THE OBJECTIVE
Román Cendoya

23-J: el mayor error de Sánchez

«La decisión de adelantar las elecciones bloquea a su partido, perjudica a sus socios y aliados, además de a Vox, y por el contrario favorece al Partido Popular»

Opinión
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23-J: el mayor error de Sánchez

Erich Gordon

El lunes 29 de mayo a las 11.25 horas, el presidente cometió probablemente el mayor error de su trayectoria política al anunciar la convocatoria de elecciones generales para el 23 de julio. Si acertó o no lo dirán las urnas, pero con su decisión trasladó el concepto de España que tiene en su cabeza. Sánchez cree que España es la de los videos de la petanca en Coslada, de la biblioteca con cuatro estudiantes en Fuenlabrada, la de los dos jóvenes del piso… una España de figurantes del partido. Su España es la paz de los círculos de seguridad de sus actos. España es una realidad sin calle y sin ciudadanía. La España que vive el presidente no es una nación real, es una ficción que él se ha creído. Por eso considera que el resultado de las elecciones municipales y autonómicas es un accidente con forma de «ola reaccionaria». Un error de diagnóstico que condiciona su decisión. El resultado de las urnas nunca es un accidente, siempre es la consecuencia de la voluntad ciudadana.

En la noche del 28 al 29 de mayo, el presidente y su equipo pudieron haber optado por tomar otras decisiones que habrían podido ser más ventajosas para él. Podían haber decidido aprovechar los seis meses de legislatura, coincidentes con la presidencia de turno de la UE, para cambiar la dinámica de voto que les había llevado a la derrota. Sánchez se equivoca al acusar a los españoles de no haber valorado la «magnífica gestión del Gobierno». ¿Cree acaso que va a lograr que en los próximos 50 días los españoles consideren su gestión como «magnífica»?

Los discursos de Sánchez, tanto el de disolución del Congreso como el del Comité Federal, demuestran que en el proceso de decisión sólo ha considerado lo que le afecta a él y su mundo. Ha renunciado a los posibles escenarios que le ofrecía agotar la legislatura para condicionar y desgastar a la oposición. El comentario repetido por líderes socialistas y medios afines de que, en caso de repetirse en las elecciones generales el resultado del 28-M, Sánchez podría seguir gobernando es un error de concepto. La secuencia histórica no avala ese argumento sino todo lo contrario. Aumenta la participación y, por ejemplo, en Castilla-La Mancha suelen pasar de votar PSOE en las autonómicas a votar PP en las generales.

«Al convocar las elecciones ha silenciado las protestas internas por la pérdida de poder sufrida»

La decisión presidencial de adelantar las elecciones responde a satisfacer unas necesidades inmediatas y ya está teniendo consecuencias. En lo que atañe a sus socios de legislatura, ha evitado la más que previsible ruptura que algunos de ellos, ERC, PNV o Compromís, iban a escenificar inmediatamente. Tras los resultados tenían que romper la tóxica relación con el Gobierno Sánchez de cara a las elecciones generales y a los calendarios políticos de sus territorios.

Respecto al partido, Sánchez nunca ha permitido las críticas internas. Al convocar las elecciones ha silenciado las protestas por la sangrienta pérdida de poder sufrida tras una campaña errónea, protagonizada por el propio Sánchez, con una dinámica de generales. Al PSOE cuantitativamente no le ha ido tan mal, ha mantenido 20.784 concejales perdiendo únicamente 1.557. El problema es cualitativo, ya que han pasado de ser gobierno a ser oposición con todo lo que ello supone. Adelantando las elecciones ha evitado ahora, ya veremos tras el 23-J, que en el partido se abra el debate de su sucesión porque él hace las listas de las elecciones generales. Sánchez no ha dejado tiempo para primarias. Todo en él es trampa. Adelantando las elecciones ha evitado que Emiliano García Page, el único líder político que podría sustituirle copiando el modelo utilizado por el Partido Popular, pueda presentarse al Congreso de los Diputados porque debe nombrar su gobierno. Si las elecciones hubieran sido en diciembre, Page podría haber hecho el movimiento de presentarse al Congreso de los Diputados.

