar uno de sus preciados días de vacaciones quemando las horas en una de las 60.576 mesas electorales, en vez de estar con la familia, por ejemplo, dando una vuelta por la sierra de Atapuerca constatando la rápida evolución humana hasta esta era del Bizum que todavía te obliga a meter físicamente un sobre en una urna.
Pues nada, que seguimos en campaña, un estilo de vida consagrado en España. Prepárese para las navajitas plateás, las balas ensangrentadas, los votos a 200 euros, el recuerdo torticero del 11-M, el del Prestige, pero sobre todo propaganda, mucha propaganda y con nuestro dinero. El Gobierno ha decido destinar a hacer publicidad institucional en una descarada y podrida maniobra nunca vista en nuestra historia nada menos que 440 millones de euros, con la convocatoria de las elecciones caliente. Nos han costado las municipales y autonómicas más de 203,6 millones de euros, de los cuales casi 95 han ido a Correos y Telégrafos. Hemos finiquitado a los diputados del congreso a 6.800-9.000 euros cada uno. Y nosotros -sin dinero en la cuenta para pasar unos días en la playa- vemos cómo nuestros políticos se van de montería. Se abrió la veda de caza mayor. Así que, como decía Súper Ratón, «no se vaya todavía, aún hay más».