Sánchez, con el adelanto electoral, ha roto todos los compromisos y así ha evitado tener que apoyar a Bildu en la gobernabilidad de las capitales vascas asociándose con ellos en Navarra.

Otro factor determinante del adelanto es dificultar y minar el proyecto Sumar de Yolanda Díaz y la vertebración de la «izquierda cuqui». El PSOE intenta ahora dinamitar ese proyecto previamente impulsado por ellos, cuyo objetivo era luchar por ser la tercera fuerza política. Han descubierto que Sumar resta votos al PSOE y ahora los necesitan todos. Para ello, aprovechando el fracaso de Podemos, también han okupado el discurso radical para intentar maximizar el número de votos.

Esto es lo que está logrando y trabajando con la convocatoria de las elecciones. Si hubiera mantenido el calendario electoral, para intentar cambiar la dinámica de derrota, podía haber hecho una crisis de Gobierno, «interpretando la voluntad del electorado», echando a Podemos y a Yolanda Díaz del Gobierno, porque ya no es tiempo de radicalidad y sí de gestión y moderación. Una decisión que le dejaría en minoría en el Congreso, en los últimos seis meses, sin riesgo de moción de censura. Podría aparcar las leyes en trámite —algunas muy polémicas— y centrarse en los éxitos de su gestión económica apropiándose del éxito económico de un verano en el que se prevé que se batan todos los récords turísticos.

La crisis de Gobierno debería ser una acción política para aplacar al partido, dando juego a líderes derrotados, incluyéndolos en el trabajo de conseguir retener el poder del Gobierno central. El PSOE sabe lo duro que es estar sin poder, por eso la organización trabajaría para mantener el Gobierno central del Estado aparcando la crisis hasta las elecciones.

«Mantener el calendario suponía aprovechar la ventana de oportunidad de la presidencia europea»

Mantener la fecha de las elecciones obligaba al PP a oficializar sus pactos con Vox en ayuntamientos y comunidades autónomas, algo que políticamente iba a desgastar a ambas formaciones haciéndoles perder votos. Especialmente los que han recibido del PSOE y Ciudadanos. Todavía perjudicaría más al PP aprovechar la política de «mano tendida» de Núñez Feijóo hacia el Gobierno. Actuar juntos restaría al PP credibilidad y firmeza como alternativa para desalojar a Sánchez. Una circunstancia que restaría más votos al PP que podrían ir a la abstención o a Vox.

Mantener el calendario suponía aprovechar la ventana de oportunidad de la presidencia Europea, con todas las actividades programadas y la importante presencia mediática que podría ayudar a engrandecer y mejorar su imagen. Y con ello aumentar la intención de voto.

Es sorprendente que la decisión adoptada por Sánchez, aparte de bloquear a su partido, perjudica a sus socios y aliados además de a Vox, a los que ha dejado sin tiempo para forzar los acuerdos autonómicos con el PP. Por el contrario, la decisión favorece al Partido Popular, que ha ganado con una campaña basada en «desalojar al sanchismo». Una propuesta válida para el nuevo escenario y que mantiene muy motivados a los votantes porque están a 50 días de lograr su objetivo: desalojar a Sánchez de La Moncloa.

En la cabeza de Pedro Sánchez no entra que en España no haya una mayoría de ciudadanos que apuesten por lo que él llama «progresismo» —realmente radicalidad— y que hayan optado por lo que él denomina como «ola reaccionaria de la derecha extrema y la extrema derecha». Una mayoría que para los votantes del Partido Popular representa la moderación, la institucionalidad y la marginación de los ismos, a saber, radicalismos, populismos y nacionalismos.

Estoy convencido de que si Pedro Sánchez hubiera optado por celebrar las elecciones en diciembre habría tenido más posibilidades de continuar como presidente que sometiéndose el 23-J a las urnas.

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